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Manuel Moreno Alonso: «En España nadie respeta la ley»

El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla ha escrito un libro sobre el «más grande escritor político» del país: «Jovellanos. La moderación en política»

Manuel Moreno Alonso
Manuel Moreno Alonsolarazon

El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla ha escrito un libro sobre el «más grande escritor político» del país: «Jovellanos. La moderación en política»

Se supone que Melchor Gaspar de Jovellanos representa lo que en el siglo XX se dio en llamar un intelectual. Alguien que se dedica a la reflexión sobre la realidad que le rodea, que escribe desde una óptica crítica y que espera encontrar respuestas a los grandes interrogantes de su tiempo. Manuel Moreno Alonso también está situado en esta clase de personas como catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla. Certero en sus juicios y templado en sus análisis, la contundencia la deja para realizar el ejercicio de separar el grano de la paja que exige la historiografía científica a la que dedica el máximo de los rigores.

El político ilustrado de Gijón centra su última obra, «Jovellanos. La moderación en política», editado por Gota a gota/FAES que sirve de soporte a su participación en el segundo encuentro organizado por el diario LA RAZÓN en colaboración con la Fundación Cajasol bajo el título «La hora de España». Un cita con la vista puesta en el proceso ilustrado español, la Guerra de la Independencia y las consecuencias que este suceso tuvo en la España actual. «Era fundamental hacer un libro así sobre el más grandes escritor político que ha habido en España», señala el profesor al recordar la trascendencia de un personaje crucial en nuestra Historia. «Un hombre de unas capacidades tan grandes, con una producción tan inmensa que ocupa doce volúmenes. Sin embargo, no tiene una obra de referencia de la época a nivel europeo. No tiene universalidad, no porque le faltara capacidad en un aspecto filosófico de la palabra, sino porque estaba concentrado en aspectos concretos de España». En este sentido, lamenta que la historiografía catalana de las últimas décadas haya aumentado más esta concentración de los profesionales españoles hasta llegar a un punto de «provincianización» pese a partir de una situación de vanguardia en los años 60. «Ahora sólo interesa lo que esté relacionado con el catalanismo, eso independientemente de que esa historia sea verídica y crítica o no lo sea. Jovellanos está en los problemas internos, le falta la proyección de un libro exterior. Si hubiera escrito unas consideraciones sobre la Revolución Francesa hubiera sido otra cosa, pero sucede que era un hombre poco valiente, lo mismo que Manuel Azaña. Hay bastantes testimonios que defienden que era un hombre que pensaba una cosa pero que luego llevarla a cabo era distinto. Era un hombre de leyes y el jurista difícilmente puede ir más allá de la letra escrita». Unas normas que los españoles nos hemos empeñado durante siglos en saltarnos constantemente, de manera casi natural, convirtiéndonos en una lugar jugoso para los investigadores extranjeros. «Aquí nadie respeta la ley, cada uno hace lo que quiere, dan las interpretaciones que entienden y eso resulta verdaderamente fascinante. Un país como Suiza, donde no sucede nada excepcional, no se convierte en un objetivo para los historiadores. En este sentido, son como urracas que van a la carne muerta o la que da olor, y aquí en España somos los más fascinantes para los europeos».

La leyenda negra alimentada desde dentro y desde fuera que aún sigue vigente aportando sombras sobre la realidad de un país a base de ideas preconcebidas. «Vemos los editoriales de los periódicos americanos y europeos que tienen una imagen de nuestro país absolutamente preconcebida y uno piensa en cómo esta gente que es inteligente, que se supone que tiene un espíritu crítico, sucumbe ante una imagen artificial de España».

Sobre esta idea lleva trabajando más de tres décadas en un libro dedicado a la propaganda realizada por Inglaterra. «La guerra del inglés en España. 1808-1814. La historia como campo de batalla». «En este país ha habido dos episodios que han marcado nuestra historia de una manera determinante. La Guerra de la Independencia y la Guerra Civil, pero la primera tragedia es mucho más trascendental que la de 1936. Se perdió prácticamente toda América y desde entonces no se ha levantado cabeza, todo el atraso económico, el guerracivilismo y el nacionalismo actual vienen de ese conflicto. Se trata de unos hechos que hay que estudiar, pero sobre todo la intervención inglesa en España, que hasta ahora era coto cerrado para los historiadores británicos. En el ámbito anglosajón, y por ello la casi totalidad del mundo, los que ganaron la guerra fueron los ingleses, pero eso hay que matizarlo porque de ahí proceden muchos aspectos de la leyenda negra. No viene de la época de Antonio Pérez, de los excesos de Felipe II, sino que tiene una segunda edición renovada y muy dura con la Guerra de la Independencia tras la intervención de los británicos».

