Opinión
Las alianzas negativas
Los partidos políticos que surgieron a raíz del 15 M del año 2011 se van disolviendo a la misma velocidad con la que surgieron
Los partidos políticos que surgieron a raíz del 15 M del año 2011 se van disolviendo a la misma velocidad con la que surgieron. Ciudadanos, herederos de la UPyD que capitaneó por Rosa Díez, ya forma parte del museo de la política española. Podemos empezó con fuerza después de las elecciones europeas de 2014, logró integrar mareas, partidos de ultraizquierda e, incluso a IU, que se encontraba en plena agonía. Las cosas han cambiado y han sido tragados literalmente por Sumar. Sumar, que ha sido el último experimento fracasado de crear un movimiento de izquierdas sin estructuras orgánicas definidas, en torno a un liderazgo, el de Yolanda Díaz. No obstante, el arco parlamentario sigue muy fragmentado, la consecuencia son las inestabilidades y problemas de gobernabilidad que provoca.
Por la derecha, el aglutinamiento de voto en torno al PP ha resultado incompleto. Aunque Vox ha caído, no ha sido insuficiente, otra cuestión son las posibilidades de supervivencia a medio plazo.
España ha quebrado la tendencia alcista de la extrema derecha europea y Vox ha entrado en un proceso de crisis interno que le puede llevar a la desaparición. El 23 J, el sector más extremista de la ultraderecha afrentó a Monasterio, impidiendo su presencia en la sede nacional de Vox: una declaración de guerra a todas luces. La victoria de los halcones sobre el sector menos ultra culminó con la dimisión de Espinosa de los Monteros.
Es un episodio más de la lucha interna que experimentan las nuevas organizaciones en la lucha por el poder. El proceso ha sido idéntico en todos los partidos que han crecido al calor de la crisis del bipartidismo, primero, discrepancias internas, a continuación, creación de corrientes internas, lucha por los puestos de responsabilidad y, finalmente, crisis, pérdida de apoyo electoral y extinción.
En el caso de Vox se suman otros factores, por ejemplo, que no es santo de la devoción de los poderes económicos, preocupados por la percepción de que Abascal se ha convertido en el mejor aliado de Sánchez para frenar a Feijóo.
El adversario principal del PP no es Sánchez, sino Vox. Mientras que en la calle Génova se debaten entre los partidarios de confrontar con los ultras y los que prefieren darles el abrazo del oso.
Si el PP da con la fórmula o si Vox cae por méritos propios, significaría la hegemonía de los populares en muchos años porque Sánchez, en lugar de situar al PSOE como gran partido aglutinador del voto de izquierda, se dedica a intentar alianzas negativas.