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Juan Peña: «No sé lo que sentí cuando DiCaprio bailó unas sevillanas que yo le cantaba»
Asegura que de pequeño escribía sobre lo que deseaba para el futuro y siempre ponía lo mismo: «Ser cantante, ser fichado por Pepe Barroso y vivir en La Moraleja»
Asegura que de pequeño escribía sobre lo que deseaba para el futuro y siempre ponía lo mismo: «Ser cantante, ser fichado por Pepe Barroso y vivir en La Moraleja».
Juan Peña es jerezano y cantante desde que tiene uso de razón. «Recuerdo que con 4 años me iba a casa de unos familiares y les cantaba en el salón, a cambio me daban unas monedas para comprarme chucherías, y con 6, me montaba un escenario en el patio de mi casa y les pedía un duro a los niños de mi calle». Dice que es «entreverao» por tener un padre gitano y una madre paya. Podría, si quisiera, hacerle la competencia al mismísimo Rappel. Peña quizá tenga dotes de adivino o mucha constancia y paciencia, que es la madre de la ciencia y del éxito. Asegura que de pequeño escribía sobre su futuro: «Siempre ponía lo mismo: ser cantante, ser fichado por Pepe Barroso y vivir en Madrid en La Moraleja, donde estaban las estrellas». Su destino parece estar trazado y llevarlo estampado en un papelito en el bolsillo. Tanto es así que cuando entró por primera vez en un plató de televisión, le dijo a su mánager: «La presentadora va a ser mi mujer», como así ha sido. Miedo da estar delante de un hombre que lo que sueña se cumple y lo que dice que va a ocurrir, ocurre. Allá vamos, sentados en la terraza del hotel InterContinental de Madrid, que también es una señal del destino para Juan Peña: «Un día alojado en el InterContinental de París, soñé con cantar en ese hotel porque es de los más bonitos y de los que tienen más historia. Además, me encanta París, donde no he actuado nunca, pero este verano me han contratado para hacerlo en el Intercontinental parisino y ahora tú me entrevistas en el de Madrid. Es el destino». Lo dicho, miedo me da.
–¿Cómo empezó todo?
–A los 16 años formé un grupo con mis amigos, con la suerte de que nos contrató una señora de la alta sociedad sevillana, Fátima Noguera, para cantar en su casa de El Rocío. A raíz de eso empezaron a llamar para fiestas privadas, mientras yo seguía estudiando gestión administrativa. Gracias a las bodas, algún funeral y fiestas privadas me fui haciendo un nombre y así es como Amador Mohedano se puso en contacto conmigo porque me había visto cantar y me propuso grabar una maqueta. Me vine a Madrid, la grabé y la empecé a mover, llegó a oídos del empresario Pepe Barroso, que me fichó para realizar mi primer disco y acabé viviendo en La Moraleja.
–¿Qué más ha soñado y se ha cumplido?
–Cantarle a muchas estrellas de Hollywood. Recuerdo estar viendo, con la que era mi novia entonces, la película «El coleccionista de huesos», de Denzel Washington, y decirle: «A este actor tengo la corazonada de que le voy a cantar». Y ella responderme: «Anda, tú estás loco». Esa misma noche, a las doce, me llamaban para cantarle a él y a Lenny Kra- vitz en una fiesta privada que se organizó en Madrid. Estoy seguro de que no me entendían, pero les tenía delante dando palmas y gritando «olé y olé». He tenido hambre de triunfar y de conocer a mis ídolos.
–¿Cantar ante el Papa o ante los Reyes lo lleva escrito en su destino?
–Al hoy Rey le he cantado cuando era príncipe, porque Don Felipe fue testigo en la boda de Sol Bohórquez y también a toda la Familia Real española en un cumpleaños de la infanta Margarita. Precisamente, lo último que he ansiado ha sido conocer al Papa y cantar en el Vaticano, pues gracias a María José Santiago pude cumplirlo porque hice los coros cuando ella fue invitada a cantarle al Papa Francisco. Desde entonces, no he vuelto a pedir nada porque todo se me ha cumplido, eso sí, con mucho trabajo.
–¿Sigue cantando en fiestas privadas?
–En la casa de discos no es lo que más les gusta y me quieren sacar de ello, pero siempre he dicho que eso será mi herencia. Puedo grabar discos o no, puede que dejen de contratarme los ayuntamientos, pero las fiestas privadas no las pienso dejar. Gracias a ello, me sigo manteniendo en la música, pues las compañías han ido muriendo, los dirigentes han ido cambiando, pero yo sigo cantando.
–¿No le asusta tanta profecía?
–En absoluto. Fíjese cómo se quedó mi mánager cuando entramos en el plató de un programa en la televisión de Castilla La Mancha y le dije «esa presentadora será mi mujer». Han pasado cuatro años de aquello y Sonia González y yo vivimos juntos y tenemos un hijo, Tristán. Soy muy de soñar y de perseguir mis sueños con constancia porque nadie me ha regalado nada, pero sí he tenido gente que me ha querido mucho, como la familia de María Teresa Campos o la de Rocío Jurado.
