Música
Sergio Dalma: «Si conociera a Galilea por redes, le diría que soy más alto»
Celebra «30... y tantos» años en un escenario con un recopilatorio de temas de siempre y tres canciones nuevas; en «Donna» introduce un nuevo estilo junto con Dvicio
Se confiesa adicto a los aplausos. De momento, ha prometido 10 años más por delante «si la salud y la conexión con el público» se lo permiten. En sus inicios, le llegaron a cerrar puertas, pero «siempre creí en mí». Celebra los «30... y tantos» que lleva en el escenario con disco y gira. El piropo que más le ha llegado es cuando le dicen: «Eres la banda sonora de mi vida». Y asegura que le sigue emocionando cuando sus padres van a verle a un concierto.
–¿Qué estaba pensando el día que decidió que quería ser cantante?
–Era muy pequeño cuando ya me gustaba subir a un escenario a hacer el payaso. Con 16 años me lo planteé en serio y tuve el apoyo de mis padres, pero sin dejar los estudios. Pero nunca me planteé que podría llegar tan lejos. He tenido la suerte de contar con la fidelidad del público.
–Celebra los 30 y tantos. ¿Cuando llegue a 33 le llamarán el mesías de la música?
–(Risas). No, yo lo que quiero es que la gente me recuerde siempre con cariño. Y sí, un poco superviviente te notas en este mundillo después de tantos años.
–¿Cuántas veces sonrió por no llorar?
–Muchas. Reconozco que, últimamente, no me da apuro decirlo, soy de llorar mucho y fácil.
–¿La última vez que lloró?
–Viendo las imágenes de Barcelona, una ciudad en la que he crecido mucho como profesional y he pasado bastante tiempo. Me da pena ver lo que está pasando.
–«Bandera blanca» sería una canción para lo que ocurre en Cataluña?
–Total. La recuperé porque no solo quería las típicas que la gente esperaba, sino estas caras B de un disco, que, a veces, pasan desapercibidas. Y creo que «Bandera blanca» manifiesta de una manera muy abierta buscar ese pacifismo.
–«A buena hora»... ¿qué?
–A buena hora que uno sigue trabajando en lo que en un principio era mi vocación y sigue siendo ahora mi profesión.
–¿Qué piensa cuando le vienen con una cassette suya de sus inicios?
–Me sigue sorprendiendo incluso que haya gente que tenga toda mi discografía, porque me parece que ni yo la tengo.
–Si hoy le esperara Galilea en un bar, ¿de qué color iría vestida?
–(Risas). Me imagino que a lo mejor llevaría una flor. ¡Lo importante sería que llegara! A la hora de repescar el Galilea me planteé, así como cambiamos la música, si en vez de decir que se conocieron por vía postal era mejor que lo hicieran a través de las redes sociales. Pero pensé que era también bonito mantener esa nostalgia.
–Si se hubieran conocido por las redes sociales, ¿seguiría esperando en el mismo bar?
–Seguramente seguiría mintiendo con eso de que soy más alto y muy guapo.
–Existe el movimiento de las «dalmáticas». ¿También le relacionaron con «101 dálmatas»?
–En un principio, sí. Recuerdo que en más de una ocasión me regalaron las fans alguna camiseta. Y a veces en plan cachondeo llamo a algún amigo y le digo: «Soy el dálmata». Es bueno reírse de uno mismo.
–Hay tres temas nuevos en su disco...
–Queríamos dar un paso más, dejar entrever cuál es el futuro más inminente con ese «Donna» donde a lo mejor esperaba la gente una balada y hemos salido con algo positivo, fresco, muy respetuoso y en el que la mujer sigue siendo la protagonista al decir: «Si es un no, no te molesto». Luego, «El diablo en el cuerpo» es una canción que marca mucho el espíritu en directo de Dalma y el «Joven loco desalmado» es un tema de Paul Brahms. Admiro a esas personas con tanto talento y es una forma de componer y de fraseo que podría dejar ver lo que puede ser el futuro de mis próximas baladas.
–¿Cómo surgió su colaboración con Andrés Dvicio?
–Andrés me había presentado una serie de temas para el repertorio, me gustaba lo que hacía y cuando me presentó la parte del fraseo, que yo no quería que cayera en el rapeo o reggetoneo, me gustó. Es pura creación suya. Es muy talentoso.
–En su nuevo disco recoge anécdotas. Cuénteme alguna...
–Sí. Recuerdo una. Siempre vamos a visitar a unos amigos que tienen su Llagar de la sidra en Gijón. Una vez, Damico y yo probamos la sidra de todas las barricas y me dijeron: «Cuidado, que eso no va bien para la voz». Pues yo creo que ese día canté de maravilla.
-Si le llaman y le quieren hacer ministro, qué diría?
-A, no... yo no quiero saber nada de la política. No la entienden los políticos, como para meterme yo.
-Tantos años después sabe cómo solucionar lo de Cataluña?
-Eso si que es preocupante porque no sé, quiero pensar que si tiene que haber alguna solución. Pero si los mismos políticos no se sientan y no ven... Es tal el desengaño que tenemos todos ante la situación política de España en general y la impotencia que uno siente... Espero y no quiero perder la esperanza de que se pueda arreglar.
-Dicen que los calcetines son las nuevas corbatas. Cuáles son los más raros que tiene?
-Yo siempre llevo calcetines, me gusta... Recuerdo que hace años llevar el pantalón corto era horrible y ahora es tendencia. Tengo unos de lunares como muy flamencos y tenía unos con notas musicales.
-Cuando uno termina un disco, piensa en el siguiente?
-Si, de alguna manera me gustaría empezar a buscar repertorio para uno inédito y hacer también otro inédito en catalán. Es algo que lleva mucho tiempo rondándome y de trabajar con autores de allí. Pero también estamos diseñando el show de este año.
-Si sonara Bailar pegados a quién sacaría a bailar?
-A todo mi público y los abrazaría bien fuerte. Sigo pensando que si todavía existo aquí es gracias a ellos.
-El piropo más curioso que le hayan dicho estos 30 años...
-Soy bastante tímido y más que piropo, el que te digan eso de “tú eres la banda sonora de mi vida”.
-¿Qué le dicen ahora sus padres?
-Mis padres tienen muy asumido este trabajo, no les canto, pero recuerdo cuando hice lo de Vía Dalma les emocionó porque eran las canciones que ellos me enseñaron, cantábamos juntos entonces y ahora estaban cantadas por mí. A mí me sigue emocionando cuando vienen a un concierto. Hacía tiempo que no venían, asistieron al último y era una pasada tenerlos ahí.
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