Fútbol

Alfonso Ussía

Pinochets

La Razón
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A Pinocho le crecía la nariz cuando mentía. Le crecía mucho, como un pirulí horizontal. El apelativo o mote cariñoso de Pinocho en catalán es Pinochet. Preocupante coincidencia, diabólica casualidad. Puchdamón es muy mentiroso. Por lo tanto, al modo familiar, es un Pinochet. El futbolista Piqué es otro Pinochet. Más inteligente que Puchdamón, escrito sea de paso. Disculpo más a Piqué, por su condición de forofo del «Barça» y antimadridista visceral. Me sucede lo mismo. Soy forofo del Real Madrid y antibarcelonista boreal, y aun más, estratosférico. Cualquier contratiempo en el club del «Prusés» es para mí caricia, bálsamo y dulce cuchicheo. El Real Madrid me ha hecho infinitamente feliz. Y en ocasiones, me ha entristecido. Pero la mayor felicidad en mi afición futbolística fue la derrota en Sevilla, en la final de la Copa de Europa o «Championlí», del «Barça» en beneficio del Steaua de Bucarest, un conjunto vulgar a todas luces. La directiva del F.C. Barcelona había montado una cena gloriosa en el Hotel Alfonso XIII para mil comensales. De los mil comensales acudieron siete. No siete mil. Siete. Una semana más tarde, pasé por Sevilla y me alojé en el «Alfonso», que así se le dice por allí. Todavía se reían los recepcionistas, los conserjes, los camareros, los porteros y los músicos que amenizan los atardeceres en los corredores interiores. Y termino con Piqué, el Pinochet del «Barça». Ha dicho algo del palco del Real Madrid y de su ausencia de valores, estableciendo una influencia de Florentino Pérez en los problemas fiscales de las estrellas barcelonistas. Esos problemas nada tienen que ver con el Real Madrid, y sí, y mucho, con los papás de las estrellas barcelonistas. El gran reto judicial al que se enfrenta Neymar proviene de Brasil, y a Messi le han condenado a pagar un dineral porque «siempre ha confiado en su papá», de acuerdo a su declaración. Y por su puesto, bueno es recordar a Piqué que de haberse instalado el arbitraje por ordenador –VAR–, en el «Camp Nou», ni Aytekin hubiera salvado al Barcelona.

Pero, por aquello de ser menos inteligente que Piqué, Puchdamón es más Pinochet que el futbolista. Miente demasiado y siempre para despreciar a España. Ahora ha comparado la democracia española con la turca. El motivo, el mandato constitucional de nuestras Fuerzas Armadas. Mandato constitucional, es decir, articulado en la Constitución que los catalanes votaron por abrumadora mayoría en 1978. «Puchdamón» sabe que en los Estados Unidos, si un Estado se salta a la torera las leyes, las desobedece y se declara independiente, su «indapandansia» dura menos que un rollo de papel higiénico abandonado en una calle de Caracas. Y no hablemos de Francia, de Gran Bretaña, de Alemania y de otras naciones serias. En Alemania, por ser los alemanes sujetos constituyentes con iguales derechos –como en España–, acaban de tumbar un proyectito de independencia de Baviera.

Puchdamón, como Mas, como Pujol, como tantos otros vociferantes o silenciosos, han jugado a ser un Estado independiente sostenido y crecido por la corrupción establecida como método indispensable para alcanzar el fin. Y la mentira sistemática es la fundamental baza de los nacionalismos. Ignoro si en Boston le creció la nariz a Puchdamón, pero mintió como un travieso Pinochet, es decir, un Pinocho tratado con el cariño que justifica el trato familiar.

Que el mote íntimo y diminutivo de Pinocho en catalán sea de idéntica estructura literal que el apellido de un general chileno es algo que escapa a mi competencia, intención e ingenuidad.

Pinochets.