Incontestable
Resultado elecciones Madrid | Las claves de la victoria de Ayuso: tsunami de votos y Gobierno en solitario
Ayuso cosecha un éxito sin precedentes en la política autonómica: 64 diputados, que le darán un gabinete monocolor: «El sanchismo no entra en Madrid. Hoy empieza un nuevo capítulo en la historia de España»
La cosechada ayer por Isabel Díaz Ayuso puede considerarse como una victoria de autora. «Va a pasar porque tiene que pasar», reconocía la candidata del PP cada vez que alguien le preguntaba en los últimos días de campaña cuál era su pálpito sobre el resultado de este 4-M.
Tenía que pasar y, evidentemente, pasó. El veredicto de las urnas deja poco espacio para las interpretaciones dudosas o críticas: los madrileños han ratificado y, más allá, han multiplicado por dos su confianza en esta periodista de Chamberí para que siga a los mandos de la Puerta del Sol, al menos, hasta 2023.
A las puertas de la mayoría absoluta, con más del doble de los escaños que en 2019. Estaba justificada la euforia de Ayuso en su aparición ante los simpatizantes: «Hoy empieza un nuevo capítulo en la historia de España. El ’'sanchismo’' no entra en Madrid. España empieza en Madrid».
Conforme avanzó la tarde, en su equipo fueron siendo cada vez más conscientes de la dimensión de la victoria.
Dejó de ser una sospecha o una intuición al ver cómo la participación se disparaba a las seis de la tarde por encima del 70% en algunos colegios que sirven para testar el resultado final. Y, así, se fue consolidando la certeza de que los populares quedarían por encima de los 60 diputados. Pero hay más: ganó en todos los barrios de la ciudad de Madrid y en los feudos de la izquierda, de Fuenlabrada a Rivas, de Parla a Alcorcón.
En el entorno de Ayuso también apuntaban anoche a los grandes derrotados del día. «Hay dos batacazos: el PSOE que, por primera vez, baja de los 30 diputados, y Ciudadanos, que baja de 26 a cero».
Se trata, en definitiva, de una remontada sin precedentes en la historia de la política madrileña: los 30 diputados cosechados también por Ayuso en mayo de 2019 se han convertido ahora en 64, devolviendo al PP a la época de las grandes victorias de Esperanza Aguirre.
Especialmente cuando la ahora presidenta echa la vista atrás y recuerda lo que se encontró nada más ser aupada como cabeza de cartel: «Creía que iba a cerrar la puerta del partido.
Cuando me eligieron como candidata las encuestas me daban 22 diputados y éramos la cuarta fuerza».
Porque para entender la euforia de ayer a las puertas de la sede del PP y la entidad del fenómeno de «ayusismo» es necesario viajar a enero de 2019, momento en el que Pablo Casado eligió el tándem Ayuso-Almeida para dar la batalla por Madrid contra Gabilondo y Carmena. Ninguno de los dos ganó, pero ambos conquistaron Cibeles y Sol.
En un tiempo en el que mayorías abrumadoras como la de ayer parecían desterradas, Ayuso lo ha logrado de la única forma posible: ensanchando la base electoral del partido. Ha logrado trascender los límites del PP, constreñido en la última década a izquierda y derecha por Ciudadanos y por Vox. Lo ha hecho, además, en el peor momento.
En mitad de la crisis sanitaria más grave del último siglo y en un escenario de fuerte retroceso económico. En este contexto adverso, la figura de Ayuso no ha hecho más que crecer.
Mediante la construcción de un perfil propio en la arena nacional, desacomplejado en su confrontación con el Ejecutivo de Sánchez y, a través, de una gestión de la emergencia sanitaria que ha esquivado el cerrojazo de otras regiones y ha mantenido un cierto equilibrio entre la lucha contra el virus y el pulso económico.
En esto último, como en el resto de su acción de gobierno, ha aplicado una máxima: «Hay que hacer lo correcto, aunque, a veces, no sea lo conveniente». Por trascender, lo ha hecho incluso con los límites geográficos del PP, con una recuperación absoluta del músculo electoral en el «cinturón rojo» –ganó en todos los municipios y distritos del sur– y un éxito incontestable en la misión de fagocitar a los desencantados con Cs.
Y ahora, el futuro. Que no puede ser más cómodo para Ayuso. Eligió «libertad» como lema de campaña y podrá ejercitarla en tres frentes. Libertad para gobernar en solitario.
Demandó a los madrileños un respaldo lo más amplio posible, que le liberara de la hipoteca de los socios. Su experiencia en la coalición conformada junto a Ignacio Aguado no ha sido positiva ni fructífera. Fue, de hecho, el desencadenante que condujo a la región al laberinto del adelanto electoral. Podrá liderar hasta 2023 un gabinete monocolor, para el que, sin embargo, no descarta perfiles independientes.
En segundo término, libertad para seguir construyendo un proyecto propio, como ha ocurrido durante la campaña, sin tutelas desde la dirección nacional. Aunque aún no toca abrir ese melón, el horizonte a medio plazo en el PP de Madrid prevé un Congreso regional en el que, con los datos de ayer sobre la mesa, será difícil que Ayuso no aspire a liderar la formación frente a los que apuestan por el actual modelo bicéfalo.
Y libertad frente a la izquierda. «Comunismo o libertad», aseguró la presidenta cuando Iglesias se incorporó a la carrera del 4-M. Situó el terreno de juego de la contienda en un cuerpo a cuerpo con Iglesias, mediante una exhortación a los madrileños para que eligieran entre ella y el líder morado. Ahora ya sabemos qué prefieren.
✕
Accede a tu cuenta para comentar