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Gemma Mengual: Dentro y fuera de la piscina
Hablar de Gemma Mengual es nombrar a una de las grandes de la natación sincronizada. Un referente mundial que ha revolucionado este deporte gracias a su estilo y su pasión ilimitada.
Hablar de Gemma Mengual es nombrar a una de las grandes de la natación sincronizada. Un referente mundial que ha revolucionado este deporte gracias a su estilo y su pasión ilimitada
Mengual ha roto esquemas al sentar las bases que consolidan esta disciplina coreográfica. Todo un ejercicio emocional, donde la técnica baila al compás del espectáculo. Aunque Mengual se mantiene en activo dentro del equipo técnico de la selección española de natación sincronizada, ‘La Sirena’, lleva otra vida más apaciguada – que no menos ambiciosa- en la que descubre en cada reto, dónde están sus límites fuera del agua.
¿Cuándo te diste cuenta de que tu vida estaba vinculada al agua? Llevas desde los 8 años en el mundo de la competición. Empecé natación en la escuela primaria y mi mentor ya se dio cuenta de que valía, porque lo aprendía todo muy rápido, flotaba, nadaba sin manguitos a los 3 o 4 años y me deslizaba por el agua de forma muy natural. La natación sincronizada la descubrí a través de mi prima, que la practicaba. Me acuerdo que le dije a mi madre que me encantaba, porque era como nadar y bailar a la vez.
¿Qué consejo o lección te ha servido para mantener la perseverancia en un mundo tan competitivo como es el deporte de élite? Más que un consejo o una lección, lo que me ha mantenido al pie del cañón es la gran pasión que tengo por este deporte. Esto ha hecho que me pudiera marcar unos objetivos en cada reto y pensar siempre en grande. También tuve entrenadoras que sabían como potenciar mis habilidades y me ayudaron a superarme a mí misma.
Debe de haber sido estresante saber que, en cada competición, hay mucho en juego... Sí, ha existido tensión, pero me gustaba esta sensación y siempre tuve a alguien, dispuesto a sacar todo lo mejor de mi y explorar mis límites. Creo que es bueno y necesario en el deporte de élite tener esos sueños y tener a tu lado a alguien que te vaya marcando unos objetivos. Además, siempre he sido muy competitiva en el deporte y si me apretaban más, sabía que podía llegar más lejos.
¿En todos los aspectos de tu vida, eres igual de competitiva? No, que va. Fuera del deporte, soy mucho más relajada. Solo soy exigente si veo que tengo capacidades para algo y que si sé que me esfuerzo lo puedo mejorar. Si veo a priori que una cosa la tengo perdida, no le pongo tanto empeño. Hay que saber aflojar.
Visto en perspectiva y haciendo balance de tu exitosa carrera, ¿te imaginabas llegar tan lejos? Eres una de las mejores en tu disciplina. Siempre tuve muchos sueños y estoy contenta de haber conseguido todos los objetivos. En su momento yo rompí barreras y aporté otras novedades en sincronizada. Evidentemente, ahora se están haciendo técnicas diferentes, innovaciones en muchos más aspectos y existe una nueva generación de nadadoras muy potentes.
¿En qué aspectos has revolucionado la natación sincronizada? En el estilo. He dado a la sincronizada una manera de nadar diferente. Yo siempre he nadado desde el sentimiento, nadaba desde dentro y he transmitido esta emoción a las personas que me veían. Lo hacía de manera consciente, porque lo sentía. Puedo decir que he creado una escuela en este sentido y muchos países han intentado adoptar mi estilo, pero todo recae en el estilo y la pasión.
Vuestros bailes eran más que ejercicio perfectamente ejecutados, explicaban una historia. Exactamente. Una manera de explicar una historia a través de una coreografía y el espectador alucinaba. Quizás técnicamente no era perfecto como un ejercicio ruso, pero nosotras provocábamos emociones. También fui pionera en el dúo mixto y en el hecho de que volví a nadar después de ser madre a una edad ya bastante avanzada.
¿Cómo habéis procurado mantener la sintonía entre compañeras? Siempre hemos estado muy unidas y nos hemos tenido admiración entre todas. Yo era un referente para ellas, pero al final era una más del equipo. Lo compartíamos casi todo dentro de la piscina y también fuera en nuestros momentos de ocio.
¿Echas de menos el mundo de la competición? Ahora ya no. En las olimpiadas de Río sufrí por el cansancio físico y mental, y también me di cuenta de que ya estaba cansada de competir. Pienso que he llegado donde quería llegar y creo que lo he hecho dignamente. Ahora, ¡que me quiten lo bailado!
Como recuerdo de toda una prolífica trayectoria debes de atesorar un montón de trofeos y medallas olímpicas. Imposible llevar la cuenta. Por cierto, ¿dónde las guardas? No las guardo en ningún sitio, porque no sé dónde están -se ríe-.
¿En serio? No es que no las tenga, pero ahora mismo no las encuentro. Las llevé hace tiempo en a evento deportivo a Sevilla y las volví a traer de nuevo a casa. Sé que están en casa, pero no sé dónde están ahora mismo. Un día las volví a buscar, inspeccionando todos los rincones. Hasta miré entre las cajas que guardo en un altillo del último traslado, pero no las he encontrado. Sé que cuando menos me lo espere, aparecerán.
