Eutanasia
Sí a la vida
Creo que en toda situación hay que luchar hasta el final.
Ayer celebramos el día internacional de la vida, y hace justo una semana que España se unió a Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Canadá como uno de los primeros países del mundo en legalizar la eutanasia.
Podrán solicitar este irreversible final los pacientes que sufran una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante.
Creo que en toda situación hay que luchar hasta el final. Así lo defiende la plataforma «Sí a la vida», que cumple 10 años y celebraron su evento anual el pasado domingo con testimonios emocionantes, motivadores, milagrosos.
Nunca creí en la eutanasia como final de una vida, porque mi padre, si hubiera estado legalizada, como siempre me recuerda, me habría «eutanasiado» con doce años. Fijaos si es peligrosa esta práctica cuando no sabemos las técnicas o milagros que pueden obrar los médicos, tus fortalezas o el destino.
Sin embargo existen dramas que hacen reflexionar, como el caso de una joven norteamericana recién casada, con un cáncer cerebral terminal dolorosísimo, que pidió la eutanasia en Oregón. Su historia me conmocionó. La condición allí es ser mayor de edad y haber dejado constancia del deseo de morir varias veces de forma oral y escrita. Nos dejó voluntariamente por una razón de peso. En su mejor momento (veintinueve años, recién casada y pensando en tener hijos), unos constantes dolores de cabeza la hicieron descubrir que tenía el tumor más mortal de los tumores cerebrales.
Dejó claro que su principal mensaje era el amor por vivir: «Valorar la vida es estar seguro de que no te pierdes nada».
A la autora del libro «Mar afuera», una severa atrofia muscular no le impide disfrutar la vida, aunque lo haga en una silla de ruedas y sin total autonomía. Ella afirma: «Respeto la eutanasia, pero no la comparto». Eso es amar a la vida, aunque esta no te haya dado las mismas oportunidades ni las mismas herramientas que a la mayoría. A Mar le ha dado mucho más. Le ha proporcionado unas alas para poder volar, un corazón repleto de un amor infinito y una familia dispuesta a vencer todas las enfermedades del mundo. Ojalá todos tuviéramos esa actitud.
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