Alfonso Ussía
Patriótico sacrificio
La sutil y bien educada política catalana Pilar Rahola se ha declarado republicana, de izquierdas y, últimamente, independentista. Ha triunfado en las edificantes tertulias políticas de diferentes cadenas de televisión, dejando en sus actuaciones una huella, un halo de distinción difícilmente superable. Un observador medido y reacio a la exageración se atrevería a calificar a Pilar Rahola como la Grace Kelly de los platós y las tertulias. Siempre moderada, sin alzar la voz, lejana al insulto y la descalificación y con un bagaje cultural admirable.
Pilar Rahola también es una mujer sacrificada. Ha sacrificado su acendrado patriotismo catalán enviando a su hija pequeña, Ada, a estudiar en un elitista colegio suizo. Ha sacrificado su defensa de la enseñanza pública, matriculando a su hija pequeña, Ada, en un colegio privado helvético cuyo precio, por curso y estancia, ronda los 130.000 euros por interno. Ha sacrificado su republicanismo, llevando hasta Chesiérez, en el corazón de los alpes suizos, a su pequeña Ada, que estudiará en los mismos pupitres que la princesa Tatiana de Grecia, Alfonso Orleans-Borbón y la hija predilecta de Amancio Ortega, Marta, soberana heredera del imperio de Zara. El «Aiglon College» no es de fácil acceso. Para que un escolar sea admitido en su institución alpina, además de mucho dinero, tiene que demostrar que su árbol genealógico mantiene intactas todas las ramas. Y es hermoso y edificante que el frondoso árbol de los Rahola se haya situado a la misma altura que los robles de los Schlegwig-Holstein, los Orleans, los Borbón y los Ortega.
Pero lo más plausible en la difícil decisión adoptada por Pilar Rahola, ha sido privar a su pequeña hija de una educación académica en catalán. Abandonará el «Aiglon College» dominando el francés y el inglés, pero perderá fluidez en su idioma nacional, el catalán, que hablan seis millones de personas en el mundo. Un sacrificio parejo al que han hecho en Sudamérica muchos padres guaraníes, permitiendo que sus hijos renuncien al dominio excelente de su lengua y opten por aprender español, un idioma extraño, que hablan quinientos millones de personas en el mundo, a pesar de estar prohibido en determinadas zonas de España. Y en el «Aiglon College», ya le han advertido a la señora Rahola que ni un solo euro de los 130.000 que va a ingresar a cambio de la formación de su hija será invertido en un profesor de sardanas, lo cual es un doble sacrificio.
Celia Villalobos se atrevió a revelar el secreto de Pilar Rahola en una tertulia de la televisión. Y estalló Pilar con educación, mesura y su habitual elegancia, llamando a Villalobos a la cara «cerda». Insistió en la romántica descalificación porcina. «Eres una cerda. Muy cerda». Una mujer menos formada intelectualmente y sin la instrucción pedagógica de Pilar Rahola, hubiera seguido ascendiendo en los superlativos. «Cerda, muy cerda, cerdísima», pero Pilar prefirió detenerse en el término medio, ese que los ingleses definen «como el que incita la tos a los duques que no están resfríados». Esa tos que se enseña en Eton, pero no en el «Aiglon College» de Chesiérez, que al fin y al cabo, es tan sólo un colegio carísimo en una nación cuyo más celebrado héroe es Guillermo Tell, que no existió, y que de haber existido nada tendría de ejemplar. Un tipo que dispara flechas para atravesar las manzanas que se ofrecen sobre la cabeza de su hijo es, como poco, un peligroso majadero.
Ciento treinta mil euros. Los convierto en pesetas y me salen, aproximadamente, 21.800.000 de ellas. Un nuevo sacrificio el de Pilar Rahola, el económico. Se trata de una mujer de la izquierda radical independentista, y para una mujer en esas condiciones sociales, es harto trabajoso reunir 130.000 euros para destinarlos exclusivamente a la formación de su hija durante un año. Urge la creación de una ONG cuyo único fin sea el de recabar fondos para que otras mujeres, como Pilar Rahola, puedan permitirse el didáctico lujo de matricular a sus hijos en colegios suizos sin necesidad de ofrecer tantos sacrificios.
Nada tiene de crítica negativa este texto. Sus renglones han nacido y se han multiplicado desde la profunda admiración. «Los padres que renuncian al pan y al condumio diario para que sus hijos estudien en Suiza, cuentan con mi total admiración», dijo en cierta ocasión el subdiácono de Saint Piérre de les Fromáges, Jacques de la Jardiniére, de muy recomendable lectura.
Quizá haya dado en el clavo del destino de Cataluña nuestra admirada política independentista. A partir de ahora, menos «Estrelladas» y más chocolatinas «Lindt».
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