Literatura
Los niños cubanos que le robaban fruta a Hemingway
Arzalia recupera el libro escrito por Norberto Fuentes hace 35 años que bucea en la travesía cubana del autor de «El viejo y el mar»
«Lo que acontecía en Finca Vigía no era excepcional en modo alguno. La apariencia de fiesta constante en lo alto de la colina, en casa del americano, es parte de una leyenda». La realidad del escritor era una intensa «mañana, moviéndose a veces como un boxeador, recargando un pie, después el otro, bañado en sudor mientras escribe las palabras en una cuartilla que está sujeta sobre una tablilla. Hemingway frente a su trabajo, en busca de una prosa inglesa limpia y precisa», escribe Norberto Fuentes «Hemingway en Cuba» (Arzalia, Madrid, 2019), como si hubiera podido espiarle por la puerta entreabierta mientras se retorcía ante su escritorio imaginando personajes y situaciones y buscando la manera de contarlas…. Pero es que, de alguna forma, tuvo esa fortuna. Norberto Fuentes (1943) es un periodista y escritor cubano afincado en Miami desde 1994, pero antes de escapar fue un joven que siguió con entusiasmo el avance de la revolución castrista, la derrota de la dictadura de Fulgencio Batista y la conquista del poder por Fidel Castro en 1959.
Se licenció en la Universidad de La Habana en Literatura Hispanoamericana y se dedicó al periodismo y a la literatura con éxito: sus «Condenados de Condado» fue premio Casa de las Américas en 1968, pero sus críticas, a veces no tan veladas, le pusieron en el punto de mira del régimen y le precipitaron en el caso del poeta Heberto Padilla que, tras un «adecuado tratamiento» de cinco semanas hizo su «autocrítica» en la cual implicó a otros amigos escritores como Fuentes. Este no aceptó la acusación y se defendió ante la Unión de Escritores: «Yo soy un revolucionario. (...) Heberto dijo que todas las personas que él había mencionado habían tenido actitudes contrarrevolucionarias. Heberto, yo no he tenido actitudes contrarrevolucionarias». Fuentes logró escapar del asunto, aunque no de la estrecha vigilancia del sistema, pero ese control le iba a proporcionar la oportunidad de su vida.
En 1974 (o 1973, como dice en otro lugar) fue convocado por el presidente del Consejo Nacional de Cultura, Luis Pavón –llamado Luis Pavor, por el pánico que suscitaba–, que se interesó por lo que estaba escribiendo y Fuentes, que acababa de leer la novela de Hemingway «Islas en el Golfo» (Alianza, 1971), salió del brete asegurando que trabajaba sobre «la presencia de Hemingway en Cuba». Aquello fue un «ábrete sésamo». En adelante, a Fuentes se le facilitaron todos los caminos para seguir al Premio Nobel norteamericano, de Villa Vigía, su casa desde 1939 a 1960, donde escribió obras como «El viejo y el mar», hasta el Hotel Ambos Mundos, en el que tuvo una habitación fija desde 1933 a 1939 y en la que concibió un par de novelas y varios cuentos. En esos años Fuentes pudo manejar un metro cúbico de papeles, cartas, documentos, ideas, fotografías, recuerdos y los libros favoritos del escritor. Siete años tras Hemingway, en los cuales aparecen tópicos, como los daiquiris de «El Floridita» (a veces lo llama «La Floridita»), y donde fue amigo del dueño, Constante, «cuyo trabajo es una ceremonia de pulcritud» y genialidad, pues inventó 150 recetas para cócteles.
Purgas castristas
En «El Floridita» se conserva un busto del escritor, colocado sobre el lugar en que acostumbraba sentarse: se lo ganó a costa de su hígado, pues tomaba el daiquiri especial creado para él: «Dos líneas de ron, un golpe de limón en una batidora que contenga dos raciones de hielo frappé» y sin azúcar, del que podía tomarse en una tarde una docena o más y aún solía llevarse otro en un termo «para el camino». Siete años husmeando por su casa, reflexionando en su despacho y hablando con los niños (que ya eran hombres) a los que había permitido que le robaran sus mangos (pero «no tiréis piedras») y a los que regaló equipaciones de béisbol para dos conjuntos y guantes de boxeo para que practicarán con él. O con sus compañeros en las peleas de gallos o en sus «travesuras» perturbando las fiestas de vecinos poco estimados con cohetes y bombas fétidas.
«Hemingway en Cuba» se publicó en 1984 y 1986, años en los que «fui el escritor que más dinero ganó en Cuba», pero luego, incapaz de aceptar las purgas castristas, el escritor intentó escapar y, capturado, terminó en la cárcel de la que le libraron una huelga de hambre y la intercesión de sus amigos, Felipe González, Salinas de Gortari y García Márquez, que le escribió el prólogo de la obra. El libro que acaba de publicar la editorial Arzalia es, con una introducción, algunas anotaciones y correcciones, aquel que Fuentes escribió hace 35 años y que apenas salió de Cuba. Un libro para disfrutar.