Red Bull
Sí, «bwana»
Los pilotos tienen que creerse que son los mejores para poder darlo todo luchando en la pista. Siempre ha sido así. Los jefes de equipo de la F-1 tienen, de media, más de 300 empleados trabajando para ellos. Dos de esos empleados, los pilotos, son especiales porque trabajan con un doble objetivo. El primero es con el equipo que les paga, o, a veces, al que ellos mismos pagan; el segundo es para lograr los resultados para sí mismos. Por eso, es difícil lograr que respeten las órdenes del que manda, como tenemos que hacer todos cada día en el trabajo.
En la F-1 siempre han existido las órdenes de equipo, encubiertas a veces bajo consignas ofrecidas a través de la radio por aquello de evitar a la FIA, y siempre bajo códigos nada sospechosos e incluso razonables. Que si hay que ahorrar gasolina, cuidar los frenos o los neumáticos, respetar al compañero de equipo si llega antes a la primera curva... Los puristas lo ven contrario a la competición auténtica y tienen su parte de razón. Yo he sufrido en varias ocasiones en distintas categorías, F-1 incluida, la angustia de ver cómo un buen resultado para todos, a veces incluso primero y segundo como ayer, podía haberse esfumado por intentar destacar más de lo razonable sobre el compañero. Mark Webber obedeció en Malasia y se lamentó de que Sebastian Vettel se escapara sin recibir la bronca que seguro nos «caería» a los demás en una situación similar.
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