Los puntos sobre las íes
Y ahí sigue Irene Montero más chula que un ocho
Mucho Rubiales, muy poco Sánchez, y mientras tanto, Irene Montero dándonos lecciones éticas y restregándonos su delictiva ley del sólo sí es sí desde la poltrona ministerial
Rubiales por la mañana, Rubiales por la tarde, Rubiales por la noche. Rubiales 24/7. Cualquiera diría que la polémica protagonizada por el ¿ex presidente? de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) ha sido la única noticia de agosto, ex aequo con el descuartizamiento perpetrado por Daniel Sancho. Uno leía los periódicos, escuchaba la radio y veía la tele y aparecían dos caretos sistemáticamente: el del granadino y el del nieto de Sancho Gracia. La balcanización de España a velocidades supersónicas, el precio de la gasolina, más alto que nunca, esa espiral inflacionista de la electricidad que mata a las familias y el encarecimiento de las hipotecas (en torno a un 50%) han pasado desapercibidos. Sánchez, la amnistía que va a conceder al nuevo rey de España, Carles Puigdemont, y otros 4.000 golpistas y la tormenta económica perfecta que se adivina en lontananza ni estaban ni se les esperaba. Lo cual no quita para enfatizar lo obvio: que lo de Luis Rubiales fue tan impresentable en las formas como deplorable en el fondo. El presidente de la RFEF no puede besar en la boca a una jugadora, ni siquiera en el caso de que hubiera consentimiento y por mucho que la víctima, Jenni Hermoso, bromease sobre ello, que bromeó, tampoco cargar a otra como si fuera un saco de patatas y desde luego resulta surrealista que se toque ostentóreamente la entrepierna en el palco. El Mundial podría haber constituido su dulce venganza contra el ex militante de Fuerza Nueva Javier Tebas, que hace un lustro emprendió una campaña contra él por tierra, mar y aire por periodistas interpuestos. Conviene no olvidar que el siciliano presidente de la Liga reparte la friolera de 35 millones entre los medios. Cifras publicitarias similares a las de gigantes del Ibex que facturan 20 veces más. Sea como fuere, Rubiales convirtió el acto de reafirmación que para él fue levantar la Copa del Mundo en su apocalipsis. Las críticas al canario de Motril son merecidas: el presidente de una institución tan relevante no puede comportarse cual vulgar Torrente. Lo que me repugna es el doble rasero imperante en la vida pública. Si el que incurre en un acto machista pertenece a la casta de izquierdas, se trata de un error, naturalmente, y los niveles de comprensión y perdón se disparan más allá de lo humanamente razonable. Si es un gerifalte pepero o voxero está condenado de antemano. Yo me pregunto por qué los que ahora organizan manifestaciones y exigen la cabeza de Rubiales se hicieron los suecos cuando Okdiario desveló aquel mensaje de Telegram de Pablo Iglesias en el que pedía «azotar a Mariló Montero hasta que sangre». Por qué estos cómplices del infinito machismo de El Coletas relativizaron o banalizaron la tropelía que representa una Ley Montero que ha puesto en libertad a 117 violadores y pederastas y ha recortado la condena a otros 1.038. Por qué no exigieron la destitución de la responsable de esta salvajada en forma de regalo a viles depredadores sexuales. Por qué callaron como putos cuando se conoció que el vicepresidente de Pedro Sánchez abusaba del poder que le otorgaba su condición de profesor para conminar babosamente a sus alumnas a irse con él al baño. Por qué pasaron de montar un Me Too cuando, desde la tribuna de oradores, este indeseable ofreció a Andrea Levy su despacho para que se «entendiera» con el diputado Miguel Vila. En fin, que mucho Rubiales, muy poco Sánchez, y mientras tanto, Irene Montero dándonos lecciones éticas y restregándonos su delictiva ley del sólo sí es sí desde la poltrona ministerial. Auténtica Marca España.
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