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Minimizar riadas imitando a la naturaleza

La tragedia de Valencia abre el debate sobre cómo adaptar el territorio a eventos extremos. Aparte de no construir en zonas inundables, hay todo un catálogo de infraestructuras para ganar espacio a los ríos y retener el agua

Jardín Illa
Jardín IllaLANDLAB

¿Se podría haber evitado la tragedia que vive Valencia? Y desde ahora ¿qué hay que hacer para prevenir futuras riadas en un contexto de eventos extremos cada vez más frecuentes? «Cuando se trata de una crecida excepcional como en este caso siempre habrá algún daño, pero hay que intentar minimizar el riesgo, sobre todo, en zonas construidas mejorando la infiltración del suelo. También hay que aplicar medidas río arriba y esponjar los terrenos agrícolas y forestales, ampliar los espacios para los ríos y aumentar la vegetación de ribera. Se trata de reducir al máximo esos picos de arrastre de agua que funcionan como un tsunami», dice Carles Ibáñez, director científico del Centro en Resiliencia Climática (CRC), quien señala el caso del Mississippi que cuenta con canales paralelos al río desde 1927 para evitar que Nueva Orleans se inundara.

Desde el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos recuerdan que en 2007, y en colaboración con la Confederación del Júcar, se hizo un plan de gestión de los riesgos de inundación de la Rambla del Poyo –una de las que ahora se ha desbordado–, y se llegó a unas soluciones que desde el punto de vista económico «eran perfectamente viables, pero no llegaron a ejecutarse. Entre ellas figuran un plan de reforestación aguas arriba; la construcción de un conjunto de micro-presas para disminuir la escorrentía y en la zona de inundación, el establecimiento de corredores verdes para recoger el agua y reconducirla al nuevo cauce del Turia». Además, como se ha publicado esta semana en 2001 se aprobó el Plan Hidrológico Nacional que contemplaba entre la construcción de una presa en Cheste, solo unos kilómetros antes de la zona afectada por la DANA. La presa desapareció de los planes públicos tras la retirada del Plan Hidrológico durante el gobierno Zapatero.

Más allá de mejorar o aplicar los sistemas de alerta y educar, lo primero es no construir en zonas inundables, señalan desde Ecologistas en Acción. Solo en Valencia, Alicante y Murcia hay 280.000 viviendas en terrenos inundables. «Es urgente obligar a la inmediata adaptación de los planes municipales a la Cartografía de Zonas Inundables y de Zonas de Flujo Preferente y al cumplimiento efectivo de la obligación de informar en la compraventa de viviendas de su ubicación en zonas inundables», dicen. La organización, además, es uno de los muchos organismos que piden medidas más claras de adaptación ante eventos de este tipo: «Son necesarias políticas urgentes y más contundentes de mitigación (reducción de emisiones, conservación de la biodiversidad y los ecosistemas) y de adaptación al cambio climático». Algo en lo que viene insistiendo el IPCC desde 2022.

Obras grises y verdes

La adaptación abarca un amplio catálogo de soluciones: «Obras muy simples pueden ayudar a evacuar grandes cantidades de agua que se embalsan de forma natural con sólo facilitar su salida hacia sus cauces naturales. Desde la elevación de infraestructuras o equipamientos a la creación de zonas de inundación temporal controlada, muy útiles en aquellos casos en los que el sistema de motas o diques de protección frente a inundaciones es rebasado por las avenidas, momento en el cual, estas motas o diques rebasados llegan a ser contraproducentes», dice Rosa Arce, miembro de la Comisión de Agua, Energía y Cambio Climático del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Y es que «los medios clásicos basados en poner cemento, limpiar los barrancos se están quedando cortos y hay que dar otro salto con soluciones basadas en la naturaleza», opina el director del CRC.

