Sin Perdón

El calendario de la resistencia

«La imagen de un presidente rodeado de problemas judiciales y sin capacidad de aprobar medidas importantes en el Congreso lanza un mensaje internacional demoledor»

No hay duda de que la voluntad de resistir es un valor importante en muchas circunstancias de la vida. No siempre es fácil, porque hay numerosos factores que lo hacen difícil. En el caso de Sánchez sabemos que es capaz de cualquier actuación o cambio de opinión para permanecer en el poder. Es una determinación que no tiene parangón en ningún país de nuestro entorno. Por cuestiones menos importantes que las que le afectan han dimitido presidentes del Gobierno y ministros. Por tanto, tiene esa clara voluntad, cuenta con recursos económicos y mediáticos ilimitados y no hay fisuras, por razones diversas, en su entorno y su partido. Nadie le dirá que es el final del camino, porque hay muchos intereses y beneficios en juego para los que están a su lado. La alternativa es pasar a la oposición, ya que una cuestión de confianza o una moción de censura abocan a unas elecciones donde es imposible la formación de un gobierno de centro izquierda.

En este caso utilizo un término tan duro como contundente, porque Sánchez sabe mejor que nadie que su única posibilidad de supervivencia pasa, necesariamente, por agotar la legislatura. La velocidad de la información hace que una noticia tape a la anterior y que se olviden o minimicen los escándalos y los ataques al Estado de Derecho. A esto hay que añadir la estrategia de frente popular que es eficaz en clave partidista, aunque me parezca desastrosa para la convivencia nacional. Sánchez pasará a la Historia no por los aciertos que haya podido tener, sino por unas prácticas que son reprobables en una democracia. Los que más duros serán, precisamente, los que ahora le apoyan. Las lealtades en política son muy efímeras y van unidas al cargo que se ocupa. En lo que dure la legislatura veremos como la radicalización crece exponencialmente y se utiliza cualquier resquicio en esa dirección.

La recuperación de Franco, utilizando el aniversario de su muerte, para montar actos partidistas con recursos públicos es una muestra de su ilimitada capacidad de buscar beneficios personales sin importarle las consecuencias. Feijóo acierta ignorando esta campaña propagandística y hubiera sido un error monumental sumarse a tamaño despropósito. Una operación como está es algo que no sucedería en ningún país europeo y es propia de la izquierda radical iberoamericana. Al margen de la desmesura de la celebración, no hay que esperar ningún rigor académico sino populismo e ignorancia a borbotones. Nuestra democracia no necesita celebrar la muerte del dictador con actos de manipulación histórica y propaganda partidista. Es un paso más en ese deleznable estilo de hacer política. Por supuesto, servirá para favorecer económicamente a mucha gente, incluidos profesores serviles con el poder, que se prestará gozosa a un nuevo esperpento de la factoría monclovita. Sánchez no puede dar ninguna lección de democracia y ética política y mucho menos intentar estigmatizar al Partido Popular que le ha derrotado en las urnas. Al líder del PSOE le interesa que Franco siga vivo, para cohesionar a la izquierda ante un enemigo inexistente. No puede dar lecciones quien ha pactado con los antisistema, los independentistas y los herederos de ETA.

La clave de su supervivencia está en saber el precio que está dispuesto a pagar a Puigdemont. Con el resto de los aliados lo tiene más fácil. Es cierto que Podemos es una incógnita, porque en cualquier momento puede llegar a la conclusión de que le interesa unas elecciones anticipadas. La descomposición de Sumar es evidente y tiene la oportunidad de sustituirla como la principal formación de la izquierda radical. La continuidad de Yolanda Díaz es una gran oportunidad para Pablo Iglesias. El calendario de resistencia de Sánchez tiene frentes judiciales y políticos. Los primeros le ponen muy nervioso personalmente, porque afectan a su familia, así como a estrechos colaboradores pasados y presentes. Los ataques al Poder Judicial no paralizarán la correcta marcha de las instrucciones, porque los jueces se mueven únicamente por el imperio de la ley. Hay pocos que estén dispuestos a ponerse al servicio de un partido como hace Conde-Pumpido. Las pruebas serán las que determinarán si existen causas objetivas que conduzcan a la celebración de juicios orales. Los ataques al Poder Judicial y los medios de comunicación no condicionarán las decisiones que adopten los jueces instructores. Por tanto, la agenda judicial que afecta a su familia, su partido y su Gobierno seguirá su ritmo procesal con las incuestionables garantías que amparan a los investigados.

La crisis de credibilidad no le importa, porque espera que el ruido, la propaganda y el frentismo consiga cohesionar a la izquierda a su alrededor. Es cierto que la crisis de Sumar introduce una inquietante variable y la división de ese espacio con Podemos comportaría una importante pérdida de votos en las próximas elecciones. ¿Podrá aguantar con Puigdemont en la oposición? No parece fácil, ya que la agonía parlamentaria será insoportable. A pesar de la propaganda y la manipulación de los datos macroeconómicos, que es un clásico del sanchismo, el coste es enorme y afecta a la credibilidad de España y sus instituciones. La imagen de un presidente del Gobierno rodeado de problemas judiciales y sin capacidad de aprobar medidas importantes en el Congreso lanza un mensaje internacional demoledor. En pocos días puede visualizarse que Puigdemont no es su rehén gracias a una amnistía chapucera que muestra una técnica jurídica deplorable y atenta contra principios constitucionales. Esta norma arbitraria, que es la consagración de la impunidad y los privilegios políticos, no se puede aprobar en una democracia. Estamos ante la creación de un derecho excepcional ilimitado que expresamente no se incluyó en la Constitución y se hace ahora por medio de una ley singular. Otra cuestión distinta hubiera sido el indulto que sí está constitucionalmente previsto.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)