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VERDE

España será cuarto productor mundial de pistacho en menos de 10 años

Cada año se plantan 7.000 hectáreas en la Península, lo mismo que en EE UU, líder absoluto de este cultivo. Entre las razones: la rentabilidad y el aumento de su consumo

Cultivo de aguacate
El cultivo de aguacate se ha extendido por AndalucíaArchivoAgencia EFE

Se calcula que en los próximos diez años España se convertirá en el cuarto productor de pistacho del mundo. Según la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos que publica el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), este fruto seco es uno de los cultivos que más ha crecido en superficie en España hasta 2021.

Detrás del interés creciente de los agricultores por este producto está, primero de todo, las buenas previsiones en cuanto a consumo; solo en Europa gastamos unas 150.000 toneladas anuales de este fruto seco que, además, se considera muy saludable. «Es el único fruto seco que tiene un 20% de proteína completa, es decir, contiene todos los aminoácidos esenciales que necesitamos», afirma Carlos Suárez, presidente del Consejo Europeo del Pistacho (CEP).

Pero es que, además, el pistacho tiene una serie de ventajas para quien lo cultiva empezando por la rentabilidad. «La demanda a día de hoy es más alta que la oferta. Hay pocos productores: Estados Unidos (California y Arizona), Irán y Turquía, principalmente y de ellos Turquía prácticamente se queda todo para cubrir su demanda interna. También se produce, pero ya menos, en Australia y Argentina, y un poco en Chipre, Sicilia y España. Esto lo convierte en un producto competitivo sin subvenciones de la PAC. El agricultor puede percibir de media unos cuatro o cinco euros por kilo (depende del calibre, de si está cerrado o abierto, partido o entero…), mientras que el coste de producción ronda el euro por kilo», comenta Suárez.

Todos estos factores explican el boom que se vive en España con el pistacho. «Actualmente se calcula que hay 60.000 hectáreas cultivadas, de las que apenas son productivas el 10%. Esto se debe a que el cultivo entra en producción a partir del quinto o sexto año. Un 30% de lo cultivado es en regadío y el 70% se cultiva en secano. Si se tiene en cuenta que la producción en secano puede rondar los 400-500 kilos por hectárea al año y en regadío esta cifra puede aumentar hasta los 2.000, calculamos que en menos de diez años superaremos las 10.000 toneladas anuales, la cantidad que produce Siria y ellos son ahora el cuarto productor mundial», matiza el presidente del CEP, quien detalla, además, que España es uno de los pocos lugares en los que todavía puede expandirse este cultivo. Dispone de superficie y de clima adecuado (continental, es decir, frío en invierno y caluroso y seco en verano). Además se junta otro factor, el hecho de que Irán esté perdiendo capacidad productiva debido a la sequía y a fuertes heladas.

El crecimiento de los leñosos

España planta actualmente la misma cantidad anual que California y eso que los EE UU son el gran coloso productor con unas 600.000 toneladas de pistacho anual. «Calculamos que se plantan entre 7.000 y 10.000 hectáreas cada año en la Península. Aunque no disponemos de cifras oficiales podemos estimar esta cantidad, porque en los viveros se venden más de dos millones de plantas al año», comentan desde el CEP.

El pistacho no es el único fruto seco cuyo cultivo está aumentando en la Península. En general, la Encuesta del MAPA señala una tendencia de disminución de superficie dedicada a cereales y viñedos desde 2004 y un aumento de leñosos como el olivar, el almendro o el pistacho. «Con la sequía de los últimos meses, muchos productores han visto una merma en sus producciones y un incremento en sus costes; y se debaten entre sembrar en una menor superficie o incluso dejar de hacerlo si no les sale rentable. A largo plazo, tienen más potencial los árboles que requieren menos agua como el pistacho o el almendro, cultivos de alta rentabilidad que han tenido grandes inversiones en los últimos años. Ha ocurrido en Andalucía, donde también en los últimos años se ha sustituido el cultivo de maíz por el de hortalizas, frutales y olivar”» dice EFE en un reciente artículo en el que habla de cómo el cambio climático puede cambiar el panorama de cultivos sustituyendo maíz o arroz por frutos secos. «Cultivos leñosos como almendro y pistacho crecen porque la rentabilidad está al alza, mientras que el precio de los cereales sigue bajando. Luego hemos visto pequeñas variaciones provocadas tanto por la sequía como por la situación internacional. Por ejemplo, el año pasado aumentó la producción de colza para exportación. En frutales, el gran cambio que se aprecia en los últimos años es la introducción de frutas tropicales como el mango o aguacate en el Levante en sustitución de los cítricos tradicionales. Estos cultivos requieren un clima y una humedad particulares y se han expandido por la costa de Granada o Málaga», apunta José Ugarrio, técnico de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja).