Holanda sufrió una ola de inundaciones durante la década de los 90. Tras ellas, el gobierno puso en pie un amplio programa de medidas que tenían como fin dejar «espacio para el río». Las obras iniciaron en 2007 y concluyeron en 2018. Fueron 30 proyectos orientados a restaurar la llanura de inundación de cuatro del Rin, el Mosa, el Waal y el Ijssel, para que estos pudieran desbordarse de forma segura. Se incluía la creación de zonas de amortiguación de agua, la reubicación de diques, el aumento de la profundidad de los canales laterales y la construcción de desvíos de inundaciones.

De Holanda a España

Miriam García, directora de Landlab, estudio de arquitectura de Barcelona especializado en proyectos urbanos resilientes, señala la diferencia entre el ejemplo holandés y las soluciones que se están adoptando en algunas localidades españolas. «Holanda está bajo el nivel del mar y muy acostumbrada a trabajar con inundaciones, pero por mucho que sea un ejemplo inspirador no podemos aplicar todo lo que resulta un éxito en otros lugares. Hay que tener en cuenta la particularidad de España, en las ciudades del Mediterráneo tienes que trabajar entre la aridez y las inundaciones. Aquí hay dos tipos de efectos o impactos de cambio climático: los que tienen que ver con el aumento de las temperaturas y los que tienen que ver con las inundaciones fluviales y marítimas. Para las del primer tipo habría que reverdecer las ciudades y reducir los efectos isla de calor. Y en el segundo caso significa más control sobre el ciclo del agua para transformar las ciudades en esponjas. Para esto hay muchas medidas que se pueden aplicar para retener un agua que luego se puede usar para rellenar acuíferos o regar. Las ciudades tienen más autonomía para tomar decisiones pero cuando se trata de ríos o costas hay varias administraciones implicadas que se tienen que coordinar. Lo que vemos es que en general no se está haciendo gran cosa».

Hay varios ejemplos en España de que las soluciones basadas en la naturaleza son capaces de minimizar los daños de las riadas. El parque inundable La Marjal fue el primero del país; se inauguró en 2015 y se planteó tras las inundaciones de 2007. Se construyó cerca de la playa de San Juan en una antigua zona de marjales y ahora pleno núcleo urbano. La zona inundable es capaz de absorber 45.000 m3 de agua.

El parque del agua de Zaragoza es otro ejemplo de intervención; en este caso en el margen izquierdo del río Ebro. Aprovecha un bosque ya existente, lo amplía y se gestiona «ofreciendo espacio de desbordamiento y de filtraje natural al río. El bosque fluvial ha sido reducido, a lo largo de siglos, para hacer sitio a la agricultura. El Parque devuelve buena parte de la superficie del meandro al bosque de ribera», dice el estudio de arquitectura Aldayjover. Por su parte, el proyecto de las Superillas de Barcelona incluía este tipo de soluciones para la gestión del agua. La plaza de Enric Grandados, por ejemplo, cuenta con un jardín naturalizado y un sistema de drenaje urbano de agua que evita hasta el 85% de la escorrentía superficial.

Una duna para Benidorm

►Si hablamos de costa «hay que adaptarla a los temporales marítimos. Se pueden sustituir paseos marítimos de cemento por sistemas dunares naturales o poner pinedas que ayuden a fijar el agua. En la costa estos proyectos están más vinculados a espacios naturales. No hay proyectos en urbes», comenta Miriam García del estudio de arquitectura Landlab.

Esa es, precisamente, una de las propuestas para la ciudad de Benidorm, uno de los principales destinos turísticos en España y que, «sin embargo, debido a su localización en una zona proclive a temporales especialmente intensos, ha sufrido varias veces daños, especialmente en el paseo marítimo y zonas aledañas. Con el fin de mitigar este fenómeno, se ha propuesto la creación de una duna con vegetación que actúe como barrera entre el agua y la infraestructura de la ciudad, capaz de contener una inundación de al menos tres metros. Para proteger la playa de la erosión causada por las crecidas del río, se propone la implantación de diques de arena vegetada para canalizar la salida del agua de los barrancos. Se coloca un empedrado para reducir la velocidad del flujo y se dota al paseo marítimo de cantos rodados para limitar la acción combinada de las inundaciones fluviales y costeras», matiza la ingeniera Rosa Arce.