Top Mantra

Colson

Tan solo parece que el poder esté en manos de unos aficionados temerosos. Ellos sabrán qué les asusta

Charles Colson (1931-2012) fue consejero y asesor del presidente Richard Nixon en los años cruciales de la Administración de éste último. Su destacada participación en el «Escándalo Watergate» sería decisiva en el proceso de «impeachment» contra Nixon, que acabó con su renuncia a la presidencia y provocó que Colson fuera condenado a tres años de cárcel tras confesar su participación en un delito de «obstrucción a la justicia». Colson declaró que «Se comprendió erróneamente el Watergate: todos creyeron que la gente que rodeaba al presidente estaba ebria de poder. Pero no se trataba en modo alguno de arrogancia. Era inseguridad. Dicha inseguridad comenzó a alimentar una cierta forma de paranoia. Reaccionamos excesivamente ante los ataques contra nosotros y ante un montón de cosas». El estilo de la Casa Blanca nixoniana adoleció de un alto grado de autocompasión, sentimiento que indudablemente tiene que ver con la «victimización», algo que observamos también en nuestro gobierno ahora, pues como vengo señalando aquí existen inquietantes semejanzas –salvando las muchas distancias– entre aquel gobierno U.S.A en los años 70 del siglo XX, y el que dirige España en estos tensos y difíciles años 20 del XXI. Como es lógico, por más que se empeñen quienes practican ese estilo de tintes desesperados, ni la autocompasión ni el victimismo son síntomas de poder, sino todo lo contrario: más bien parecen la prueba de una debilidad peligrosa. Conforme crecen los problemas judiciales –en otro momento de la historia menos inicuo hubieran hecho caer a cualquier mandatario–, se va afianzando el estilo de victimización y autocompasión. Quienes practican estas argucias, con las que pretenden tapar los amenazadores procesos judiciales abiertos, se muestran entonces como aficionados con más miedo que vergüenza. El mensaje que llega a la ciudadanía no es «El poder está sufriendo una injusticia», pues por definición el poder nunca puede ser víctima, ya que posee las atribuciones de fuerza legítima institucional que disfruta en todo el mundo. Tan solo parece que el poder esté en manos de unos aficionados temerosos. Ellos sabrán qué les asusta.