Comercios Centenarios

Amillo: cómo mantener vivo el arte de la encuadernación artesanal

Este negocio centenario fundado en 1890 se dedica a la venta de materiales pero además cuenta con una escuela taller donde imparten clases de esta técnica que consideran un «hobbie artesano»

Comercio Centenario Amillo
Ester, propietaria del negocio centenario Amillo, posa en la tienda el pasado 31 de mayo. David JarDavid JarFotógrafos

Cuando Ángel, de 49 años, entró a trabajar en Amillo el 2 de enero de 1995, todavía la gente hacía cola para entrar a la tienda. En este negocio centenario fundado en 1890, que se dedica a la venta de materiales de encuadernación y carpetería, ya no hay compradores que aguardan en la puerta para entrar en el establecimiento, pero las ventas «se mantienen aunque han bajado», dice Antonio, propietario del negocio junto a su hermana Ester. Además del local, el negocio cuenta con la «Escuela Taller Antolín Palomino», una institución dedicada a la enseñanza y práctica del arte de la encuadernación. «Es un hobbie artesano», comenta Antonio.

Hay constancia de una encuadernación en este mismo número de la calle de las Fuentes desde 1887. La familia Amillo, que tomó posesión del negocio en 1910, lo dejó en manos de los actuales propietarios en 1975, con la condición explícita de que no cambiaran la actividad del establecimiento. «Mi padre era artesano y marroquinero. Era cliente del negocio», narra Antonio, de 62 años. Llegó un momento en que se tuvo que decidir el traspaso del comercio. «La familia Amillo era una familia que no tenian descendencia y por eso se lo vendió. Como mi padre era cliente habitual conocía, se lo vendió».

Comercio Centenario Amillo. David Jar
Comercio Centenario Amillo. David JarDavid JarFotógrafos

Antonio entró en el local en torno a 1980, después de salir de la «mili». Ester, su hermana y «la que manda» según Antonio, entró unos años más tarde. «Desde pequeños hemos venido por aquí. Primero, compaginábamos los estudios con esto y veníamos en verano a trabajar. Hemos empezado desde abajo, desde chicos de los recados. Nos gustaba venir aquí», cuenta Ester, que dice que tampoco tenía otro trabajo decidido: «Esperaba acabar trabajando aquí. O no ha habido otra opción, ha ido todo encarrilado al ser un negocio familiar».

Algo parecido le pasó a Ángel, que entró en el año 1995, que salió de la mili y comenzó a vender pieles en el local porque su tío era el contable. «No tenía otro pensamiento de algo en lo que quería trabajar. Hice un cambio drástico: de cerrajero a vender papel. Tuve que aprender el oficio a media que trabajaba», dice Ángel, que recuerda que cuando empezó eran 8 trabajadores, ahora son cuatro y uno más: un joven en prácticas de 16 años, Juan José. «He aprendido muchas cosas nuevas. No había conocido la piel, primera vez que la toco», dice Juan José, que está estudiando Artes Gráficas.

La venta de materiales para encuadernar «tuvo un boom cuando se vendían los fascículos y coleccionables de los periódicos», dice Ester, de 60 años. El negocio ha «bajado pero se mantiene». Sin embargo, las ventas no han regresado al mismo volumen anterior a la pandemia. Ahora venden mucho fuera de Madrid, lo hacen tanto por teléfono como por la página en Internet y solo en caja van por el ticket 1000 de este año. Además, tienen dos almacenes: uno en Pinto y otro en Fuenlabrada. Antonio y Ester coinciden en que lo mejor es la piel de cabra, pero que la piel ha bajado mucho porque ya no se venden tanto «libros de lujo». Hoy sus principales clientes son las administraciones públicas: ayuntamientos, diputaciones, colegios… «Y luego encuadernaciones artesanales artísticas. Pero el problema de eso es que ya se van jubilando y como se jubilan se pierden esos clientes. Son encuadernadores artesanos que tienen su negocio. Y luego están los aficionados, que siguen viniendo. Hay mucho jubilado que lo hace por hobbie», matiza Antonio.

Comercio Centenario Amillo. David Jar
Comercio Centenario Amillo. David JarDavid JarFotógrafos

Para esa gente que lo ve como afición existe la Escuela Taller Antolín Palomino, cuyo local está situado justo al lado en la calle de las fuentes y es parte del negocio. El artesano encuadernador Antolín Palomino Olalla, burgalés venido muy joven a Madrid, les cedió el nombre «por amistad con él» y montaron la escuela en 1994. Ahora ya quedan pocos encuadernadores. Según Antonio, «es un buen negocio porque como cada vez hay menos. Si eres bueno, te vas a hacer valer. Es un nicho de negocio importante. Si eres artista te vas a defender bien. Hay pocos encuadernadores jóvenes, pero son buenos».

Comercio Centenario Amillo. David Jar
Comercio Centenario Amillo. David JarDavid JarFotógrafos

Antonio explica cómo es el curso de encuadernación: «Hay 2 profesores. Uno por la mañana y otro por la tarde. Son cursos prácticamente a medida. Se hacen de 10:00 a 13:00 o de 17:00 a 20:00».

Hay alumnos que llevan viniendo más de 7 años. Es el caso de Ana: «Mi marido me lo comentó. Me gusta trabajar con las manos. El ambiente es bueno. Aunque nos ponen nota, siempre aprobamos», bromea. «Siempre hay cosas que aprender. Es como un hobbie que te gusta. Hacemos muchas cosas, encuadernamos libros, cajas, carpetas, albumes de fotos…». Como añadido, muchos alumnos insisten en que es una técnica que relaja mucho, que es como ir a terapia.