Caso Malaya
Pantoja, lavandera y cocinera
En el que caso de que entre en la prisión de Alcalá de Guadaíra, la tonadillera podría ir al módulo de servicios, en el que hay menos reclusas y es más sencillo controlar que nadie la moleste
La factoría de la división de blindados de General Dynamics-Santa Bárbara se encuentra en el antiguo campamento militar de Las Canteras, a unos 6 kilómetros al este de la localidad sevillana de Alcalá de Guadaíra. Allí se fabrican desde 1999 los tanques Leopard, de patente alemana, que usa el Ejército español. Ocho años antes se abrió una cárcel de mujeres junto al viejo cuartel. Sólo la presencia de dos guardias civiles en una garita distingue de una granja escuela a la prisión, un conjunto de edificaciones situado justo donde la carretera se convierte en un camino de albero. La extensión de campo alrededor, a quién le cabe la menor duda, habría sido pasto de suelos ubarnizables para alcaldes cojos del alma de hace no tanto. No hay que ser un lince para saber que algo se cuece en ese complejo de apariencia agropecuaria: un retén de reporteros del corazón monta guardia las veinticuatro horas a la espera del ingreso voluntario de Isabel Pantoja. La expresión «en medio del campo» cobra literalidad cuando el visitante percibe, según en qué dirección sople el viento, el penetrante olor a establo procedente de una vaquería cercana. Comprobado el cuadro, a más de una se le debe andar desarbolando el alma, que, como es común, suele ser el paso siguiente al del enamoramiento (del alma, se entiende). Cuánto duende, chiquillo.
El centro penitenciario de mujeres de Alcalá de Guadaíra, informa la Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias (Acaip), consta de 83 celdas y dispone de una ocupación media de 149 reclusas, aunque en este instante son algunas menos. La última qué llegar, de un momento a otro, según se revela de la agitación rosa apostada en la puerta de la cárcel, será la tonallidera por excelencia, la de cola y tafetán, la que fue durante lustros viuda de España. La misma que en los inicios de la década de los felices 90 rodó, junto a al galán José Coronado, «Yo soy ésa». Isabel Pantoja, desde su nacimiento, hija, bailaora, artista, esposa, madre, viuda, actriz, enamorada. Y procesada. Yo soy ésa. ¿Quién? Ésa, la rea número 150, pongamos. La que tiene que enfundarse ese pijama de poliéster a rayas.
El grupo de WhatsApp de las trabajadoras de la prisión de mujeres de Alcalá de Guadaíra es desde anteayer un hervidero de rumores. «Las tertulias del programa ‘‘Sálvame’’ se quedan en pelotas a nuestro lado». Estrella (nombre ficticio), funcionaria con varios trienios a sus espaldas, sólo desea que Pantoja «se vaya a Estremera», porque la cárcel en la que se plantea ingresar de forma voluntaria en los próximos días, tal vez horas, es «muy tranquila y una reclusa de estas características, por fuerza, obliga a cambios. Aunque dentro son todas iguales, es innegable que no sería una presa como las demás». Para empezar, y sin que ni siquiera se sepa si la cantante irá a la prisión de Alcalá a cumplir la condena, las primeras medidas anti-filtración ya se han tomado.
La directora del centro es tocaya de la Pantoja. Se llama María Isabel Cabello y, como a la cantante, sus íntimos le llaman Maribel. Tiene fama de «muy estricta» e incluso la creen «capaz de encargarse ella misma de hacer la foto preceptiva para la ficha porque teme que alguien pueda vendérsela a los medios». Esa imagen, en efecto, valdría muchas veces su peso en oro en el mercado de la casquería patria y Estrella considera que sería «terrible que se filtrase desde una cárcel modélica». Porque la de Alcalá de Guadaíra es «una prisión de respeto» en la que viven «relativamente cómodas» las «poco menos de cien reclusas» que hay en este momento. Verdad o chismorreos de oficina, hay quien cuenta que Cabello sondea incluso la opción de conducir a la Pantoja hasta sus dominios en su propio vehículo.
Que cumpla condena en Alcalá de Guadaría o en la localidad madrileña de Estremera será teóricamente decisión de la propia Isabel Pantoja. Ocurre en el caso de los ingresos voluntarios. Así lo recoge el Real Decreto 190/1996, que es el reglamento que desarrolla la Ley Orgánica General de Penitenciaría (LOGP 1/1979). El límite temporal del carácter voluntario de un ingreso podría ser en efecto el motivo de la prisas con las que la tonadillera podría estar preparando llamar a las puertas de la prisión. Y al amparo de los preceptos constitucionales de reinserción, a la reclusa le será facilitado el mantenimiento, cuando no la potenciación, de los vínculos sociales y familiares. Por tanto, serán los vínculos íntimos que acredite los que lleven a la Pantoja en una cárcel u otra.
«Cuore» hasta en la cárcel
En el caso de que se presentase voluntaria, añade Estrella, seguiría «un protocolo bastante simple: cacheo, registro, decomiso de los efectos que no se pueden tener en una cárcel (dinero, móvil, joyas, comida, objetos contundentes...), ducha no, porque seguro que vendrá aseada y con ropa limpia, e internamiento en el módulo de ingreso, en el que tendrá a una presa de confianza como compañera de celda». Serán pocas noches las que pase en su primer alojamiento, «el tiempo de realizarle los exámenes médicos y psicológicos que servirán al equipo técnico para asignarle un módulo». El bombazo es la identidad de esa interna de apoyo: una familiar directa de cierta tertuliana de los programas de cotilleo. Como corazón rima con especulación, busquen a la ex del primo y rememoren ciertas piezas de pan. En dos de los cinco módulos de Alcalá está descartado el ingreso de Isabel Pantoja, que ni tiene hijos menores de cuatro años, ni es peligrosa, y por tanto susceptible de terminar en el temido barracón 5. «Los abogados suelen pedir el módulo 1, que tiene celdas individuales y se reserva a las presas con mejor comportamiento. El aseo está dentro pero las duchas son comunes. Estar ahí es un premio, así que lo normal es que las nuevas vayan al 3, donde las celdas son dobles». En realidad, la opinión más extendida entre las funcionarias es que «la pongan en el Módulo de Servicios, donde están las reclusas que se encargan de la cocina y la lavandería. Es lo lógico porque es el que tiene menos internas y es más sencillo controlar que nadie la moleste porque al ser una persona tan conocida...»Nada más que empiece a canturrear, sea en la cocina, en la lavandería o en la ducha, Isabel Pantoja acabará derritiendo a sus compañeras. Por arte o por carisma catódico. Resulta probable que el más mínimo detalle brille más que las luminarias de un coso taurino. Cuanto más mundano surja el efluvio, mejor. Y las conductas por las que pena la artista se transformarán en detalles insignificantes. Al cabo, es llorar a los ricos (y famosos) lo que ansía la condición humana. Ya habrá el componedor de tonadillas que le escriba el disco de la salida, el de el regreso a la libertad, a la vuelta de la esquina. Se me desarbola el alma, podrá cantarle ahora a sus compañeras en la ducha.
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