Marina Castaño
La pastilla
El ejercicio en una pastilla, el deseo en una pastilla, la energía en una pastilla, el sueño en una pastilla... ¿los sentimientos en una pastilla?, ¿el talento en una pastilla?, ¿las ideas en una pastilla?
A todo llegaremos, mi querido amigo, a todo llegaremos. Parece mentira, creemos que nunca va a llegar, pero cuando nos hacemos mayores lo vemos todo con más perspectiva, como de lejos, como si no nos tocara ni manchara, como con más cinismo en definitiva. Sí, el cinismo es el pringue del que todos nos vamos impregnando a medida que cumplimos años. Lo comentábamos en la radio el otro día, ya no vamos a tener que ir al gimnasio, ahora lo resolveremos con una pastilla que hará las veces de la actividad física necesaria para quemar calorías y, lo que es más importante, para no anquilosarnos. Los que trabajamos con el trasero pegado a una silla estamos de enhorabuena, pues esta droguita será capaz de replicar los cambios moleculares que provoca el ejercicio. Bien por la ocurrencia, pero ¿estarán incluidos también los beneficios psicológicos que produce ponerse en marcha? Está bien pensado para esa extraña especie de jóvenes que está surgiendo en el imperio nipón, que ya no sale de casa, que no se comunica verbalmente, que ya no se mueve ni de su habitáculo porque su existencia se limita al manejo de las redes sociales. Hace no mucho cenando en Londres en un restaurante de moda, en la mesa de al lado cinco jóvenes japoneses sin dirigirse la palabra entre ellos, sin apenas probar bocado ni reparar en el delicioso contenido de sus respectivos platos, se centraban en sus respectivos teléfonos móviles, accionándolos casi con frenesí.
Estamos en la era de las comunicaciones incomunicándonos cuerpo a cuerpo. Estamos en la era de la píldora milagrosa para todo, ya digo, para la actividad física, el deseo, la energía, el sueño...