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Madrileñ@s

Celeste Vera, tatuadora: “Una cicatriz puede transformarse en algo bello”

Con su estudio en San Agustín de Guadalix, es una de las pocas en España que realiza tatuajes terapéuticos

Entrevista a la tatuadora especializada en cicatrices, Cleste Vera. Jesús G. FeriaLa Razon

«Tapar mis cicatrices con tatuajes simbolizó un nuevo comienzo, pero no un empezar de cero. Más bien, una remodelación, en la que de algo simbólicamente oscuro creamos algo bello. Una creación que, de no haber estado ahí esa oscuridad, no habría existido. Me sirvió como un proceso para empezar a perdonarme, a quererme y a mirar hacia adelante desde la positividad, la creatividad y la capacidad de evolución». Quien pronuncia estas palabras es A., la portadora de una de los cientos de cicatrices que Celeste Vera ha tatuado. Esta joven madrileña de 27 años es una de las pocas especialistas que hay en España en tatuajeterapéutico, es decir, en aquellos que se hacen sobre una piel que ha sufrido y sanado y que, como resultado, luce una cicatriz. Por su estudio en San Agustín del Guadalix han pasado personas que buscan tapar las señales de intentos autolíticos, autolesiones, accidentes o, incluso, pacientes oncológicos, como es el caso de C. «Decidí tatuarme las cicatrices que me quedaron tras sobrevivir a un cáncer de mama. Fue el punto final de un camino doloroso que no eliges, pero que te ves obligada a transitar», explica. Ahora, volver a mirarse en el espejo «hace que me sienta bien, y me ha ayudado a sanar las heridas psicológicas que te provoca una mastectomía».

Vera lleva nueve años dedicándose a tatuar. Empezó a la vez que estudiaba la licenciatura en Estudios Asiáticos. «Llevo dibujando desde muy niña, y cuando conocí el mundo del tatuaje me fascinó», explica a LA RAZÓN. «Empecé practicando por mi cuenta, y tatuando en Gales un par de veranos». Fue allí, de hecho, donde realizó su primer tatuaje terapéutico. «Fue una chica a la que le hice todo el antebrazo», dice. Lo subió a Twitter y las imágenes de su trabajo se hicieron virales. «Ahora viene gente de toda España a tatuarse conmigo, porque, aunque hay muchos estilos de tatuadores, no hay muchos que estén especializados en el tatuaje terapéutico», afirma. Poco a poco fue aceptando más trabajos de este tipo, formándose y cogiendo experiencia.

En cuanto a la diferencia entre tatuar una piel sana y una cicatriz, Vera apunta que ella intenta «tomárselo como tatuar cualquier tipo de piel, porque cada persona tiene sus características, así que es necesario ir escuchándola, viendo cómo reacciona al tatuaje». Pero, además, en el tejido cicatricial la piel ha sufrido un trauma, por lo que no es exactamente como la piel sana. «Puede haber cambios de textura, o tal vez sea más gruesa y haya que tratarla con más cuidado, o no responda al color de una forma habitual», señala. «Pero, para mí, la diferencia fundamental está en el diseño. Hay que buscar algo que realmente se integre bien con el cuerpo, recogiendo todas las formas y texturas que tienen las cicatrices, de tal manera que, a la vista, veas un tatuaje precioso, no el intento de tapar nada», añade, «por ejemplo, si se percibe algún tipo de volumen, que parezca parte del tatuaje». También depende, apunta, del tipo de cobertura que quiera la persona. «Hay quien prefiere algo discreto y hay quien quiere una cobertura total. También hay quien no quiere taparla sino integrarla en el tatuaje, pero eso ya depende de lo que signifique esa cicatriz para la persona».

Lo que sí tiene claro es que, a nivel psicológico, «la persona viene a tatuarse cuando ha cerrado ese ciclo en su vida, pero sigue teniendo ese recuerdo traumático en la piel que se sigue viendo». Porque el hecho de tatuarte es un cambio: «conviertes una experiencia dura en algo que luces, porque está bonito». Muchas veces supone un cambio de etapa en el que la estética hace mucho para la autoestima, y el hecho de crear un tatuaje a partir de una cicatriz ayuda a cerrar esa etapa. «Normalmente no pregunto, porque entiendo que son cosas muy íntimas, pero lo cierto es que la mayoría de las veces el cliente, en confianza, te cuenta qué le ha pasado», dice Vera. «Para mí es importante esta conexión con quienes se tatúan conmigo porque, al final, se llevan una pieza mía de por vida. Cuando pasa algo de tiempo y vuelves a hablar con ellos y te cuentan cómo les ha cambiado la vida es algo súper especial», añade. Porque, aunque parezca mentira, «una cicatriz puede convertirse en algo bello». Una muestra física de lo que decía Epíceto: «no nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede». La cicatriz siempre acompaña, pero lo realmente importante es lo que se hace con ella.

De la mano de profesionales
Para hacerse un tatuaje en una cicatriz es necesario que pasen, al menos, dos años desde la lesión. Aun así, «cuando viene la gente a preguntar, si no lo veo claro, les derivo al dermatólogo siempre», aclara Celeste Vera. Y es que el cuidado de la zona y la supervisión profesional es fundamental. De hecho, el trabajo que lleva a cabo es consciente de que puede hacerse muy de la mano del mundo sanitario. «Normalmente los clientes llegan a mí por las redes sociales o por el boca a boca», dice, pero actualmente está empezando a ponerse en contacto con enfermeros y dermatólogos para poder ofrecer este servicio como opción terapéutica tras la cura.