Sin Perdón

Un congreso para consagrar la impunidad

«Es una vergüenza escuchar a ministros, altos cargos y mamporreros mediáticos descalificar al Poder Judicial»

¿Por qué los políticos no aprenden de los escándalos de corrupción? Es algo que me sorprende y sobre lo que he reflexionado muchas veces. Es un ciclo que se repite con cansina monotonía y lo mismo sucede con la forma de responder que utilizan los afectados. Ahora le ha tocado al PSOE, pero antes fue al PP. Desde la Transición hasta nuestros días, partidos, sindicatos, empresarios y conseguidores forman una fauna que revolotea alrededor del enriquecimiento ilícito. No solo los dos grandes partidos, sino casi todos se han visto afectados por los escándalos de corrupción y el consiguiente desprestigio. Entre los primeros hay que recordar la excepción de UCD, que tuvo un comportamiento ejemplar. Por cierto, es bueno recordar que el PSOE de González amenazó con auditorías de infarto cuando llegó al poder y no encontró nada. Eran otros tiempos y se practicaba una ética y un compromiso público muy diferentes. A la corrupción se unen otras formas de degeneración o degradación que son también devastadoras para una democracia como sucede con el autoritarismo, el clientelismo y el populismo. Hay que reconocer que el sanchismo ha conseguido el círculo perfecto al practicar todas ellas. Hay corrupción, autoritarismo, clientelismo y populismo.

Este fin de semana, los militantes del PSOE han optado por una actitud irresponsable y avalar la impunidad y las prácticas deleznables de su líder y sus colaboradores. Es lógico, porque la gran mayoría de los asistentes al Congreso viven del partido o de las Administraciones Públicas. Es algo que se ha podido comprobar con la ejecución de Lobato. No tardó en descubrir la soledad tras abrir una ronda de consultas para recabar apoyos frente al acoso de La Moncloa. Los que le tenían que hacerlo están colocados en cargos de libre designación. Se arriesgaban a que los destituyeran y acabaran en el paro, ya que muchos no tienen donde ir. Es una característica común que sirve para definir, con alguna excepción, a los sanchistas. Es, también, un dato objetivo. No hay más que leer los curriculums de los agraciados con altos cargos en las administraciones que controla el PSOE.

Una parte de los que traicionaron a Sánchez estuvieron movidos por fidelidad a la nómina y no a la amistad o los principios. Hubo excepciones como Ábalos, Sumelzo o Robles, pero el resto colaboró activamente en la ejecución del entonces secretario general y luego esperaban que fracasara tras su regreso. No me quiero olvidar de los periodistas y los medios de comunicación que ahora le apoyan y que eran sus peores enemigos. Nunca olvidaré las cosas terribles que dijeron sobre Sánchez y su vida académica, su mujer y los negocios de su suegro. Mucho peores que cualquier periodista de derechas. Por supuesto, todos han sido favorecidos por Sánchez. No hay duda de que los conversos son los mejores mercenarios mientras se les pueda pagar. No tardaré mucho en ver cómo lo traicionan y apuñalan. Son cosas de la política, pero sobre todo del dinero, ya que les gusta mucho. Hay centenares de millones en juego.

El término resistir tiene buena imagen. En este caso está sustentado en mentiras. El relato es que estamos ante una inmensa conspiración. La realidad es que es un político que miente sin ningún rubor y la corte que le rodea no quiere dejar las prebendas. ¿Dónde estarían si no fueran vicepresidentas, ministros, secretarias de Estado o directores generales? El manual de resistencia del sanchismo se basa en está incuestionable realidad. Cualquiera que dude de mis palabras tiene que limitarse a leer la lista de los miembros de la ejecutiva que nombre Sánchez, ver su trayectoria académica y sus trabajos anteriores a la política. El más reciente ejemplo lo hemos tenido con la nueva vicepresidenta que fue presentada por Sánchez como la más prestigiosa experta en su campo. No ha escrito nada, no ha cursado un doctorado en ninguna universidad y no ha superado una oposición. Es imposible que Aegesen sea una experta. Es otra sanchista que ha hecho su carrera profesional gracias al amiguismo y la arbitrariedad.

Los militantes consagran la impunidad política, pero no la judicial. Es otro de los frentes de crítica y ataque de los seguidores de Sánchez. Es una nueva muestra del respeto por las instituciones. Por supuesto, sus corifeos mediáticos aplauden con gran fervor y repiten como papagayos los argumentarios monclovitas. Ahora son, también, juristas. Hasta hace unos días eran ingenieros y defendían al Gobierno en el tema de la catástrofe de la DANA. Eran expertos, supongo al igual que Aegesen, en infraestructuras hidráulicas, ferroviarias y de todo tipo.

Nadie mueve a los jueces como si fueran marionetas. Es una vergüenza escuchar a ministros, altos cargos y mamporreros mediáticos descalificar al Poder Judicial. Es una falta de objetividad lamentable, pero tampoco me sorprende. Entre las más chorradas memorables que hemos escuchado estos días nadie puede superar a María Jesús Montero, cuyo su mundo se reduce a la bronca y los insultos. El acusar de golpismo al PP, el partido más importante de España, es tan alienígena como nuestra vicepresidenta bocazas. Al menos, en el felipismo y el zapaterismo tenían más estilo y no confundían la política o el gobierno con la barra de una taberna de los barrios bajos. Me pregunto en qué tipo de entorno vivieron personajes como Montero y otros genios del sanchismo. El nivel de mediocridad, falta de preparación e inexperiencia profesional no tiene parangón con los dirigentes de la izquierda en ningún país europeo. No me extraña que quieran resistir a cualquier precio, porque nadie les contrataría. A lo mejor encontrarían algún hueco en los chiringuitos que están montando algunos ex dirigentes socialistas en República Dominicana, en los lobbies que están favoreciendo desde el Gobierno o en las productoras que se harán multimillonarias saqueando RTVE.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)