El conflicto ante el francés se ganó en los campos de batalla pero también en los periódicos y medios de propaganda de la época. Instrumentos que con una actualización técnica se siguen utilizando en la actualidad para acompasar de una manera u otra las intenciones del poder. Es el caso de la crisis de Cataluña y el papel de los medios de comunicación. «Me ha impresionado el auto de la jueza Carmen Lamela, que aplicando la ley sin ningún tipo de complejos, ha metido a los miembros del Gobierno catalán en la cárcel al considerarlos como parte de una banda criminal organizada. Es decir, me han impresionado las dos cosas. Esto ha sido un golpe de Estado como el de Múnich, dado por Hitler en 1923. Entonces la democracia es débil, no es sería, lo mete en la cárcel y lo saca al poco tiempo. Encima le dan un trato especial y escribe sus memorias, ‘Mein Kampf’. La gente qué va a pensar si hay una ley que no se cumple por el «buenismo» o por la oposición democrática. Esto quiere decir que el problema no se ha solucionado. Cuando se les pregunta por la ruina económica, por ejemplo, dicen que no es nada porque sólo se han ido los consejos de administración. Lo justifican todo, pero lo tremendo es que un pueblo que lo ha perdido todo en el sentido ético y que ha sido engañado por una gente mediante el nacionalismo, que es lo peor que puede haber, además le ha sido eliminado cualquier sentido crítico. Mire, todos los del Gobierno catalán tienen apellidos catalanes, todos, pero es tremendo que los que los apoyan tienen apellidos que vienen de Extremadura y de Andalucía. Lo más curioso es que se trata de la generación que es más extremista. Cuando sucede esto, se escuchan cosas tremendas como las afirmaciones de Roberto Fernández, presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), que asegura que no hay adoctrinamiento en las aulas catalanas. No hay más que ver que estamos ante el mundo al revés. De esta forma se llega al espacio contrario, pues el que ha dado el golpe de Estado hace creer que ha sido el otro».

Situaciones y desafíos que obligan a tomar posturas de conciencia en un país en el que los intelectuales están desaparecidos. No existe un Jovellanos en el siglo XXI español. “Es que no hay un Jovellanos, dónde están los intelectuales de esa profundidad. No los hay, y luego están los insobornables. Estamos viendo con Cataluña que alguien con el más mínimo sentido intelectual, entiende que esto es un golpe que se puede justificar con un tratamiento de postverdad. En el punto de vista serio de las cosas, es increíble que suceda en este momento. Siguen emperrados en lo mismo y manteniendo que el golpe se lo ha dado España contra ellos. Sobre esto, quiero decir que Jovellanos era un personaje insobornable y tenía muy claro que era un hombre de principios. Quizás era alguien irrepetible en el caso de España. Aquí se puede trazar un paralelismo con la obra de Hans-Georg Gadamer y su libro ‘Verdad y método’. Un tratado intelectual sobre qué es la verdad, qué es lo estrictamente necesario para poder hablar de las cosas. Los alemanes tienen que enfrentarse a este asunto porque tienen el trauma de la II Guerra Mundial. Un pueblo que fue engañado tiene una preocupación por saber qué es la verdad».

Al final, el ser humano trata de aflorar de alguna manera como parte de esa masa en la que se encuentra abocado al destino. Un conjunto informe y abstracto realmente impredecible. «Blanco White, al que he trabajado mucho, es el primero que habla de la desconfianza en la masa como la masa que está en auto de fe. Vemos ahora lo que sucede en Cataluña, que la misma masa va en un sentido u otro, al igual que en los trágicos sucesos del siglo XX cuando fueron engañadas. El problema es en cierto sentido similar al catalán, porque cómo un pueblo que se considera superior al resto, como pasaba con los alemanes, se ha dejado engañar de esta forma. Recuerden la escena de ‘La escopeta nacional’ en la que el personaje interpretado por José Sazatornil ‘Saza’, Jaume Canivell, se marcha cargado con las escopetas sin colocar los telefonillos. Alguien al verlo dice: ‘Es gilipollas’, y otro le corrige: ‘Pero es catalán’. Pues aquí es lo mismo».