Biblioteca Harley-Davidson

Cataclismático

Para nadie ha sido una sorpresa saber que cada día somos más zopencos y que estamos perdiendo capacidad de comprensión lectora

Ya avisé en la columna de la semana pasada que ésta pensaba dedicársela a los resultados del informe PISA, que seguro conocen porque han creado estupor. Dedicado a ellos, he escogido el coqueto título que figura arriba. En parte, porque es una palabra muy ajustada y un poco arrinconada y, en parte, para conseguir que algún malpensado acuda al diccionario creyendo que me la he inventado. Cualquier iniciativa que consiga empujar a alguien hoy en día a abrir un diccionario creo que puede considerarse una hazaña y un hecho prodigioso y raro.

Evidentemente, para nadie ha sido una sorpresa saber que cada día somos más zopencos y que estamos perdiendo capacidad de comprensión lectora. Basta mirar a la marea de estupidez digital que nos rodea para constatar el hecho. Discrepo, sin embargo, con la idea común de que las cosas mejorarían dando de vez en cuando un buen cachete a nuestros alumnos. Seamos realistas, una bofetada nunca podrá prevenir que un niño se convierta en delincuente, solo sirve para aliviar los sentimientos de frustración de los padres. Los padres que dan cachetes a los hijos no lo hacen para corregirlos, sino para desahogarse ellos.

A mí personalmente no me produce placer abofetear a criaturas, del mismo modo que no me produce tampoco ningún placer gritar ante una celebridad o escalar un rascacielos para hacerme un «selfie». Pero eso no es razón suficiente para impedirles a otros que disfruten de sus placeres. Es obvio que muchos padres deciden tener hijos solo por el placer de ejercer autoridad sobre ellos. Hay tan pocos incentivos hoy en día para traer nuevos hijos a este mundo, que no deberíamos despreciar uno de los pocos que les quedan a las parejas jóvenes. Si mi malévolo sentido del humor les preocupa por provocativo, consuélense pensando que no está al servicio del actual gobierno. Y qué desmanes podría este hacer con él, en su habitual línea de defender lo injustificable.