Iñaki Zaragüeta
De nuevo, objetivo Barberá
La ex alcaldesa de Valencia, para regocijo de sus enemigos –al parecer, están de puertas afuera y también de puertas adentro–, ha saltado de nuevo a la actualidad política por un caso cuyo núcleo es «entrega de mil euros al partido para ayuda de la campaña electoral, la acusación señala que se los devolvieron y ella niega que los recibiera». ¿Qué es lo que se tiene que demostrar? En mi opinión y de acuerdo con la Constitución, que se los devolvieron. Nadie lo ha hecho. Bueno, pues es como si protagonizara una extensa corrupción o un enriquecimiento multimillonario y personal. Lo mismo se puede afirmar de los concejales y asesores del PP en el Ayuntamiento de Valencia.
El caso es que Rita Barberá es objeto de una lapidación desproporcionada para el «affaire» que nos ocupa. De ahí que, aparte de sus reflexiones personales y las decisiones que pueda adoptar, desde el partido, como me decía ayer mi amigo Rogelio, estén deseando que dimita y se vaya, pero nadie se ha atrevido a decírselo.
¿Por qué? Primero, porque se trata de lo «que conviene», no de lo que marca la Ley ni los estatutos del Partido Popular. Segundo, porque el PP le ha dado mucho a Rita, pero ella le ha dado todo a su organización (no seré yo quien diga si más uno a otra u otra al uno, o igual) siempre con la lealtad por bandera. Tercero, su currículum justifica un trato, si no singular, sensible y de cierto cariño. Y finalmente, porque quien o quienes, a lo sumo dos, tendrían autoridad para reclamar su final, no lo han hecho. En mi opinión, sólo Rajoy y, en todo caso, Cospedal. Así es la vida.
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