4-M

Antifascismo y claveles: Iglesias viaja al siglo XX para remontar en la segunda semana de la campaña

Los partidos de la izquierda situarán el debate en torno a la amenaza que supone Vox como eje central, ante el empuje del bloque del centro derecha en las encuestas

El candidato de Unidas Podemos a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias, participa en un acto de campaña celebrado este domingo en Collado Villalba.
El candidato de Unidas Podemos a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Pablo Iglesias, participa en un acto de campaña celebrado este domingo en Collado Villalba.Víctor LerenaAgencia EFE

Con tanta fruición y complacencia estaban los partidos de la izquierda madrileña alfombrando el camino de Isabel Díaz Ayuso hacia la mayoría absoluta, que cuando han querido darse cuenta de que posiblemente el rumbo no estaba siendo el correcto para sus intereses, ya se les ha escapado entre los dedos la mitad de la campaña y el debate electoral. La candidata popular salió el pasado miércoles sin un rasguño del plató de Telemadrid mientras los tres protagonistas de la posible construcción del pacto del Botànic a la madrileña se miraban perplejos sin saber muy bien a qué habían dedicado las dos horas de confrontación. Quizá, desde el mismo momento en el que fueron maquillados y gaseados a base de laca en el atril, comenzaron a ser conscientes de que el interés de los telespectadores estaría más enfocado a la entrevista que a esa misma hora Jorge Javier Vázquez realizaba a Rocío Carrasco.

Únicamente Mónica García, de la que ya caben pocas dudas de que es la mejor de los tres candidatos de la izquierda, aprovechó la oportunidad que le brindó el debate frente a dos profesores de universidad entre aletargados y desubicados. Iglesias, el más curtido en el formato, había trazado su estrategia de un modo claro. Con dos constantes. Desprecio a Monasterio, a la que incluso negó la mirada durante toda la noche, y una sucesión de emboscadas contra Ayuso. El líder morado acudió pertrechado de datos y preguntas sobre el número de fallecidos, la ocupación de las camas UCI y las listas de espera, con las que buscó arrinconar a la presidenta sin darle casi tiempo para la respuesta. “Yo le puedo hacer 200 preguntas de la Comunidad de Madrid que usted no sabe. No me haga esas preguntas”, le espetó la candidata del PP. El plan del ex vicepresidente de Sánchez descarriló en la primera curva.

Y es que, además del cerro de datos aprendidos de memoria en la víspera, Iglesias hubiera hecho bien en llevar en la mochila el neuralizador de “Men in Black”, para hacer olvidar a los madrileños lo ocurrido en el último año. Su papel protagonista en uno de los gobiernos que peor ha gestionado la pandemia en el mundo o la asunción, por su parte, del mando único en las residencias de ancianos en la primera ola, entre otras cosas. Su indignación, el ceño fruncido y las negaciones con la cabeza ante la forma en la que Ayuso ha gestionado la emergencia del coronavirus resultaron tan forzadas como poco creíbles. Algo así como si Salvador Illa hubiera entrado por teléfono para reprochar la incapacidad de Ayuso a la hora de comprar material sanitario.

Descartado, por tanto, el debate como forma de resucitar a Podemos en campaña, Iglesias ha hecho de su confrontación con Vox su nuevo programa electoral. Ya no será su propuesta de dentista y gafas gratis el plato fuerte de sus mítines, sino la amenaza del “fascismo”. O, como ayer en Villalba, con la resurrección de la revolución portuguesa de los claveles o con relatos en blanco y negro de la España de los últimos años de Franco que poco tienen que ver con el Madrid de hoy, a poco que uno vuelva a pisar barrio. El problema para la nueva estrategia de Podemos, con el conflicto con Vox como único motor, es que las inaceptables y, por supuesto, condenables amenazas recibidas por Iglesias ya han sido condenadas por Rocío Monasterio. Pero Iglesias quiere más, no le basta. No le vale la condena en la que la candidata de Vox insistió durante la entrevista que ayer publicó LA RAZÓN: «Yo del Gobierno no creo nada y tengo el derecho a no creerme nada, pero sí condeno todas las amenazas». Iglesias, nada más abandonar el estudio de la SER, se fue a la comisaría del Congreso a denunciar los hechos. Y desde allí, previa convocatoria a los medios de comunicación tras presentar la denuncia, confirmó que quiere empezar de nuevo la campaña.

Gabilondo, por su parte, terminó la semana imitando al mismo Iglesias con el que no quería pactar siete días atrás. El señor Iglesias ahora ya es Pablo. De un modo un poco torpe y a rebufo, Gabilondo abandonó el debate de la SER. Y también ha optado por buscar otra estrategia. El sábado cambió a Pedro Sánchez por Jorge Javier Vázquez. No participó en el mitin el presentador de Telecinco, pero sí dejó claro en redes que, según su diagnóstico, no vale la “equidistancia” en estas elecciones: “O democracia o fascismo”. Este domingo, Sánchez sí arropó a Gabilondo. Fue en Getafe y, oh sorpresa, volvieron a evitar una plaza abierta como las que están frecuentando los demás candidatos, que implican, eso sí, el riesgo de tener que escuchar lo que no quieres. Fue a cubierto, en un polideportivo. Por evitar, evitaron incluso cumplir la normativa sanitaria.

Y mientras la polémica de las amenazas recibidas por Iglesias copaban toda la actualidad de la campaña, la candidata del PP protagonizó su mitin más emotivo en Tres Cantos. En “Three Stones”, bromeó. Desde la localidad en la que vive parte de su familia -”hay varios ‘Ayusos’ entre vosotros”-, la presidenta también condenó estas amenazas, al tiempo que se encargó de recordarle algo a Iglesias: “El hecho de coquetear o de blanquear a personas como Otegi o a una banda terrorista, te demuestra que tú eres el primero que te estás equivocando. Y, por tanto, no puedes seguir por ese camino. Y si tú pides que se condene la violencia, empieza tú mismo por alejarte de ella. Fuera la violencia de la política. Lo que no puede ser es que también aquellos que provocan esa violencia luego se hagan los ofendidos, y no puede ser que haya políticos en este país que pretendan blanquear los pactos con el entorno político de ETA”. Porque también esto forma parte de ese pasado que Iglesias, ni disfrazado de hombre de negro, puede borrar.

Ayer, la candidata popular acudió al sur, a Alcorcón. Y volvió a centrar en Pedro Sánchez sus ataques. «¿Es o no hipocresía hablar a las personas más necesitadas y luego tener esas facturas de miles de euros de la Moncloa para pagar jamón de jabugo y champagne».

Vox-Podemos. Ayuso-Sánchez. De esto parece que irá la segunda semana de campaña.