Sevilla
El valor de lo efímero
Ya estamos en abril, días de Feria, de olor a azahar, de toros y baile. La Feria de Sevilla es como la feria de la vida, algo maravilloso y bello pero efímero y ahí radica su fascinación
Ya estamos en abril, días de Feria, de olor a azahar, de toros y baile. LaFeria de Sevilla es como la feria de la vida, algo maravilloso y bello pero efímero y ahí radica su fascinación. Nada permanente provoca emociones. Es como el primer amor, ese que despierta nuestra sexualidad, nuestro primer beso, la primera caricia, la ilusión al pensar que será para toda la vida, aunque sabemos que eso no es cierto. Permanecerá en nuestra memoria idealizado porque nunca llegó a consumarse, fue evanescente y se diluyó en el tiempo. Esa sensación de lo efímero es lo que nos excita y emociona, porque se nos escapa e invita a vivirlo con intensidad y alegría. Lo permanente carece de interés. El amor cuando lo vivimos en la seguridad de la rutina, cuando dejamos de idealizar porque nuestra pareja ronca o le huelen los pies, carece de todo atisbo de belleza. Vivamos lo desconocido, lo que sabemos que desaparecerá. Mi último amor intenso fue un amor de verano y así lo viví con el convencimiento de su caducidad. Puedo asegurarles que lo recuerdo como algo muy placentero que nunca desee que se consolidase para quedarme con ese momento de plenitud. Quizá ese recuerdo, esa adoración que siento por mi marido Guillermo, al que jamás puedo arrancar de mi vida, se deba a que se fue en la plenitud de nuestro amor. Todavía no había llegado el otoño a nuestra vida y seguíamos en pleno florecimiento de la primavera. Recuerdo esa época en mi jardín, en Tellagorri-Gain, así se llamaba nuestra preciosa casa. Los árboles de lilas, las azaleas, las hortensias, todo en explosión de colores y olores; la hierba cortada al atardecer mientras me sentaba ensimismada a contemplarlo con esa luz tamizada del norte que envuelve sin molestar y la rebeca de punto puesta agradeciendo el fresquito mientras nos tomábamos un té y charlábamos de la vida. Era la felicidad también efímera.
Y también efímera, pero bella, ha sido mi semana. Llena de actos sociales y culturales. Empezó con la Gala Benéfica Global Gift que organiza Eva Longoria y que este año se ha celebrado por primera vez en Madrid, con la participación de las fundaciones de Bertín Osborne e Isabel Gemio para la investigación y ayuda de las enfermedades raras. Hubo una gran convocatoria que coordinó María Bravo, la mujer de la eterna sonrisa y amabilidad, volcada en ayudar a obras sociales desde Los Ángeles junto a su gran amiga, Eva Longoria. Pero el espectáculo que me emocionó, por sublime, fue «Las Minas Puerto Flamenco», salido del Festival de Cante de Las Minas de La Unión. No es un flamenco al uso. Es una producción para disfrutar de soleás, tanguillos, peteneras, guajiras, milongas colombianas y habaneras. Formado por bailaores, cantaores, flauta, guitarra flamenca y percusión. Hay un bailaor que emociona, quizá el mejor del mundo en este momento: Eduardo Guerrero. Otro gran bailaor es Amador Rojas, mezcla de tradición y baile oriental que fascina junto a un extraordinario vestuario. Un crítico de «The New York Times» destacaba la magia y el arte del baile de Yolanda Osuna. Me sentí muy emocionada y orgullosa de nuestro arte flamenco.
Éste es un país para no perdérselo; un país maravilloso con algunos políticos despreciables anclados en el guerracivilismo (como dice Carlos Herrera) y la ojeriza un tanto sectaria de la izquierda que impide cualquier acuerdo. Cómo vamos a perdernos un país en el que el líder encargado de formar gobierno, Pedro Sánchez, busca afanosamente un acuerdo con una formación patrocinada por iraníes y chavistas sin que se le caiga la cara de vergüenza. Por eso, resulta un país de cómic en el que Sánchez lo único que persigue es acomodar sus posaderas en el sillón de La Moncloa. Y esto, por muy efímero que resulte, nos puede llevar al peor de los escenarios.
Disfruten de este fin de semana con la emoción de lo efímero y de que el lunes volverá...
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