Histórico
Adiós al mítico bar de las gallinejas de Madrid
Tras más de 70 años sirviendo este plato típico en la capital, la pandemia obliga a cerrar a la freiduría de Embajadores
Hoy, el pequeño municipio de Castilla-La Mancha en el que nació, suma menos de 90 habitantes. Cuando lo dejó allá por los 50, el pueblo tenía algo más de vida, pero las mismas pocas oportunidades para un niño que soñaba con ser maestro en la gran ciudad. Así que dijo adiós a Membrillera y a Guadalajara, cargó la maleta de ilusiones y con solo 12 años cogió rumbo a la capital. Era el mayor de siete hermanos. Aquí le esperaba su tía, que desde hacía poco regentaba una freiduría de gallinejas en el número 84 de la calle Embajadores, por aquel entonces, un rincón aún sin historia.
«Vine a Madrid huyendo de la miseria, con la intención de echar una mano con el negocio familiar y dedicarme a estudiar, pero, al final, el trabajo me absorbió, y hasta ahora, 67 años después», empieza narrando Gabino Domingo, al frente hasta hace apenas unos días de la Freiduría de Gallinejas de Embajadores, «un restaurante dedicado de cuerpo y alma al plato típico de Madrid». Y aunque nadie lo diría viendo la tristeza en sus ojos ahora que ha tenido que dejarlo, al principio, Gabino llegó a detestar el olor del aceite caliente en la conica del que acabó siendo su bar. «Tuve que esperar más de diez años hasta que mi tía me dejó el restaurante, o lo que es lo mismo, tuve que esperar más de diez años hasta que llegaron las buenas rachas en la freiduría para mí: pasé de considerar este lugar una cárcel sin puertas, a decirle a un hombre que me ofreció firmar un cheque en blanco por el negocio que no me iría de aquí ni por todo el dinero del mundo», continúa confesando.
Y entre el corazón roto por un cambio de rumbo forzado y el amor imprevisto por una pasión nueva, se forjó un símbolo de la gastronomía madrileña, una seña de identidad castiza de la ciudad, un testigo del paso del tiempo en la capital. Pero la Freiduría de Gallinejas de Embajadores ha echado el cierre y el Madriz que se escribe con «z» brilla desde el 24 de mayo de 2021 con una luz menos que se suma otras tantas que la Covid-19 ha fundido. «Piensas que no vas a abandonar nunca hasta que todo parece ponerse del lado contrario; la pandemia nos ha hecho mucho daño económicamente y la situación requería casi de volver a empezar, pero, cuando estás a punto de cumplir los 80, no te queda energía para eso, como tampoco razones», explica resignado el hostelero.
A pesar de su edad, Gabino no pensaba por el momento en su jubilación y, en todo caso, tenía planes mejores para la Freiduría de Gallinejas de Embajadores que el cierre definitivo: «Uno de mis dos hijos estaba interesado en seguir con el negocio familiar, pero la crisis sanitaria nos metió el miedo en el cuerpo a todos, no solo por sus consecuencias, sino por darnos cuenta de que esto podría volver a pasar», explica el que también había barajado la posibilidad de traspasar la freiduría a otras personas.
Pero no ha tenido alternativa. Gabino Domingo ha servido las últimas gallinejas de Madrid, un momento que guardará en el recuerdo para siempre: «A pesar de los pesares, este fin de semana la freiduría se desbordó de agradecimientos, la gente acudió en masa para despedirse, y es con eso con lo que me voy a quedar, con el cariño de todas esas personas», asegura ya con nostalgia tras sus primeros días sin acudir al trabajado. Y eso, ni se compra ni se vende. Ni por todo el dinero del mundo.
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