Cádiz
Paseo por la isla libertaria
En busca de la huella del hijo de Juan Luis, el de la fragua, el sabio Enrique Montiel nos pasea por San Fernando. Biógrafo de Camarón y enciclopedia viviente de La Isla, pueblo de ambos, satisface al fin la curiosidad del lego en flamenco. ¡El apellido del cantaor se escribe con ge, no con jota! Participó anteayer el ilustre cañaílla en la francachela de Diario de Cádiz, decano de la prensa andaluza que cumplió su centésimo quincuagésimo aniversario en los quioscos, o dondequiera que se vendiese antes, y que recogía, en 1867, la tradición librepensadora de sus abuelos de las cortes constituyentes. Doble emoción, o sea, por periodista y por liberal... y también porque la presencia de Felipe VI (faltó su esposa, pese a que es del gremio) desagravió, en cierto modo, el inicuo comportamiento del más vil de sus antepasados: nunca tan mítica localidad debió tomar el nombre del rey felón. Hay algo en esa bahía, con su paro desbordante y sus alcaldes bolivarianos, que rezuma modernidad. Lo dice un convencido detractor de los tópicos, al que el manido sintagma «cuna de la libertad» le produce tremenda desconfianza. Y sin embargo... Otro nativo de San Fernando, Álex Medina, acaba de regalarnos su segunda novela, una aventura disparatada a caballo entre las batallas de Trafalgar y Nueva Orleans, entre el istmo de su tierra y las marismas de Luisiana. Ninguno de sus personajes, ni siquiera el esclavo negro, Bob, desentonaría en la Venta de Vargas (La ventavarga): donde el artista más universal de la comarca cantaba cuando y como le daba la gana porque era, antes que nada, la casa de sus amigos. Y se podía permitir el lujo de despreciar el dinero de los señoritos porque sabía que lo esperaba una parroquia fiel en el cuarto de los cabales. Él también mandaba en su hambre.
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