Famosos
Las sucesoras de Jorge Javier Vázquez tiemblan con su vuelta
El presentador anuncia para primeros de febrero su reaparición vespertina
El presentador anuncia para primeros de febrero su reaparición vespertina
Ponen tantas cortapisas a Paz Padilla que la dejan tiritando. Cada día leo un comentario desfavorable que, aunque retrate lo que hay, sorprende ante el esfuerzo que ella hace para animar el programa, incluso en plan chistoso, si la cosa se pone fea. Parece que no basta para justificarla. Y lo desfavorable arrecia ahora que Jorge Javier anuncia para primeros de febrero su reaparición vespertina con ánimo renovador, como en la obra de Santiago Moncada estrenada por Amparo Rivelles y Lola Cardona, «Hay que deshacer la casa». Era un mano a mano entre actrices de las que ya no se prodigan porque faltan nombres y otros, consagrados, temen la confrontación, como Nuria Espert lo hizo con Carmen Bernardos y Encarna Paso en la «Doña Rosita la soltera» que dirigió Jorge Lavelli. Una obra maestra donde debutó Nurita Moreno, hoy fundamental en el Teatro Real.
A Paz Padilla la conocí bien, aunque ahora no la reconozco, cuando formabámos la «troupe» del insuperable Antonio Herrero. Iba a la zaga de Chiquito de la Calzada, al que otros muchos, como el divertido Arévalo, copian los gestos, expresiones y la manera de caminar. Un abismo con el reducido pero gran humorista malagueño, lo mejorcito que salió del género en muchos años. La otra tarde me lo comentaba Angel Garó, que lo tiene en un altar.
No entiendo ese súbito bombardeo anti-Paz, aún admitiendo que hace un año, cuando yo formaba parte del machacador equipo, ella me dijo, ufana, al comentarle un traje que llevaba: «Ya dicen que soy la nueva Nati Abascal», que aún era «la más», hoy desbancada por la sofisticada Eugenia Silva, por Nieves Alvárez, Margarita Vargas o Mar Flores. Oyendo a Paz, a punto estuve del infarto. Lo superé tomándolo por otro de sus chascarrillos. Iba en serio, lo juro, y quizá el rechazo actual tenga algo que ver con esa pretensión absurda. Puede tener gracia, simpatía, habilidad... pero no maneras ni físico tan meigo como el de Carlota Corredera, ahora que perdió, creo, 70 kilos. Se nota que a Padilla le han recortado cometido: Kiko Hernández casi es copresentador, y ya no digamos del profesionalismo aguantador de Carlos Lozano, que desde Panticosa la deja en zapatillas, pese al afán de hacerse notar de Mónica Hoyos, tan mala de la película, igual que el robaplanos de Rafa Mora, siempre dispuesto a dar consuelo si lo recoge la cámara. Conocí a Jordi Martín, que hasta durmió en mi casa cuando lo protegía. Consolé su dolor por una novia brasileña que lo dejó maltrecho. Por eso se preguntan qué pasara con Paz cuando Jorge Javier, tras las fiestas y colgar el «no hay billetes» en el Olimpia valenciano, recupere su trono, donde cautiva por su agilidad mental, su tratamiento de los temas o por meter el dedo en la llaga y hasta retorcerlo si hace falta. Hace humanamente lo que Paz choteándose. Carlota es astuta, dentro de su suficiencia a veces cargante como buena gallega, que, además, tiene facha y desenvoltura excesivas.