El ambigú

El Discurso de Gettysburg en español

Se debe recordar la lección de Lincoln: la unidad no se negocia

Abraham Lincoln pronunció en el Discurso de Gettysburg un alegato en favor de la unidad nacional en un momento crítico de la historia de Estados Unidos. Lincoln transformó la visión de una nación fragmentada en una república indivisible, pasando del concepto de «los Estados Unidos son» a «Estados Unidos es». Este cambio no fue meramente gramatical; representó la consolidación de un país unido, dejando atrás la noción de una confederación de estados independientes. En España, en pleno siglo XXI, necesitamos un discurso similar. Necesitamos un alegato que refuerce el respeto y la lealtad a nuestra Constitución, especialmente al sistema de autonomías que establece, y que impida la deriva hacia una confederación de comunidades autónomas desligadas del proyecto común. En otras palabras, evitar el tránsito de una «España es» a una «España son», un cambio que supondría la fragmentación de la soberanía y la puesta en peligro de nuestra unidad nacional. En la Guerra de Secesión norteamericana, los estados del sur se alzaron en defensa de sus «derechos» para preservar su modelo económico y social basado en la esclavitud. Pero, más allá de la esclavitud, lo que realmente defendían era un modelo confederal en el que los estados tuvieran soberanía plena, subordinando el gobierno federal a sus intereses locales. Esta visión de una confederación de estados independientes contradecía la idea de un proyecto nacional común, que Lincoln defendió hasta su muerte. En España, ciertos movimientos políticos han utilizado un argumento similar: reclaman más autonomía fiscal y legislativa, no para fortalecer el proyecto común, sino para avanzar hacia un modelo confederal. La mal llamada condonación de deuda a las Comunidades Autónomas es un ejemplo paradigmático de esta estrategia. Se presenta como un alivio financiero, cuando en realidad es un traspaso de deuda al Estado, una socialización de las responsabilidades políticas y fiscales. Al igual que los confederados del sur de Estados Unidos, algunos sectores autonómicos en España argumentan desde el egoísmo territorial, defendiendo sus intereses económicos y fiscales en detrimento del bien común. La retórica de la «singularidad» o del «hecho diferencial» se utiliza no para enriquecer el proyecto nacional, sino para debilitarlo, fragmentando la unidad política y social de España. Lincoln lo expresó con claridad en Gettysburg: «Una nación concebida en la libertad y dedicada a la proposición de que todos los hombres son creados iguales». En su visión, Estados Unidos era una república unida no solo por la geografía, sino por un proyecto común de libertad y justicia. Hoy, España necesita recordar que su unidad no es una imposición, sino una voluntad compartida de convivencia y progreso. Sin embargo, el peligro radica en que este proyecto compartido se está desdibujando. La narrativa independentista, sumada a la ambigüedad política de algunos en la defensa de la unidad constitucional, está creando un vacío en el discurso nacional. En lugar de fortalecer el Estado de las Autonomías, algunos sectores buscan convertirlo en una confederación de facto, debilitando la soberanía nacional. En este contexto, España necesita un Discurso de Gettysburg, un liderazgo político que defienda con firmeza la Constitución y el sistema de autonomías como un proyecto común de convivencia, y no como un campo de batalla de intereses egoístas. Este discurso debe recordar que el Estado de las Autonomías no fue concebido para la fragmentación, sino para el reconocimiento de la diversidad dentro de la unidad, fortaleciendo así el proyecto común. Se debe recordar la lección de Lincoln: la unidad no se negocia. Es necesario un liderazgo que reafirme que «España es» una nación de ciudadanos libres e iguales, no una suma de territorios enfrentados por intereses egoístas. Como decía Ortega: «Una nación es un proyecto de vida en común».