deporte
Campeones sin presidente
Fue el maltrato del kirchnerismo a los jugadores lo que provocó que se negaran a ir a ver al presidente Fernández
El presidente argentino, Alberto Fernández, tiene muchos defectos, pero no es idiota. Cuando terminó el partido frente a Francia, que consagró a la selección albiceleste como la nueva campeona del mundo, su prioridad fue conseguir que el equipo capitaneado por Lionel Messi acudiera a la sede de la presidencia, la Casa Rosada de Buenos Aires. Fracasó.
Escribió Joaquín Morales Solá en el diario La Nación: «El presidente de la AFA, Chiqui Tapia, un viejo pastelero político, dejó la pastelería a un lado y fijó su prioridad: conservar la buena relación que enhebró con el plantel de jugadores. Tapia se negó a presionar a los jugadores para que visitaran la Casa de Gobierno. Ninguno de esos deportistas quiso caer en la fractura que divide a la sociedad argentina. Alberto Fernández se convirtió, de esa manera, en el primer presidente argentino (y único en el mundo) al que una selección deportiva ganadora de un campeonato mundial le negó la oportunidad de un saludo». Cualquier mandatario aprovechará políticamente el tirón de un triunfo semejante. Esto, por hablar solo de la Argentina, valió para Videla igual que para Alfonsín. Aunque, como muchos argentinos recuerdan, Alfonsín tuvo el decoro de no salir a saludar a la muchedumbre en el balcón que da a la Plaza de Mayo, que quedó reservado solo a los futbolistas. El actual ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, aseguró a los jugadores que el presidente repetiría el gesto de Alfonsín. Desconfiados, prudentes, no aceptaron. En un reciente viaje a mi Argentina natal escuché comentarios en el sentido de que fue el maltrato del kirchnerismo a los jugadores lo que provocó que se negaran a ir a ver al presidente Fernández. El maltrato adoptó diversas formas, desde persecuciones fiscales hasta críticas en los medios de comunicación afines al poder, pasando por los respiradores donados por Messi al comienzo de la pandemia y bloqueados en la aduana. Están allí todavía.
La hostilidad kirchnerista hacia Messi y sus compañeros es, por otro lado, bastante comprensible, porque la selección encarna lo opuesto a lo que representa ese régimen populista, el más corrupto de la historia reciente de la Argentina. En efecto, los jugadores, en su mayoría de origen modesto, han salido adelante gracias a su talento y su esfuerzo en un mundo global, abierto y competitivo. Como lo hizo, por cierto, el país antes del peronismo.
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