Comercios centenarios

La cerámica española de Antigua Casa Talavera, una cosa de turistas

La tienda vende este tipo de artículos desde 1904 en el centro de Madrid, pero el 90% de su clientela es internacional, sobre todo estadounidenses

Jose Senespleda, dueño de Antigua Casa Talavera, retratado el pasado 13 de diciembre en su tienda de la calle Isabel la Católica
Jose Senespleda, dueño de Antigua Casa Talavera, retratado el pasado 13 de diciembre en su tienda de la calle Isabel la CatólicaJesús G. FeriaFotógrafos

Jose Senespleda (1971, Madrid) camina por su tienda sin ningún temor a romper nada. Se apoya en una mesa con azulejos, vasos, cuencos, platos. Esta se tambalea y se escucha el sonido de las piezas de cerámica que chocan entre sí, pero él ni se inmuta. Y eso que el valor de las cosas que hay en su tienda muchas veces no lo marca el dinero: son «piezas únicas, no tienen precio», cuenta Senespleda, que después señala y le da dos golpes cariñosos a la pieza más valiosa de la tienda, que no se vende: un ánfora de 1916, hecho por los Niveiro, una de las familias de ceramistas de Talavera más importantes de principios de siglo pasado. Por eso, su tienda es tienda y también museo, como él la llama y como lo atestiguan los pósteres de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 colgados en el techo. Desde 2012 Jose regenta Antigua Casa Talavera, un comercio centenario que se dedica a la venta de piezas artesanas de cerámica. Ubicada en el centro, el 90% de los clientes son extranjeros, de los que un 50% son de Estados Unidos, calcula Senespleda.

Dentro de Antigua Casa Talavera, que mantiene ese nombre desde su origen, se habla principalmente en inglés.

—El español no es una persona que compre cerámica. Tengo un 10% de clientes españoles. Yo lo achaco a dos razones. Una, que el que compra, compra por los pueblos. Y otra es que no apreciamos lo nuestro. Lo he hablado con clientes de todo el mundo. Eso pasa en otros países también. Me han venido italianos, que tienen una cerámica brutal, que dicen que no compran allí. Lo que has visto toda la vida no le das importancia. Tiene que venir el de fuera a decir que esto es interesante.

El de fuera es, sobre todo, de Estados Unidos. Un 50%, según las estimaciones de Senespleda. «Hay gente que se lleva una pieza, algunos compran regalitos pequeños, algunas se llevan platos para hacer una vajilla, alguna jarra de sangría muy típica, azulejos…», dice Senespleda sobre las preferencias de este cliente. Sucede la paradoja, según cuenta Senespleda, de que ahora está empezando a hablar más español con sus clientes, pero porque cada vez más hay hispanohablantes en el país y quieren practicar con él. Hay algo más de 57 millones de hablantes de español en Estados Unidos, que lo convierte en el segundo país en el que más se habla el idioma por detrás de México, según el informe «El español: Una lengua viva 2024» del Instituto Cervantes. Y dice Senespleda que «muchas veces nos equivocamos con el americano», al pensar «que no se entera». «El americano sabe perfectamente lo que quiere, no son ignorantes. Son gente con una cultura, educación, y aprecian la mano de obra y la artesanía».

Y es precisamente su ubicación céntrica la que atrae a tanto turista. «Estamos aquí porque estamos en el centro. Si esto llegar a estar montado en Cuatro Caminos, estaba cerrado hace ya décadas», asegura Senespleda.

Algunos de los productos de cerámica que se venden, situados encima de un comedor sevillano.
Algunos de los productos de cerámica que se venden, situados encima de un comedor sevillano.Jesús G. FeriaFotógrafos

La tienda la abrió en 1904 el bisabuelo de la mujer Senespleda. «Al principio esto era como una cacharrería: aquí se vendía de todo», cuenta Jose. Pero el abuelo de su mujer ya se centró en la cerámica. Su suegro continuó el negocio, hasta el año 2012 que se jubiló. Y aunque ahora hable Jose de su tienda con mucho cariño, llegó de manera «sorprendente». Él es electricista y tenía su propia empresa, pero el padre de su mujer, tercera generación, decidió dejarlo. «Dijo que cerraba. Yo estaba con mi negocio que iba a ratos, estábamos con los vaivenes de las crisis. Y le dije: “cuéntame un poquito». José no hacía cerámica –ni hace– pero siempre le había gustado mucho, también por la cercanía que tenía con el negocio. A partir de ahí, tuvo que aprender y leer mucho, y fue «la segunda mejor decisión de su vida», después de casarse.

Antes de la pandemia, que fue «muy dura» y el negocio sobrevivió gracias a que tienen la propiedad del local, abrían los fines de semana. Pero después decidió que esos días eran para la familia. «Ha cambiado un poco la vida de todos. Nos hemos dado cuenta de que no todo es no todo es trabajo, dinero, dinero».

Y es que a Jose la pandemia le impidió desarrollar su trabajo, ya que no tienen venta online: lo ve muy complicado por el tipo de producto que vende y porque es importante la experiencia y poder observar las piezas. Y una de las razones es porque «no hay dos piezas iguales». «Son irrepetibles, porque en cuanto tú cambias el trazo, el pincel, el carácter de la pieza es totalmente distinto». Estas van desde los 6 hasta los 2.000 euros (o más, eso depende) y Jose las compra a seis artesanos ubicados en Toledo (Talavera de la Reina y El Puente del Arzobispo), Granada y Valencia. Y reconoce que le cuesta comprar a nuevos artesanos porque necesita que le guste la pieza. Ese es un motivo por el cual su trabajo es «sencillo», porque todo lo que tiene le «encanta». La misma técnica se la aplica al cliente: «te puedo enseñar un plato de 20 euros y otro de 200. Llévate el que más te guste. Si el de 200 está esperando a que venga el siguiente». Y es que, para él, en su tienda «cada pieza está esperando a que venga su dueño».