Paloma Pedrero
La amistad
La amistad es un amor sin derechos. No hay papeles ni firmas, ni siquiera sexo. Sabes, entonces, que podrás dormir con él o con ella, abrazarlo sin miedo. No porque temamos al sexo, sino porque en el amor galante el sexo es principal y, a veces cansino personaje. En la amistad no hay reglas, salvo las que escribes con cada amigo en particular. No se comparte todo, sólo lo que el otro puede darte. Por eso dura, porque no pides más. Tampoco exclusividad, sería contrario a la naturaleza de este afecto. Deseas, muy al contrario, que tu amigo o amiga tenga otros amigos o amigas que le lleven por felices derroteros que tú no podrás visitar. Quieres que esté bien, que esté bien contigo y sin ti. A veces, incluso, pasas épocas apartado. No coincides. Los caminos se separan no sabes hasta cuándo, pero sí sabes que no hay tragedia, que ha de ser así. Y un día, un día te reencuentras y notas que no ha pasado el tiempo, que fue ayer la última vez que te viste, que te hablaste o que callaste porque no hacía falta decir nada. Y van pasando estaciones, y cuentas los años de amistad con asombro y melancolía. Compañero de viaje de la vida es ya, sin duda. Sin exigencia, sin más compromiso que el querer estar. A estas alturas de mi existencia puedo vivir con serenidad sin pareja, pero me resultaría imposible vivir sin amigos. Sin mis preciosas amigas revolucionarias y resolvedoras de entuertos, sin mis chicos diferentes y comprensivos, sin mi perra divina. Porque con mis amigos he conseguido lo que con ninguna pareja: desenamorarme y volverme a enamorar. Volverme a enamorar sin darme cuenta.
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