Carlos Osoro Sierra
El Papa nombra a Osoro cardenal en un gesto de confianza plena
El Papa Francisco nombró ayer a 13 nuevos cardenales procedentes de los cinco continentes. No es una casualidad, sino que todo hace pensar que responde a la voluntad expresada por el pontífice de hacer verdad la universalidad de la Iglesia católica, o dicho en un lenguaje más políticamente correcto, descentralizar el Vaticano y hacer perder poder a la curia italiana. En tanto que atribución exclusiva que corresponde al Papa, el anuncio de los nuevos purpurados pilló por sorpresa a los menos iniciados; su elección puede ser leída como una definición del perfil que desea para las nuevas misiones de la Iglesia. El nombramiento del español Carlos Osoro, actual arzobispo de Madrid, y al que se le suele llamar el «doble» de Francisco –innecesario halago que él se toma con distancia–, coincide con el mensaje del Papa. En un encuentro en LA RAZÓN el pasado 24 de febrero de 2015, el nuevo cardenal habló de que «debemos consolidar los fundamentos, confiar en los objetivos de la Iglesia y eliminar la desesperanza y la desilusión». Su actitud positiva, abierta y negociadora ha hecho de Osoro un interlocutor central en la vida pública española con un lema constructivo que resumimos, como él mismo ha señalado, en que «tenemos que dejar de llorar y seguir trabajando para construir». Arzobispo de Madrid desde el 28 de agosto de 2014, y nombrado, por lo tanto, por Francisco –Benedicto XVI lo designó para Valencia en 2009–, conoce la realidad de la Iglesia como el «peregrino» que se considera, pero también como el religioso que sabe cuál es el papel de los católicos en la sociedad española. Su valoración de los acuerdos entre la Iglesia y el Estado es que «han servido para que nos miremos de frente y no de espaldas, y alcancemos acuerdos para mejorar la vida de los ciudadanos». Carlos Osoro es el único europeo nombrado cardenal en el que es el tercer consistorio de Francisco, entre once países distintos, lo que supone una muestra de confianza hacia la Iglesia española, que ocupa el tercer lugar en el Colegio Cardenalicio, con doce purpurados –si contamos al pamplonés José Luis Lacunza, que ostenta el título en Panamá–, tres de los cuales son electos –además del arzobispo de Madrid, Antonio Cañizares y Lluís Martínez Sistach–, es decir, que tienen derecho a voto en futuros cónclaves para elegir nuevo pontífice. Los cardenales italianos, con 46, y los 18 estadounidenses continúan siendo la mayoría. El ritmo en los nombramientos de Francisco evidencia una voluntad de cambio y renovación de la curia, algo anunciado. En los tres años y medio de su papado ya ha nombrado a 55 purpurados, lo que supone una cifra proporcionalmente superior a los 78 designados por Benedicto XVI (8 años de papado) y a los 94 que invistió Juan Pablo II (tras 27 años). Entre los nuevos cardenales, cuya creación tendrá lugar el próximo 19 de noviembre, momento en el que recibirán el anillo y el capelo cardenalicio, hay cuatro eméritos –que al sobrepasar los 80 años no pueden votar en los cónclaves– y uno de especial significado: un humilde sacerdote albanés, Ernest Simoni, que el Papa conoció en su viaje al país balcánico en septiembre de 2014. Con 88 años de edad, estuvo condenado a muerte y pasó 18 años en la terrible dictadura comunista de Enver Hodxa. Un ejemplo que Francisco ha querido destacar y que corresponde al de un religioso que desde el anonimato ha mantendido los valores más profundos.
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