Gatas
Estela de Castro: «Para que una persona o una gallina se abra ante la cámara, primero tienes que abrirte tú»
La famosa retratista madrileña de la familia real en 2020 centra su trabajo personal en la lucha por los derechos humanos y de los animales
Lo normal hubiera sido que al otro lado del teléfono respondiera la voz apagada y acelerada de algún teleoperador cansado de repetir las mismas tres líneas de la oferta de la semana, pero la realidad fue bien distinta: «Le llamamos de la casa real», alcanzó a entender antes de que se le nublara el pensamiento. Cuelga. Y aunque no está segura de lo que acaba de ocurrir, casi de forma automática, se prepara y sale rumbo a Zarzuela. Allí la sacaron de dudas. «Conocían mi trabajo y estaban interesados en que retratara a la familia real», cuenta todavía con notas de incredulidad la madrileña que no quiso ni pudo negarse ante semejante reto profesional. Así que, sí, Estela de Castro se encargó de las fotografías oficiales de los monarcas junto a sus hijas en 2020.
Contra todo pronóstico, la tarea acabó por resultarle mucho más fácil de lo que imaginaba: «Fue peor la presión que sentí por la repercusión mediática y la exposición ante la opinión pública que por ellos, que son personas súper cercanas y que saben posar perfectamente, además, me dieron total libertad a la hora de elegir los fondos, la luz, la composición, ¡incluso escogí el color de la corbata del rey!», sigue explicando la orgullosa autora, que remata: «Es más difícil cuando me propongo sacar fotos a mi propia familia».
Quién se lo iba a decir a esa niña rozando los 13 a la que, un día cualquiera y por azares del juego, le tocó ser la que disparaba la cámara mientras sus amigas fingían ser modelos sobre una pasarela invisible. Qué orgullosa no estaría esa joven que con tanta fuerza deseó a partir de entonces convertirse en lo que hoy es, una de las retratistas más importantes del país. «Antes de saber que quería dedicarme a esto, mi primer contacto con la fotografía fue a través de los retratos que mi padre me hacía cuando era pequeña y, de alguna manera, ese formato se convirtió para mí en el más natural», justifica su pasión Estela volviendo a las raíces.
También fue su padre el que le compró una Cosina C1 que dejó atrás la cámara compacta roja con la que había encontrado su vocación en un momento en el que comenzaba a despertar en ella otro fuego: «La vena activista me surgió prácticamente a la vez que la fotógrafa, o sea, empecé a acudir a manifestaciones cuando empecé a hacer fotos y, de ahí, no he dejado de luchar por todo en lo que creo, en mi vida y para el mundo que me rodea; sin embargo, no fue hasta hace unos años que me di cuenta de que podía unir ambas cosas y hacer de las dos una herramienta mucho más poderosa», afirma la artista. Así, a sus 43 años y tras una vida dedicada al retrato, Estela de Castro destaca de su carrera los grandes proyectos solidarios en los que se ha embarcado.
Entre otras cosas, estos trabajos le han permitido poner cara a más de un centenar de personas refugiadas de 17 países en el contexto de la guerra siria y a decenas de animales explotados en zoos y circos, laboratorios y criaderos, granjas y mal llamados hogares. «He estado fotografiando a todo tipo de especies con zoocosis, el síndrome que desarrollan los animales al estar encerrados, y ahora sigo por esta línea en coordinación con espacios de rescate, de manera que cada retrato esconde detrás una historia individual, aunque todas tienen en común que son muy duras», analiza esta antiespecista convencida mientras reclaman atención a sus pies y vigilan sigilosos alrededor los tres perros y los cuatro gatos con los que convive en su casa en Getafe.
Sobre el secreto para conseguir un primer plano de un león o de un buitre sin rejas ni barreras de por medio, Estela lo tiene claro: «Es fundamental el lenguaje corporal y la energía que una transmite porque, aunque no entiendan las palabras, entienden el tono, los gestos, la intención; sobre todo, yo siempre confío en los animales y ellos nunca me han dado un susto, es más, quitando que las vacas odian el fondo negro y que los cerdos tienden a comerse la tela, puedo decir que solo me he tenido que rendir ante un hámster que no paraba quieto».
Antes de terminar, la fotógrafa y animalista madrileña rebusca entre sus últimas instantáneas para demostrar eso que ahora trata de enseñar en su faceta como docente: «Si quieres que alguien se abra ante la cámara, da igual si es una persona o una gallina, primero tienes que abrirte tú», sentencia ante la atenta mirada de las galgas Nina y Cloe y su compañero peludo Renko, que parecen llamarla a sentarse a su lado en el sofá. Mientras, da la sensación de que ella no las escucha, o de que ya se ha acostumbrado a esos gritos en silencio, el caso es que las obras de Estela de Castro hablan.
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