“Revolución hídrica”
Amaniel, el acueducto que quitó la sed a Madrid
Esta infraestructura empujó el desarrollo industrial y de población de la capital a mediados del siglo XIX
El agua es un bien escaso. Lo era... y lo continua siendo. Ahí tienen ustedes los temores a la sequía y el desabastecimiento tras los episodios de calor intenso de este casi ya superado verano. O las discusiones en la pasada la cumbre del clima, sobre la necesidad de abastecer al ser humano de agua. Algo que, está claro, sigue sin ser resuelto. Hace años, muchos, en un Madrid que crecía, la capital estaba “sedienta”, encorsetada en sus limitaciones hídricas. De ahí que en 1848, Bravo Murillo, a la sazón ministro de Instrucción, Comercio y Obras Públicas, encargó a una comisión de ingenieros y urbanistas un estudio sobre la conducción de aguas de los ríos de la sierra madrileña a la capital.
De esa forma, se pretendía mejorar el suministro a una ciudad cuyo crecimiento hacía ineficaces los viajes de agua con los que se había canalizado desde la Edad Media el agua desde depósitos subterráneos y pozos de captación de lluvias ubicados al norte y noreste de Madrid hasta el núcleo urbano.
El estudio concluye que la mejor opción es traer agua del Lozoya hasta los alrededores de Chamberí mediante una conducción de más de 70 km, donde se instalaría un depósito con capacidad para abastecer de agua a la población durante cinco días.
Este proyecto tomó forma entre los años 1851 y 1858. Es preciso construir la presa del Pontón de la Oliva, túneles, canales y puentes-acueductos para que finalmente, el 24 de junio de 1858 se inaugurara el Canal de Isabel II con presencia de la reina. El Acueducto de Amaniel es uno de los pocos vestigios de esta tipología en la ciudad de Madrid. Ubicado en el barrio de Bellas Vistas del distrito de Tetuán su origen data de finales del siglo XIX. Esta instalación del Canal de Isabel II (responsable de la gestión de aguas en la urbe) permitía el transporte de agua en superficie hacia el centro de la ciudad. Algo clave para el crecimiento de la capital.
Formada por tres galerías de ladrillo con una longitud de 120 metros de longitud dispone de 17 arcos de medio punto. Presenta un desnivel incómodo para los peatones que caminan por la zona y acceden desde la zona de Francos Rodríguez hasta la Avenida de Reina Victoria en ambos sentidos.
Un puente que, además, es toda protagonizó una conocida escena histórica y costumbrista. Algo que protagonizó Charles Clifford, en 18. El fotógrafo de origen galés afincado en España retrató las infraestructuras del Canal de Isabel II, entre muchos otros asuntos madrileños. En la imagen vemos los 120 m de largo del puente-acueducto, construido en ladrillo con 17 arcos de medio punto. La edificación de la calle Pablo Iglesias en Tetuán supuso el ‘hundimiento’ de los arcos.
En el año 2004, un proyecto del Ayuntamiento propuso unir la plaza de Cuzco con la M-30 atravesando el distrito mediante un túnel subterráneo que implicaba la demolición del acueducto. La oposición de los vecinos consiguió salvarlo, pero lamentablemente quedó enterrado gran parte a nivel de la calle no pudiéndose apreciar los diecisiete ojos que lo conformaban.
Y sí, hay otro Amaniel
Una salvedad. Es necesario destacar que esta es una obra totalmente diferente del llamado Viaje de Amaniel o de Palacio. Este fue construido en el periodo que va desde 1614-1616, y recibía el nombre de viaje de Palacio ya que durante el reinado de Felipe III se dedicó a abastecer al Alcázar de Madrid. Proporcionaba caudal a tres fuentes públicas las de matalobos, del cura y la de la plaza de la armería. Se encontraba próxima a la Fuente de los Caños del Peral algunas de cuyas galerías se pueden ver en el museo metropolitano de la Estación de Ópera.