Teatro
¿Quién asume el fraude?
Mejor recorrido no podría haber tenido la primera película producida por Netflix en España. Después de su estreno en la plataforma digital en 2016, Siete años, se convierte ahora, dos temporadas después, en obra de teatro que se podrá disfrutar en los Teatros del Canal a partir del próximo jueves. El aclamado director argentino Daniel Veronese se coloca al frente de este proyecto con una obra que él mismo ha adaptado a partir del guion original de José Cabeza. El resultado es una versión en la que el director, según sus palabras, ha tratado simplemente de «empujar un poquito más la
acción hacia los personajes», porque la película en sí misma ya era muy teatral.
La historia tiene un punto de partida que recuerda mucho al drama en clave de thriller con aroma anglosajón: los cuatro socios fundadores de una empresa –tres hombres y una mujer– han sido descubiertos defraudando una suma importante de dinero. Ante su inminente detención, sus abogados les recomiendan que uno de ellos se sacrifique por el resto y asuma toda la culpa, lo cual conllevaría una pena de prisión de los siete años a los que alude el título. Evidentemente, eso sería beneficioso para la continuidad de la empresa y para tres de sus socios; pero ¿quién de ellos estaría dispuesto a sacrificarse por el resto?
El planteamiento podría recordar a algunas obras de David Mamet. «Pues no lo había pensado, la verdad –asegura el director– pero puede ser. A mí Mamet es un autor que me atrapa. Puede que haya algo de él, aunque quizá esta historia tenga unos personajes más cercanos, más posibles, en cierto modo. Aquí no hablamos de grandes imperios ni de gente muy poderosa. Los protagonistas de «Siete años» son unos simples empresarios, jóvenes, que han tenido suerte y que han hecho mucho dinero en muy poco tiempo. Y de lo que hablamos es de cómo, tras esa subida tan rápida, la caída puede ser igual de veloz».
Miguel Rellán, Carmen Ruiz, Eloy Azorín, Juan Carlos Vellido y Daniel Pérez Prada conforman el reparto de una obra con un trasfondo, a juicio de Veronese, más íntimo o humano que político, porque «nuestros personajes –explica él– no son seres despiadados; tampoco son grandes empresarios dedicados a la industria armamentística o al negocio del petróleo, sino personas comunes que han tenido un golpe de suerte y que no han sabido hacer las cosas bien. No estaban preparados para ese golpe, y tampoco lo están para ir a la cárcel».
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