¿Y las copas? Tengo copas desde pequeña en la que era mi habitación de la infancia. Lo que pasa es que nos hemos ido mudando de piso y no he tenido suficiente espacio para ir colocando todos aquellos trofeos y los que se iban sumando. Para mí era absurdo coleccionar todo lo que había ganado y un día mi madre y yo cogimos una bolsa de basura y tiramos todos los trofeos.
¡Me dejas flipada! No te creas, tiene una explicación. Para mí todas las copas o medallas tienen un significado simbólico. En el fondo son trozos de mármol o piezas de hojalata que, si lo miramos fríamente, no valen nada. Yo valoro muchísimo el esfuerzo que hice para conseguir esos objetos y lo mucho que me costaron. Eran una meta y una prueba de superación constante. También tengo presentes todos los que me vinculan a cada trofeo. ¡Eso no tiene precio! No me importa tanto la forma como el contenido. Por eso, para mí ha sido más importante el camino que he tenido que hacer para llegar a conseguir un trofeo que atesorarlo por sí mismo.
¿Puedes compartir alguno de esos recuerdos? Más allá del espíritu de superación en cada prueba, recuerdo especialmente cómo compartía cada triunfo con las personas de mi entorno. Con mi familia, con mi entrenador, con mis compañeras del equipo. El momento de subir en el podio en cada olimpiada, los abrazos de mis compañeras, las lágrimas de la emoción... Todo eso es lo que me guardo para mí y lo que verdaderamente me importa. Una medalla no me quita el sueño.
¿Y si tus hijos te piden ver las medallas? Estoy segura de que las recuperaré porque seguro que cuando sean mayores querrán ver o tener esas medallas. Ya aparecerán, no me preocupa. Realmente no las admiro, no soy una persona que esté todo el día enganchada a mis trofeos. De hecho, cuando acababa las competiciones no quería ni verme, necesitaba distanciarme. Pensaba que ya lo había conseguido y que ahora iba a buscar otro reto.
Por cierto, Gemma, dentro de la selección española, ¿cuál es tu rol exactamente? He ido cambiando de roles. Cuando entré dentro del personal técnico era asesora artística por ponerme un título, pero al final todo el equipo hace un poco de todo.
¿Cómo ves a las nuevas generaciones? Las veo bien posicionadas. Hay nivel y mucha cantera de niñas que despuntan.
¿Tenemos posibilidades de ganar en Tokio 2020? Aún queda un año y hay posibilidades viendo los resultados del Mundial de Natación 2019 en Corea, pero tenemos que trabajar muchísimo.
Empresaria del mundo de la restauración, diseñadora de joyas... Gemma, ¿cómo describes ahora tu nueva etapa? Ahora soy madre y mi vida ha cambiado por completo. También tengo mucho tiempo para disfrutar de los míos y tengo otras obligaciones. La verdad es que me siento otra Gemma. Ya no siento la presión de tener ese sacrificio encima ni tampoco aquella disciplina en la rutina y siento que tengo más licencias y más margen para hacer las cosas a otro ritmo. Es verdad que estoy afrontando una etapa de experimentar con proyectos diferentes y son experiencias que a veces funcionan y otras, no tanto. De todo te llevas un aprendizaje.
Tu restaurante en Sant Cugat funciona...Sí, pero el mérito no es solo mío porque me he rodeado de un equipo que vale un imperio.
Hace un año participaste en ‘Bailando con las estrellas’. ¿Te animarías con otro talent show?Depende, ahora ya he aprendido la experiencia del primero y, si lo vuelvo a hacer, me lo tomaría de forma más relajada. Lo importante es pasártelo bien.
¿Hay nuevas colaboraciones a la vista?Siempre hay colaboraciones puntuales, pero nada destacable.
Va, tírate a la piscina. ¿Qué proyecto tienes ahora mismo en tu cabeza?La verdad es que ahora quiero vivir una vida tranquila, asumiendo pequeños retos para poderme motivar. Hace 15 años te diría que mi sueño era ganar una medalla olímpica, porque estaba en esa etapa ambiciosa de mi vida. Eso ya es historia. Ahora me conformo con ser feliz y estar rodeada de las personas a las que quiero. ¡Y no es poco!
10 básicos:
1. No falta en tu armario... Zapatillas deportivas 2. El perfume al que siempre vuelves... A ninguno 3. No falta en tu bolsillo... Las llaves de casa 4. Una sencilla técnica de relajación... Respirar profundamente 5. Un accesorio imprescindible... El bolso 6. En coche, confort o deportividad... Confort 7. Un paraíso para perderse... Cualquier isla 8. Tu plato con estrella Michelin... El sushi del restaurante Sugoi 9. Qué bebes en tu momento cóctel... Vino, siempre vino 10. Analógico o digital... Ahora digital
Producción: pequeñas GRANDES cosas
Fotografía: Francisco Fonteyne
Maquillaje y peluquería: Núria Ribera
Estilismo: Ángela Ibáñez