Ciudad Lineal
El móvil de Ortiz le posiciona en todas las agresiones
El pederasta de Ciudad Lineal utilizó su teléfono antes y después de cada agresión, por lo que dejó un rastro casi exacto de sus recorridos
El pederasta de Ciudad Lineal utilizó su teléfono antes y después de cada agresión, por lo que dejó un rastro casi exacto de sus recorridos
«Es el único edificio de Madrid que reúne todas esas carácterísticas, arquitectónicamente hablando». Así de claro explicó ayer una funcionaria policial cómo localizaron el exterior del «piso de los horrores», situado en la calle Santa Virgilia, 3, a partir de la declaración de la víctima raptada el 10 de abril, que posteriormente haría un dibujo casi perfecto de las particularidades de esta finca. Los gálibos de entrada, el párking exterior en forma de herradura, la acera desde los coches al portal, el ladrillo visto de la fachada, la «tienda de vinos» a un lado y de ropa al otro, las ocho o nueve plantas de altura, los botones «para ciegos» del ascensor, la puerta de éste («de las antiguas»), las puertas blancas del trastero con los números en triángulo... cada detalle encajó de forma milimétrica. Allí es donde el presunto pederasta de Ciudad Lineal, que está siendo juzgado en la Audiencia Provincial desde el martes, llevaba a sus víctimas para abusar sexualmente de ellas y después ducharlas. Al menos eso hizo con dos de ellas.
La cuarta sesión de la vista oral estuvo protagonizada por la declaración de cuatro policías que participaron en la «operación Candy». Además de encontrar el inmueble –salían desde la mañana a la noche a «patear» literalmente las calles hasta dar con un edificio así– los funcionarios relataron ayer cómo desenredaron la gran madeja hasta quedarse con Ortiz, único acusado de estos hechos. Una de las pruebas que el abogado de la defensa trata de desmontar es el posicionamiento de las antenas, que sitúan a su defendido en todos los puntos donde las niñas fueron raptadas y donde fueron «liberadas» y a esas horas. «No lo ubico yo, lo ubica la antena BPS», contestó el funcionario a la defensa. Otro de estos policías declaró que detectaron una «pauta de aprendizaje» con las dos últimas víctimas (17 de junio y 22 de agosto) porque durante los minutos de la agresión tenía el móvil «inactivo», cosa que no le ocurrió con la del 10 de abril. Esto es que no había tráfico de llamadas, no que lo hubiera apagado. De hecho al última niña sí le oyó el móvil.
Al ir cribando candidatos, Ortiz era el único que estaba en el día, el lugar y la hora de todas las agresiones (los seis puntos distintos de rapto y liberación de tres víctimas) y el recorrido que recordaban dos de las niñas también era coincidente. Del resto de teléfonos que también están en el radio de acción de esas antenas se van descartando porque no todos coinciden todos los días de agresión, «por las características físicas, porque no tienen acceso a esos coches ni a esas casas», explicó un agente.
Entre las líneas de investigación que se siguieron, se solicitó a la Jefatura de Tráfico y a Policía Municipal las sanciones de Antonio Ortiz. Y ahí descubrieron que, aunque no era el propietario de los coches utilizados (el Celica y el Picasso), él mismo se había declarado como conductor habitual a efectos de sanciones, que iban a su nombre. Concretamente del Celica. Pero fue el otro, el Picasso, el que más «problemas» le dio.
Y es que, además de ser éste el vehículo captado por las cámaras de un Bankia y de la EMT con la última víctima, la Policía se lo llevó mientras estaba en la compraventa de coches que llevaba su colega Conrado. Con él habló por teléfono cuando ya estaba huido en Santander. Así se desprende de una conversación transcrita por la Policía (precisamente ayer declaró el encargado de ello) ya que Ortiz tuvo intervenido el teléfono desde el 14 de septiembre, diez días antes de su detención. En esta conversación, el tal Conrado le explica que la Policía se ha llevado el coche que considera de Ortiz y éste se pone en alerta pero trata de disimular. Sin embargo, a los pocos minutos le devuelve la llamada para interesarse más por el tema. Ahí le traicionaron los nervios.
La extraña carcajada del monstruo
¿De qué se ríe Ortiz? Resulta digno de estudio cómo una mente humana puede abstraerse de ciertos contextos y reaccionar ante momentos «graciosos». Al acusado de agredir sexualmente a niñas se le escapó ayer alguna risa cuando la jueza «traducía» las preguntas de su abogado para que un testigo las entendiera. Se conoce que también le parecía gracioso que los agentes comprobaran si había movimientos de luz y agua en Santa Virgilia. Miraba a su abogado sonriendo y éste le reprendía con el gesto de «silencio» llevándose un dedo a la boca. Parece que Ortiz ha abandonado el papel de ser de mirada inexcrutable que no mueve un músculo, esos que tanto le gustaba esculpir, y ahora hasta «opina» sobre algunas declaraciones negando con la cabeza.
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