Elecciones andaluzas
Pygmalion eligió mal
José Antonio (¡¡presente!!) Griñán, alias «llamadme Pepe», es un genotipo en vías de extinción, al menos como político leído y con un alto, siquiera un cierto, sentido del decoro: un marciano en su medio, o sea. También está tocado por el don del sarcasmo que, aunque siga envenenado por la manera innoble en la que su partido lo equipara a Chaves, practica con fineza en apariciones como la protagonizada en la Feria del Libro de Sevilla, acompañado por el puñado de afines, pocos, que le van quedando. Dijo, al día siguiente del waterloo de las primarias, que el diario «El País», el suyo predilecto y por sus presupuestos mimado, «ha sido siempre una agrupación más del PSOE». De cuerpo presente, el adjunto a la dirección del periódico aludido se mostraba encantado por la ofensa, la peor que puede escuchar un periodista. Le faltó añadir, si bien todo el mundo captó el sobreentendido, que habría sido el domingo, de haberse instalado urnas en la redacción, «una de las pocas en las que hubiese ganado Susana Díaz». Pero España ha cambiado tanto, que los editoriales sulfúricos de la mañana causan más risa que otra cosa entre la grey izquierdista, esa hueste alimentada opíparamente que evoca en sus cánticos a la «famélica legión»: niños pijos jugando a la Barbie-revolución con sus puñitos molones en alto. Griñán, que quiso ser presidente y Pygmalion a un tiempo, tiene su parte de culpa en esta trágica deriva. Le sobró soberbia y le faltó ojo clínico. Su «fair lady» resultó ser la peor candidata posible para enfrentarse con la ola populista que ha arrasado a la socialdemocracia. La sucesora se ausentó antier de la Feria del Libro, igual que hace tres años desprogramó su asistencia a la clausura para poder ver un Barça-Betis. Se conoce que aún no ha roto a leer.
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