Deportes
Paraíso ecuatorial
Convaleciente tras haberse extirpado una segunda hernia inguinal, la operación en la otra pierna nos privó de su concurso en un Campeonato de España de hace varios siglos, mi querido P. disfruta en su residencia de Brasilia del suave invierno austral. La capital federal surgida del magín y del compás de Oscar Niemeyer es un paraíso urbano, civilizado e impersonal, que se beneficia del clima ecuatorial sin los padecimientos que llevan aparejados los grandes núcleos playeros cariocas y paulistas. «Las niñas ya han vuelto al colegio y mi mujer trabaja todo el día», anuncia poseído por una extraña euforia, antes de pasar a detallar los pormenores de las pretemporadas de todos los contendientes en la Liga española y de los principales equipos de varios campeonatos extranjeros. «¡No sabía que Pablo Hernández seguía en el Leeds!», remata su erudita exposición. Para mi amigo, la era del empoderamiento femenino ha sido una bendición que le ha permitido cultivar sus aficiones –la gastronomía, la lectura insaciable por aluvión y las retransmisiones deportivas, básicamente– mientras su esposa desarrolla una exitosa carrera como diplomática de la Unión Europea. «No me digas cómo han quedado los All Blacks, que aquí pasan en diferido el Rugby Championships los lunes por la noche», advierte como respuesta a la pregunta de si añora sus tiempos de ejecutivo intercontinental, que una semana abría un supermercado en Estambul y a la siguiente, negociaba en Pekín cupos para la importación de mortadela con algún jerarca corrupto del gobierno chino. «Vaya pedazo de novela ‘Los asquerosos’, de lo mejor de los últimos años. Gracias por la recomendación». Le hablé de ella hace cinco días, la compró por Amazon y ya se la ha embaulado. Eso es vida. «No hay amos de casas frustrados, sino aburridos». ¡Sabio!
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