Afganistán

De héroes y tumbas

A los militares, policías y diplomáticos les debemos que la evacuación de Kabul no haya sido la catástrofe que se pudo prever tras el discurso del presidente de Estados Unidos del 14 de agosto

No sé si los militares, los policías y el resto del personal diplomático y civil que ha participado en la evacuación e Kabul han protagonizado algún acto heroico. Seguramente sí, y llegará el momento en que habremos de conocerlos. En cualquier caso, no se requiere ser un héroe para cumplir, como han hecho ellos, con su deber: su deber para sus compatriotas, para los amigos afganos y para su país. Seguro que es gente que distingue bien la distancia entre el deber y el heroísmo. Y por lo mismo, seguro que es gente que no se avergüenza de su país.

A ellos les debemos que la evacuación de Kabul no haya sido la catástrofe que se pudo prever tras el discurso del presidente de Estados Unidos del 14 de agosto. En vista de lo ocurrido, y teniendo en cuenta que una operación como esta no se improvisa, también resulta verosímil que haya habido una considerable preparación previa por parte del Ministerio de Defensa y de Asuntos Exteriores. Si es así, también llegará el momento de conocer cómo se ha desarrollado: la planificación, la relación con los socios europeos, el trabajo sobre el terreno con los afganos en peligro.

Sin necesidad de dar las explicaciones que entonces será conveniente dar –dentro de lo que se pueda, claro está– lo que sí era deber del Gobierno era convocar a la oposición para exponerles los objetivos que se había propuesto. Resulta incomprensible esta obcecación de los gobiernos centrales por no intentar ni siquiera elaborar un acuerdo público en torno a decisiones que son motivo de preocupación nacional. Bien es verdad que encaja mal con el carácter de Pedro Sánchez, que no salió para respaldar a las tropas y a los españoles destacados en Kabul y esperó al final de la operación, cuando ya se sabía que no iba a haber bajas como las que han tenido los norteamericanos, para sacar pecho. Eso no es cumplir con el deber, ni, menos aún, asumir el liderazgo. En cuanto a heroísmo, no hay nada que hablar del asunto.

Y seguramente es esto lo que acabará con Sánchez, como corrobora de nuevo la encuesta de NC Report publicada ayer en estas páginas. Aparte de una incapacidad personal manifiesta para asumir el liderazgo que le corresponde, Sánchez, por voluntad propia, se encuentra a la cabeza de una coalición desde la que no puede dirigirse al conjunto de los españoles: de hecho, una parte de ellos abomina de lo que nos une, como el Ejército, y así se demostró ayer en el Congreso. El Estado, como ha ocurrido en la evacuación de Kabul, funciona bien cuando los responsables políticos toman decisiones razonables. No puede suplir, en cambio, la falta de unidad y de criterio.

Después de esta operación, Sánchez se prepara para hacer valer su parcela recién adquirida de prestigio internacional. La oposición tiene el deber, primero, de hacer comprender al Gobierno que va a controlar minuciosamente los pasos que dé a partir de aquí y, además, que ella sí está dispuesta a asumir el liderazgo que le corresponde como representante del conjunto de los españoles.