–¿Cuál es su vinculación con la familia de Rocío Jurado?
–Mantengo relación con su hija, su yerno, su hermano y la tenía con ella hasta que falleció, porque todos me dieron mucho cariño cuando yo no era nadie. Para mí llegar a Madrid y tener a la familia de Rocío Jurado, que me hizo sentir uno más, fue muy importante.
–¿Todavía sueña?
–Lo último lo he cumplido hace unos meses. Con 15 años soñaba con comprarme una casa al lado de la Feria de Jerez. Cuando iba por allí, miraba el bloque de pisos y había uno en el que yo pensaba: «Dios mío, si algún día pudiera ser mío. Hace unos meses me lo he comprado, ese en concreto con el que yo soñaba.
–¿Ha trabajado en una oficina alguna vez?
–Sí, cuando terminé gestión administrativa porque tuve que hacer las prácticas en El Corte Inglés. Me ponía delante de la máquina de escribir, porque entonces no había ordenadores, a redactar las letras de las canciones para aprendérmelas. Una vez me pilló el jefe. «Pero, ¿esto qué es? Sarandonga nos vamos a comer, Sarandonga un arroz con bacalao...», exclamó. Cuando le dije que yo iba a ser cantante, se rió de mí y me dijo que iba a ser un currante de cien mil pesetas. Eso me ofendió. Ocho años más tarde, durante una firma de discos en El Corte Inglés, con mis carteles bien grandes, pasó ese hombre por delante y tuvo que agachar la cabeza. Lo importante en esta vida es luchar y no dejar cadáveres por el camino.
–¿Por qué levanta pasiones en Dubái?
–Se emocionan y les encanta. Ya llevo tres años yendo porque organizan una especie de Feria de Abril y allí les canto a los jeques árabes en español. Lo hago con tanto sentimiento que se ponen a llorar. También me contratan mucho en verano en Costa Esmeralda (en Cerdeña) y en Saint Tropez.
–Habrá vivido muchas anécdotas. ¿Agunas son confesables?
–Lo mejor es ver, oír y callar, pero sí puedo contar que una vez nos contrataron para cantar en un «yatazo» en Costa Esmeralda. Nos subimos muy decididos a una barca con un italiano, que no nos entendía en absoluto, y nos llevó a un yate muy iluminado lleno de gente elegantísima que estaba cenando. Nos pusimos a cantar, pero nos dimos cuenta de que esa no era la fiesta en la que teníamos que actuar. Así que tuvimos que irnos al barco correcto y comenzar de nuevo nuestra actuación.
–¿Cuál ha sido su dueto más curioso?
–Con el actor Adam Sandler. Me cogió el cajón flamenco y se puso a tocarlo. Le dije a los músicos:«Tranquilos, que si lo rompe, él lo paga que tiene dinerito».
–¿Ante qué cantante se ha emocionado más?
–Ante Nacho Cano en Nueva York y ante José María Cano hace unos meses en Lisboa. Soy fan acérrimo de Mecano y que José María escuchase mi versión de su canción «Una rosa es una rosa» y luego me diese un abrazo, fue lo más grande para mí porque es un ídolo, un mito viviente de la música. También cantarle a Rocío Jurado fue muy grande e interpretar los dos a dúo «Se nos rompió el amor», era algo inenarrable. Tampoco podría explicar lo que sentí al ver a Leonardo DiCaprio bailando las sevillanas que yo le cantaba.
–¿Hay algo de lo que se arrepienta?
–De confiar en exceso. Me he llevado tantos golpes en la vida que debo de tener más cardenales que el Vaticano. Pero, aun así, voy de frente y así seguiré.
–¿Su lugar preferido para veranear?
–Ibiza, porque mis amigos tienen casas en la isla y cuando llegan las vacaciones, allí que me instalo. También la costa de Cádiz, que cuenta con las mejores playas del mundo.
–Por cierto, con lo creyente que son Sonia y usted, ¿cómo no están casados todavía?
–Porque a mí me gusta hacer las cosas a lo grande, a bombo y platillos. El día que pueda pagarme la boda que quiero hacer, con una buena fiesta y en el jardín de una casa que sea nuestra, nos casaremos. Además, quiero tener mi carrera plenamente asentada y pedirle matrimonio en el lugar que tengo soñado. De todas formas, es verdad que somos muy creyentes y lo mismo el día menos pensado nos da y nos casamos los dos solos en una isla... Aunque no lo creo porque yo soy más de reunir a todos mis amigos y celebrar un bodón, algo parecido a lo que organizamos cuando bautizamos a nuestro hijo Tristán, aquello fue ya como una boda.
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