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La contra

«Si la ecología se la pueden permitir unos pocos no sirve»

Juanma Urbán Martínez, emprendedor y director del hotel "Mar de Fulles"

Juan Urban Martinez
Juanma Urbán MartínezLa Razón

Lo que sorprende de Mar de Fulles no es tanto que se trate del primer hotel 100 % autosuficiente de Europa –un galardón ya de por sí sonoro–, como la conciencia medioambiental que traspira detrás de cada detalle, desde el arquitectónico al gastronómico. El hotel se alimenta solo de energía solar, cuenta con pozo propio de agua de la sierra de Espadán, depuradora natural de filtros verdes y su propia huerta. Además, es apto para personas con Sensibilidad Química Múltiple y para todos los bolsillos ya que dispone también de albergue. La máxima de Urbán era servir de ejemplo con un establecimiento que respetara el entorno y, al mismo tiempo, se nutriera de lo que este ofrece.

¿Cómo nace la idea de montar un hotel así ?

Trabajábamos en Greenpeace y teníamos la sensación de que la labor que hacíamos era más de refuerzo que de concienciación, porque las personas con las que treníamos contacto ya estaban interesadas en el medio ambiente. Pensamos que había que hacer algo más y nos propusimos dar ejemplo. Con eso en la cabeza nació Mar de Fulles. Lo primero fue hacer el hotel lo más sostenible posible con un edificio autosuficiente porque creíamos que lo correcto era hacer justo lo contrario de lo que todo el mundo hace.

Nos puedes poner un ejemplo...

Lo normal en una construcción es que la fachada principal se oriente al sur porque es donde está el sol. Siempre se nos ha dicho que al norte pongas la ventana pequeñita porque es por donde se escapa el calor de la casa, pero en este edificio, la fachada principal está al norte y, además, en ella es donde están los ventanales. Estamos en la Comunidad Valenciana, por lo que nuestro objetivo era hacer el edificio lo más frío posible. Hicimos un estudio climático de esta zona y vimos que la orientación norte nos servía para protegernos del sol y, además, para captar el aire que llega del mar. Toda la estructura funciona con algo tan sencillo como la ventilación natural; la fachada está protegida y hay aire constante. Tenemos sistema de climatización pero lo utilizamos muy poco. Hay seis meses al año que no lo usamos para nada y otros que se enciende una hora o dos.

¿Fue más caro construir atendiendo a tantos detalles?

Pensamos que lo ecológico va a ser caro, pero si la ecología sólo se la pueden permitir unos pocos no sirve, tiene que ser para todo el mundo. El precio medio de la construcción en Castellón está entorno a los 1.100 euros el metro, pero este edificio está en 600 y atendiendo al proveedor, producto local... Es solo cuestión de hacer las cosas con sentido. Por ejemplo, en los hoteles es habitual que cada habitación sea diferente. Aquí todo es igual.

Producís vuestra propia energía, pero ¿da para toda la instalación fotovoltaica?

Al principio, cuando explicamos la instalación todo el mundo daba por hecho que nos conectaríamos a la red, que no tendríamos suficiente luz y no iba a ser rentable. Como entendimos que iba a ser un mensaje erróneo apostamos por hacer una instalación completamente aislada, con todo lo que conlleva. Somos 100% autosuficientes. No tenemos recibo de la luz. Eso sí, a diferencia de lo que ocurre en una casa familiar, nosotros estamos aquí todos los días, por lo que usamos la energía en el momento de producción. Es decir, regamos cuando hay sol y trabajamos entre semana los máximo posible, concentrando todo el gasto energético, para el fin de semana dejar el máximo para el cliente. Es cierto que el primer año hubo alguna noche que no teníamos luz, pero no es que no hubiera bastante energía, sino que no sabíamos sabíamos usarla. Estamos acostumbrados a dar un botón y ya, pero aquí no es tan mágico, hay que pensar. Contratamos un electricista que nos hizo entender que cuando encendíamos tres equipos juntos consumíamos toda la energía. Entonces nos organizamos y si el lunes sacamos el agua, los martes hacemos la colada, miércoles viene pastelería, jueves, cocina… Con esa regulación del consumo es más fácil. Todo el mundo está pendiente de lo que tiene que encender.

¿Cuánto habéis tardado en sacar adelante el proyecto?

Once años. Los primeros seis se dedicaron solo a comprar terrenos. Compramos la máxima masa forestal porque cada año iban quitando y haciendo más grande la agrícola. Empezamos con un trocito de bosque, pero ahora el área está protegida; hay más de cinco árboles demás de 500 años de edad.

¿Qué es lo más difícil de gestionar un hotel autosuficiente?

Las baterías, como van en serie si te descuidas recargando una, toda una bancada deja de estar operativa. Es lo más complicado porque al final todo depende de la energía.

¿Nos darías un consejo« eco» para nuestro día a día?

Todos los días tomamos cientos de decisiones que afectan al planeta. Aquí tratamos de tomar el mayor número de veces las mejores, pero no somos radicales porque perdería el sentido. Me encantará decirte que nuestra cocina es libre de plásticos. Imposible. En lácteos no existe ningún envase que no contamine en más o menos medida. Estamos orgullosos, porque por seis contenedores de orgánico llenamos dos de vidrio y solo uno de plástico y el 80% del producto es local.

Un proyecto de vida convertido en hotel

Trabajó en Greenpeace hasta que decidió emprender su proyecto, un hotel autosuficiente que sirviera de ejemplo de que un cambio de consumo y de forma de viajar hacia opciones amigables con el medio ambiente es posible. Empezó comprando bosque y tras años de tesón, audacia y de acumular deuda, Juanma Urbán regenta él mismo su cocina. Antes de chef fue camarero, pastelero, sumiller... y aprendió sobre construcción bioclimática para montar este hotel adaptado al clima de la sierra que ha convertido en su negocio y su casa.