En el otro lado de la balanza, el viñedo que se reduce entre 8.000-9.000 hectáreas anuales. «En diez años hemos perdido 50.000 hectáreas debido al descenso del consumo de vino a nivel mundial». continúa Ugarrio.

Cambio climático

La sequía y las previsiones de cambio climático sobre la disponibilidad de recursos hídricos hacen inevitable plantearse si los cultivos en España cambiarán ante sequías que pueden ser cada vez más frecuentes. Y la respuesta es que al menos en el corto plazo ya están cambiando. «El motivo que está detrás de los cambios de cultivo (más allá de las variaciones del mercado) son las concesiones de agua. En los últimos meses han sido cada vez más limitadas y eso tiene repercusiones en la producción. Lo estamos viendo, por ejemplo, con los melocotones de Lérida; hay poca producción y el calibre es más pequeño, porque hay restricciones incluso para el riego de apoyo. Otra producción que se ha perdido es la de los ajos en Castilla-La Mancha. Este año también ha sucedido que mucha superficie de arroz no se ha plantado», explican desde Asaja. El portavoz de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos, otra de los grandes organizaciones agrarias del país matiza: «Los agricultores siempre tratan de adaptarse al clima por su propia supervivencia, pero hay que diferenciar entre cultivos anuales y otros como los leñosos, que no se cambian cada año porque tienen producciones a largo plazo. Cuando se habla de cambios en los cultivos por cambio climático no hay que perder de vista que nada es tan sencillo. Una superficie dedicada a maíz se sustituye por cultivos similares o se tienen en cuenta las tradiciones de la zona, los cultivos adaptados al clima o que exista una cadena de comercialización asentada. Esperemos que no se pierdan cultivos. El arroz más o menos se mantiene en zonas productivas tradicionales como la Albufera o Calasparra. Sí sufren recortes en Sevilla por la sequía de este 2023, pero habrá que ver lo que sucede a largo plazo más allá de esta sequía».

El boom de la algarroba

La inestabilidad política, los conflictos armados y especulaciones de todo tipo se cuelan a veces en el mercado agrario para producir burbujas como la que ha vivido en los últimos meses la algarroba. Un producto que no se vendía a más de 0.50 céntimos antes de la pandemia y que rozaba los dos euros el kilo hace escasos meses. De la algarroba se pueden utilizar el garrofín, la semilla, que viene a representar el 10% del peso, y la pulpa. De la semilla se extrae la goma de garrofín, un aditivo alimenticio más conocido como E-410, que se emplea como espesante y gelificante en la industria del helado o los platos preparados. La algarroba o alguna de sus partes se utilizan también en el sector farmacéutico, el textil, como producto habitual en la alimentación de los caballos o como sustituto del cacao.

Dicen los expertos que el culpable de tanta variación de precios ha sido el almacenamiento excesivo de esta materia prima a raíz de la pandemia. Las grandes multinacionales empezaron a adquirir más de lo que necesitaban. La alta demanda de garrofín disparó los precios y los robos en campo. Se calcula que en 2022 se sustrajeron en España más de 150 toneladas, sobre todo en la Comunidad Valenciana y Andalucía. Ahora el precio está bajando y estabilizándose porque la demanda ha descendido. Y es que parece que la industria ha empezado a buscar otros productos que pudiesen cumplir con la misma función que el garrofín por menos precio.

Ecológico y superintensivo en aumento

La superficie agrícola ecológica ya supera los 2,44 millones de hectáreas y sigue creciendo. «Lo que más se consume en España son frutas y hortalizas porque no hay mucha diferencia de precio con el convencional», explica Concepción Fabeiro, presidenta de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica.

Sin embargo, también crecen nuevos cultivos superintensivos como el del olivo en seto, modalidad que está expandiéndose por Andalucía «No podemos cargarnos el cultivo tradicional por esta nueva modalidad que necesita más fertilizante y agua», dice el portavoz de UPA.