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Editorial
La Defensa sirve a la democracia y la libertad
La seguridad de un país responde a la voluntad política de sus representantes y la concienciación y la determinación de la sociedad. Los derechos y las libertades no están garantizados para siempre
En España avanzaríamos de manera superlativa en madurez y solvencia democráticas si fuéramos capaces de desterrar la Defensa nacional y el gasto militar de la contienda política, del barro partidista que lo enloda todo en estos tiempos. No pecaremos de ingenuos, y sabemos que tal escenario es una quimera, especialmente con la izquierda de este país acostumbrada a convertir tal asunto en un señuelo electoral, reflejo de obsesiones e idearios caducos y absurdos. Que esa izquierda esté hoy en el poder es un lastre para que España salga airosa de los desafíos que tiene por delante como el resto de naciones que afrontan su encaje en el nuevo orden mundial en ciernes. Las amenazas no son ni nuevas ni mayores que las que hacían aconsejable, imprescindible, que este país se hubiera tomado más en serio sus responsabilidades y sus compromisos relacionados con la defensa y la seguridad. Los liderazgos, sin embargo, sí lo son, y con ellos las doctrinas y los cánones que entendíamos consolidados desde la Segunda Guerra Mundial amenazan hoy con colapsar para dar paso a un marco con otras reglas, alianzas, retos y también peligros, claro. La confiada Europa, y la no menos alelada España, se tambalean bajo el trauma provocado por Washington y la enmienda a la totalidad de la Casa Blanca a su historia, su espíritu y su responsabilidad como primera democracia del planeta en la defensa de la libertad allí donde fuera preciso. Se nos ha conminado con urgencia a entender que Europa y, por consiguiente, España no contarán con Estados Unidos y puede que tampoco con la OTAN en el futuro que ya es presente. El 2% del PIB acordado como gasto en Defensa, que Pedro Sánchez pretendía demorar hasta 2029 para amortiguar las tensiones con unos socios refractarios a la seguridad por un antimilitarismo patológico, puede convertirse en el 3 e incluso el 3,5, lo que elevaría la partida militar hasta los 59.000 millones, 39.000 más que el presupuesto actual. Hablamos de un esfuerzo considerable que, con certeza, forzaría al Gobierno a perseguir el apoyo de la oposición. El horizonte exigirá un cambio del paradigma que vemos con escepticismo en el caso del sanchismo por más que Europa presione e imponga una senda con los deberes y los sacrificios que se habían esquivado en buena medida gracias a Estados Unidos. Encaramos decisiones políticas y estratégicas de honda importancia, que implicarán al sector industrial y a los centros de investigación tecnológica del país para definir una línea de inversión presupuestaria correcta en línea con el análisis técnico de las Fuerzas Armadas. La seguridad de un país responde a la voluntad política de sus representantes y la concienciación y la determinación de la sociedad. Los derechos y las libertades no están garantizados para siempre. La defensa es un bien público, patrimonio de la democracia, y no un antojo.
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