Alberto Rodríguez
Una patada que vale un escaño
«En este caso se mezclan los intereses partidistas en una situación incómoda para el PSOE»
Es curioso que la izquierda política y mediática reste importancia a que el diputado podemita Alberto Rodríguez haya sido condenado, por sentencia firme del Supremo, por haber dado una patada a un policía en 2014. Es un tema menor y cabe suponer que no le importaría sufrir una agresión similar. Por lo visto, era solo un desahogo sin importancia, porque los antisistema se consideran por encima de la ley y los tribunales. No es una insensatez que se tenga que cumplir la sentencia y que, por tanto, pierda la condición de diputado. Al margen de ello, es un desdoro para esta Cámara, que representa a la soberanía nacional, contar entre sus filas a alguien que no respeta la autoridad. No existía ninguna razón que pudiera justificar la agresión contra un funcionario público que cumplía con su deber. No me sorprende que algún letrado de las Cortes avalara que mantuviera el escaño, porque en Derecho se pueden hacer las interpretaciones más estrafalarias para complacer al cliente, que en este caso es la coalición socialista comunista.
Es bueno ponderar la prudencia de los funcionarios que están sometidos a los caprichos y arbitrariedades de los políticos. A nadie le gusta sufrir sus iras y supongo que habrá letrados de izquierdas, es triste tener que poner etiquetas, dispuestos a elaborar un dictamen que complazca a quien lo encarga. A los ojos del poder, el autor merecerá una justa recompensa. No dudo, además, de que estará bien elaborado y no caerá en el ridículo. Hay muchos casos, casi infinitos, en los existen interpretaciones y matices, porque los juristas viven, precisamente, de ello. En materias penales, la claridad no impide que se busquen salidas imaginativas incluso cuando las cuestiones están muy claras. En una perspectiva extrema, nada que ver con este polémico diputado, vemos como criminales atroces tienen derecho a la defensa y los abogados la ejercen, con mayor o menor dignidad, a pesar de su repugnancia. En este caso se mezclan los intereses partidistas en una situación incómoda para el PSOE que tiene que rescatar a su socio de coalición. Lo más sorprendente ha sido leer los argumentos de leguleyos de los que han acudido al rescate, para justificar que siga siendo diputado alguien indigno de ostentar esta condición, tras ser condenado por un comportamiento violento.
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