A pesar del...

«Celeste», o el bulo fiscal

Si tan solo los ricos pagaran no habría listas de espera kilométricas en la sanidad pública, el que paga lo hace porque piensa en «el país», el que defrauda daña «a todos los españoles», etc.

La serie Celeste, un bulo sobre la fiscalidad, es también un trabajo estupendo de Diego San José, con excelentes actores que recrean la historia de Shakira. En efecto, Celeste es una cantante mexicana que es investigada por Sara Santano, inspectora de Hacienda que interpreta Carmen Machi, para que tribute en España.

Basada, por tanto, en un caso real, le serie también cuenta alguna verdad importante y no siempre reconocida: la gente odia los impuestos, y, como recordó Emilia Landaluce en El Mundo, «Hacienda da más miedo que la Policía».

Dejando esto aparte, los creadores de Celeste se han tragado la propaganda del fisco, de la cruz a la raya, y le han añadido algunas ficciones propias. Por cierto, dicha propaganda no es habitualmente objeto de análisis –una excepción es CRB, María Blanco y Luis Daniel Ávila, Hacienda somos todos, cariño, Ediciones Deusto, https://bit.ly/3nGmWZS.

El mensaje central de la serie es que los ricos no pagan impuestos y son malvados. Si la cantante le regala un tratamiento oncológico a un admirador, la inspectora aclara que lo bueno es la sanidad pública, que los ricos donan solo «para desgravar», y que si pagaran «no tendrían que hacer donaciones», como si lo ético no fuera la ayuda libre sino la coacción. Pero la coacción aquí siempre es buena, mientras que lo relacionado con la defensa de los contribuyentes es mala. A un funcionario que abandona su carrera para asesorar frente a Hacienda se le retrata como a un criminal. Dado que gana dinero y tiene una lujosa vivienda, la inspectora protagonista le dice, seriamente, «nadie se paga esta casa haciendo cosas legales». Por supuesto, si tan solo los ricos pagaran no habría listas de espera kilométricas en la sanidad pública, el que paga lo hace porque piensa en «el país», el que defrauda daña «a todos los españoles», etc. Hay una identificación simplificadora y totalitaria entre los impuestos y el bien común.

No se cuestiona jamás la presión fiscal, y se presenta el consabido cuento según el cual los ricos son más poderosos que el poder político.

En la vida real, Shakira perdió tanto frente al fisco que, en sus palabras: «hoy mi patrimonio consiste en lo que gané antes de llegar a España y lo que gané después de salir de ella. Todo lo que gané en esos años se lo quedó el Estado español».