Sevilla
«La reina de la coca» vuelve a prisión
La Guardia Civil detiene a Ana Mª Cameno en una operación contra el narcotráfico. Hay una veintena de arrestados, 100 kilos de cocaína y 148.000 euros incautados. En los ocho meses que llevaba en libertad había perfeccionado su red de blanqueo
Acababa de tener una entrega con un viejo conocido colombiano en el aparcamiento de enfrente de la pastelería Atuel de Majadahonda. Pero se puso nerviosa, tiró los 50.000 euros en billetes por el váter de la cafetería y se fue. La señora de la limpieza dio la voz de alarma y la Guardia Civil de la localidad logró identificarla en el momento. Era Ana María Cameno Antolín, más conocida como «La reina de la coca». Nadie sabía que ya estaba en libertad.
Poco tiempo después del incidente en Majadahonda, volvieron a pedirle la documentación por un percance de tráfico y ella se agobió. Creía que los agentes de Estupefacientes volvían a pisarla los talones y era cierto, por eso decidió poner tierra de por medio y se fue al sur. Comenzaba el buen tiempo y alquiló un chalé en la Línea de la Concepción (Cádiz), desde donde siguió trabajando de «lo suyo» durante todo el verano. Un mal día de finales de septiembre Cameno madrugó bastante para ir a la peluquería. Presumida como es ella, tenía cita a las 09:00 horas pero el nuevo peinado no pudo lucirlo más que en la foto de la ficha policial.
A su regreso, los agentes de la Guardia Civil que llevaban ya unos meses detrás de ella la engrilletaron y, con la preceptiva orden judicial, entraron en el chalé, donde se encontraba su novio José Ramón, también arrestado. Allí se incautaron de 99 kilos de cocaína (49 en los armarios «caleteados» de la planta de arriba y 41 en un vehículo). Otra vez había perdido la partida.
Hacía ya ocho meses que había abandonado el centro penitenciario de Estremera, donde permanecía en prisión preventiva desde que fue arrestada en el marco de la «operación Colapso» en 2011, junto a un centenar de personas al destaparse un entramado de narcotráfico, porteros de discoteca, matones a sueldo y bandas rivales por el control de la noche madrileña y cuyo juicio aún no se ha celebrado. Entonces, cuando fue detenida, aseguró a los agentes que lo que más le había fastidiado de su arresto era que aquella iba a ser su última operación, que había decidido abandonar el negocio. Ana María había montado el mayor laboratorio de cocaína de Europa en una finca de Villanueva de Perales.
Pero durante los meses que estuvo preventiva, a «La reina de la coca» no se le debió ocurrir ningún otro trabajo con el que poder mantener el tren de vida que ella siempre ha tenido. Gran amante del lujo, ya no sabía en qué gastar el dinero para blanquearlo. Y, cuando saboreó de nuevo la libertad, volvió a caer. Retomó sus viejos contactos con los colombianos, se echó un novio nuevo –José Ramón, un treintañero de Majadahonda aficionado al gimnasio y al consumo de cocaína, según fuentes policiales– y comenzó a hacer lo que mejor sabe: traficar. Los investigadores que la han seguido de cerca, tanto los policías de hace dos años como los guardias civiles ahora, destacan su gran capacidad de trabajo. La describen como una persona inteligente, meticulosa y algo obsesionada con las vigilancias, lo que le ha permitido mantener mucho tiempo su negocio. Pero esta vez no le duró demasiado. Desde hace un mes duerme en la cárcel de Soto del Real, en preventivo.
Esta operación, que aún no ha finalizado y se ha realizado con el Juzgado de Instrucción número 5 de Majadahonda, se ha saldado con una veintena de arrestados, 100 kilos de cocaína aprehendidos y 148.000 euros en efectivo, además de una pistola con silenciador y varios vehículos de alta gama. En la red de contactos de «La reina de la coca» destacan organizaciones del nacotráfico colombiano y mexicano. Ahora había perfeccionado su técnica y había montado una sofisticada red de blanqueo de capitales compuesta por abogados y expertos financieros. La operación se ha desarrollado en Madrid (Majadahonda, Las Rozas, Miraflores y Boadilla), Cádiz y Valladolid, donde los agentes encontraron un kilo de coca oculto en el zulo de una granja de Medina del Campo. También se han practicado registros en domicilios particulares de abogados y empresas dedicadas al blanqueo.
La operación ha sido desarrollada por los agentes de Estupefacientes de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid con el apoyo de la Brigada Central de Estupefacientes de la Policía Nacional (el Grupo 32 de la Udyco, que conocía bien a Ana María porque fueron los que la siguieron hace dos años). Ha sido vital para el entramado económico el Grupo de Delitos Económicos y el de Apoyo Técnico de la UCO. También han participado Policía Judicial de la Guardia Civil de Majadahonda, la Policía Nacional de Valladolid y de La Línea además de Policía Científica.
Ana María Cameno / 42 años
De la «niña bien» de Burgos a la mayor «narco»
La historia de Ana María Cameno bien da para escribir un libro. De hecho, hay alguno que se le parece mucho, pero en lugar de Culiacán (Sinaloa, Mexico), la «narco» española nació en Burgos capital. Allí siempre destacó. Le gustaban las motos caras y estaba obsesionada con la estética: se operó el pecho y se gastaba un dineral en ropa. Podía permitírselo porque venía de una familia adinerada. Ana comenzó muy pronto en el menudeo: con 23 años ya fue condenada por traficar. En aquella sentencia, en la que fue condenada a 3 años de prisión, la jueza ya resaltaba su «trastorno del vestir». Se mudó a Madrid y su obsesión por el lujo se multiplicó cuando comenzó a ver billetes de 500 con frecuencia. Montó una joyería tapadera, Le Petit Bijou, y se casó con David Vela. Vivían en un chalé de Sevilla la Nueva sin demasiadas ostentaciones. Siempre destacan de ella que se abrió paso sola en este peligroso mundo del tráfico de droga a gran escala. Sin padrinos y sin ser mujer de nadie. Una tía valiente y muy inteligente porque no cualquiera aguanta este «trabajo» ni las presiones que se reciben. Cuando logró hacer tratos con Lauro Sánchez, detenido también hace tres años, fue cuando se encumbró. Su negocio iba viento en popa y comenzó su «psicosis»: las extremas medidas de seguridad la llevaban a usar un móvil con cada contacto (la Policía encontró más de 400 terminales) o a tapar con cinta negra las gafas de sol que ponía a los obreros que prepararon su laboratorio de coca. Quedaba con ellos en una gasolinera y les conducía hasta la finca de Villanueva de Perales para que no supieran por qué carretera iban. Allí, además de 33 tonelas de productos químicos para hacer coca, la Policía encontró muchas jaulas de animales: creía muchísimo en la santería cubana y cada vez que iba a realizar un importante negocio hacía un rito por el que debía sacrificar a un animal.
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