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«Insecure»: Vivir e intentar no tomárselo a pecho
Después de haber dado por finalizada su relación al término de la pasada temporada, Issa y Lawrence tienen sexo al principio de esta. Las recaídas prometen repetirse en próximos episodios
Después de haber dado por finalizada su relación al término de la pasada temporada, Issa y Lawrence tienen sexo al principio de esta. Las recaídas prometen repetirse en próximos episodios.
Sobre el papel, «Insecure» no hace más que lo que ya han hecho antes muchas otras ficciones televisivas: retratar a mujeres que tratan de averiguar qué hacer con sus vidas, sus trabajos, sus parejas, sus amistades y, sobre todo, sus neurosis. Lo que la hace particularmente convincente capturando qué se siente cuando alcanzas la treintena y compruebas cómo tus fantasiosas expectativas te estallan en la cara como una piñata es que, a diferencia de «Girls», no se muestra desesperada por funcionar a modo de icono generacional; y que, a diferencia de «Sexo en Nueva York» sus personajes no son meras proyecciones de ciertas fantasías femeninas sino mujeres reales que fracasan y aciertan y vuelven a fracasar de forma tan creíble que no hace falta ni ser mujer ni ser de raza negra para empatizar con ellas.
Pese a ello, «Insecure» no sería lo mismo de no ser por la cautivadora personalidad de su creadora y protagonista, Issa Rae, que en su día dio a conocerse en el mundo de la comedia y en el de internet gracias a la webserie «The Misadventures of Awkward Black Girl». Su personaje, también llamado Issa, es una joven de apariencia pasiva, incapaz de expresar sus verdaderos sentimientos excepto cuando rapea en privado, frente al espejo, dando rienda suelta a la agresividad y la honestidad brutal que normalmente se apretujan en su interior como sombrillas en una playa de Benidorm.
Amor o sexo
En su segunda temporada, en concreto, «Insecure» se sirve de las zozobras de su heroína para ofrecer una sucesión de observaciones tragicómicas sobre lo difícil que es sobrevivir al final de una relación de cinco años. Al final de la primera Issa engañó a Lawrence (Jay Ellis) porque quería estar con un hombre que no hubiera pasado los últimos dos años en el paro y acoplado en el sofá. Ahora trata de pasar página, y al contemplarla «Insecure» trata la soltería no como un motivo de tragedia o melodrama o como un mecanismo de liberación, sino solo como un aspecto más de la vida.
Inevitablemente, Issa se aficiona a las apps para parejas y a las citas desastrosas mientras se apoya en su mejor amiga Molly (Yvonne Orji), que por supuesto también tiene lo suyo: tras decidir darse un año de respiro sabático de los hombres, trata de crecer emocionalmente haciendo terapia pero tiene tendencia a juzgar a sus psicoanalistas como si fueran cónyuges potenciales. Por lo que respecta a Lawrence trata de reconciliar la libertad que su nueva situación conlleva con el hecho de que quizá no la esté disfrutando tanto como su vigorosa vida sexual sugiere. Pese a que sus dilemas han ganado protagonismo respecto a la pasada temporada, eso sí, es la amistad entre Issa y Molly lo que ocupa el centro narrativo de la serie y lo que la dota de la mayor parte de su humor y su hondura. Las historias que se cuentan –a veces sobre asuntos de raza y género pero casi siempre de desamor– no son especialmente sorprendentes; la puntería y el vitriolo que exhiben al deconstruir el mundo a su alrededor sí lo son.
Ni ellas ni el resto de personajes de «Insecure» se definen únicamente por los problemas que afrontan o por las malas experiencias románticas que destripan entre copas. La serie les da la oportunidad de ser algo más egoístas, y contradictorios y defectuosos que los protagonistas de la mayoría de sitcoms. Son, de nuevo, gente que existe en el mundo real y eso les proporciona una capacidad singular para encajar los golpes y pasar página. «Insecure» no trata de sacar grandes conclusiones acerca de la vida, prefiere centrarse en observarla mientras es vivida.
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