
Verde
«Ecos del océano», un viaje meditativo por las profundidades del mar
¿Qué escucha un cachalote a 2.000 metros o cómo pueden compartir el mismo canto dos ballenas a miles de kilómetros ? ¿Cómo impacta la contaminación sonora? La exposición «ecos del océano» une arte, ciencia y tecnología para hacernos reflexionar sobre estos temas

Hablaba Jacques Cousteau del mundo del silencio y, sin embargo, quizá sea más apropiado referirse al mar como el mundo de la oscuridad. El océano está lleno del sonidos, de ecos y voces que resuenan desde la superficie hasta las profundidades. La ciencia, sobre todo en los últimos 20 años con la irrupción de herramientas digitales, nos ha contado que el sonido cumple un papel fundamental en las relaciones entre diferentes formas de vida marina. Gracias a las decenas de estudios sobre la propagación del sonido en el agua, hasta cinco veces más rápida que en el aire, a la biología acústica y a la invención y evolución de aparatos como los hidrófonos sabemos cosas tan fascinantes como que los cantos de ballena se pueden poner de moda y saltar por los diferentes mares como si fueran un hit de verano o que estos animales oyen a otros ejemplares de su especie a miles de kilómetros de distancia.
Pero ¿entendemos realmente qué impacto tiene la contaminación sonora de radares y barcos en estas especies marinas? ¿o qué siente y escucha un cachalote a 2.000 metros de profundidad? Estas son algunas de las preguntas que nos vienen a la cabeza al visitar “Ecos del océano”, una exposición del Espacio Fundación Telefónica que se puede visitar hasta el 7 de septiembre. La muestra une arte, ciencia y tecnología para convertir este espacio expositivo en “un enorme dispositivo de escucha que nos invita a establecer una conexión con otros habitantes del planeta a través de la emoción y la empatía”, según explica la entidad.
Más que contestar estas preguntas, la exposición nos invita a adentrarnos en las profundidades del mar. Y lo logra, sobre todo, en su pieza central, titulada “Viendo ecos en la mente de la ballena”. Este espacio inmersivo, con sus 12 pantallas gigantes, combina sonidos del mar captados por el grupo científico del Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Universidad Politécnica de Cataluña con imágenes generadas por IA y reintrepretadas porMarshmallow Laser Feast, el colectivo artístico inglés conocido por explorarel mundo natural desde el sentimiento. El resultadoes casi una meditación, un viaje personal en el que el visitante se va sumergiendo en el agua. Casi en la superficie, apenas metidos los pies en este espacio expositivo, se encuentra uno con los arrecifes de coral, especies muy sensibles al sonido. Más abajo, se impone la presencia y los ecos de los delfines mulares o las ballenas grises. Ya en la profundidad, donde apenas llega la luz del sol y todo es penumbra y vibración, casi parecen volar ingrávidas las siluetas de los cachalotes. Estamos en una sala y, al mismo tiempo, a casi 2.000 metros bajo el mar.
Así, se nos cuela la ciencia a través de una experiencia artística envolvente para llegar al templo del plancton, una sala donde destaca una espectacular escultura compuesta por 200 piezas de vidrio soplado que suben y bajan creando un juego de color y formas. Pura experiencia sensorial que nos recuerda que el plancton en sus rítmicos viajes desde las profundidades a la superficie del océano, sustentan la vida marina y generan el 50% del oxígeno que respiramos en la Tierra.

La experiencia inmersiva se completa en las últimas salas, más orientadas al conocimiento científico. Aquí se exponen algunas de las herramientas que usa el Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas en sus investigaciones, como las boyas que recogen sonidos de animales y con las quetambién sirven para estudiarel deshielo marino. También se ofrece información sobrela historia de la bioacústica, cuyos inicios se remontanla Guerra Fría con las primeras grabaciones bajo el agua.
En estas salas también es posible volver a escuchar grabaciones reales de focas barbudas, ballenas jorobadas, delfines y cachalotes. Todo para volver a preguntarse: ¿cómo es posible que el momento de la historia que más conocimiento tenemos sobre la importancia del sonido en el mar coincidacon el de mayor contaminación acústica provocada por el ser humano?¿Qué responsabilidad tenemos con el océano, gran sumidero de carbono,y con especies a las que afecta enormemente el ruido? « Solo a través de la empatía y la coexistencia armónica con el entorno natural podremos asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras», dice Fundación Telefónica en su web sobre esta muestra. Una invitación en toda regla a pensar y cuestionarse, a mirar y querer ver, pero, sobre todo, sobre todo, a escuchar.
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