Cástor Díaz Barrado
Ni pensarlo
La posibilidad de que Marine Le Pen, y el Frente Nacional, lleguen al poder en Francia y se hagan con la Presidencia de la República produce «escalofríos» políticos. Las elecciones en Francia no son una cuestión puramente interna sino que tienen una enorme trascendencia en el orden internacional. En estos momentos, la opción por la que se decidan los franceses será de mayor interés en la escena internacional que las pasadas elecciones en los Estados Unidos. El tradicional aislacionismo de los norteamericanos se activó, en la retórica, con el triunfo de Donald Trump, aunque la realidad nos venga demostrando que el nuevo presidente de los Estados Unidos está dispuesto a inmiscuirse y participar en las cuestiones que se susciten en todos los rincones del planeta. Pero la sorpresa por la victoria de Trump no ha provocado un «terremoto» en las relaciones internacionales ni se han producido, por ahora, cambios y transformaciones decisivos. Las elecciones presidenciales en Francia son de mayor calado. Los franceses no sólo deciden por el devenir de Francia sino que, a la postre, todos nos jugamos el futuro de Europa. No quiero ni pensarlo. El retroceso de los populismos que comienza a vislumbrarse, tan pronto, en algunos países como Holanda o Suiza es la expresión, en último término, quizá de una leve recuperación económica, cuando debería basarse, sobre todo, en que no hay futuro fuera de la Unión Europea, al menos, un mañana con prosperidad. Francia decide por todos nosotros. Sin Francia no hay Unión Europea y a los populismos, tanto de derechas como de izquierdas, no les gusta la Unión Europea, ni la integración, ni la cooperación internacional, ni lo universal. Los populistas son patriotas y aldeanos. No hay más interés que el cercano. Francia debe optar y no quiero ni pensarlo. Confiemos en que el triunfo de cualquier posición no populista impulse la integración en Europa. Francia y Alemania deben protagonizar de nuevo la refundación de Europa.
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