Cástor Díaz Barrado
Crónica interminable
Lo que sucede, desde hace tiempo, en el Próximo Oriente no tiene fin. Parece imposible lograr la paz y tampoco se alcanzan acuerdos que permitan la estabilidad en la región. La decisión del presidente de los Estados Unidos de reconocer Jerusalén como la capital de Israel no sólo complica más las cosas sino que supone una ruptura intolerable de los acuerdos mínimos que se habían consagrado. Nada termina en el Próximo Oriente y tan sólo se produce una acumulación interminable de conflictos y enfrentamientos. La situación es cada vez peor y un repaso histórico, desde la Segunda Guerra Mundial, nos depara un panorama caótico. La noticia del triunfo sobre el Daesh que ha tenido lugar en Iraq se ha empañado por la situación en Yemen y por la decisión sobre Jerusalén. En Próximo Oriente, infortunadamente, no se producen buenas noticias y cuando alguna tiene lugar cabe temer que acontezca algo que suponga un nuevo paso atrás en la búsqueda de la paz. No obstante, la comunidad internacional debe poner fin a esta crónica sin futuro y, sobre todo, los estados que tienen la responsabilidad primordial en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Estados Unidos no debe animar los conflictos que existen sino que, por el contrario, debe optar por una prudente posición que vaya paulatinamente asegurando la paz en la región. Próximo Oriente está llegando al límite o quizá lo ha sobrepasado. Los enfrentamientos se suceden y acumulan y ninguno de los conflictos que existen se resuelven, tan sólo se agravan. Nada nos indica que quepa un futuro esperanzador para la región pero, por lo menos, deben sentarse las bases para que se garantice la paz y el mínimo entendimiento entre las partes enfrentadas. El logro de la paz no sólo tiene lugar con comportamientos activos que necesariamente deben producirse sino que, también, se alcanza con posiciones de abstención. El Próximo Oriente debe ser también una crónica para la paz.
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