Hollywood
El día en que Dustin Hoffman le tocó el pecho a Meryl Streep
«Menudo cerdo asqueroso», pensó la actriz de su co protagonista en «Kramer contra Kramer», el mismo que ahora ha sido señalado por múltiples casos de acoso
«Menudo cerdo asqueroso», pensó la actriz de su co protagonista en «Kramer contra Kramer», el mismo que ahora ha sido señalado por múltiples casos de acoso.
«Meryl, ¿por qué no dejas de enarbolar la bandera del feminismo y te limitas a interpretar la escena?», le dijo Dustin Hoffman a Streep en 1978, durante el rodaje de «Kramer contra Kramer». La frase, aunque antipática, podría considerarse inofensiva. Pero leída a la luz de los movimientos #MeToo y «Time’s Up», y entre el contexto de su tormentosa relación profesional con Hoffman, aquel reclamo se convierte en un resumen de la carrera interpretativa de Streep, de su vínculo con el feminismo y de su manera de afrontar el «nuevo horizonte» de cambio al que se refirió Oprah Winfrey en su discurso de los Globos de Oro. Y es que «Kramer contra Kramer» le valió a Streep su primer Oscar y la catapultó al pedestal en el que ha permanecido durante décadas. Pero para llegar allí tuvo que soportar a un compañero de reparto que, en el primer día de rodaje, le cruzó la cara de una bofetada. Por si fuera poco, años antes, el día en que se conocieron, él se había atrevido a tocarle el pecho.
Michael Schulman, periodista de «The New Yorker», recopila estas anécdotas y muchas más en su libro «Meryl Streep. Siempre ella» (Península), que estuvo en la lista de «best sellers» de «The New York Times» y que se publicó en español esta semana. Schulman escribe sobre el primer encuentro entre los dos intérpretes: «Meryl ya conocía a Dustin Hoffman y no habían terminado nada bien. Mientras aún estudiaba en la escuela de teatro, se había presentado a una audición para “All Over Town” (“Por toda la ciudad”), una obra de Broadway que dirigía Hoffman. “Soy Dustin (eructo) Hoffman”, le dijo, antes de ponerle la mano en el pecho, según ella. “Menudo cerdo asqueroso”, pensó Meryl».
«Estamos acabados»
Su primer día de rodaje juntos, años después, resultaría igual de desagradable, según Schulman: «Dustin y Meryl se colocaron detrás de la puerta del apartamento. Entonces sucedió algo que conmocionó no solo a Meryl, sino a todos los presentes. Justo antes de su entrada, Dustin le propinó una fuerte bofetada en la cara y le dejó una marca roja con la forma de su mano. Benton (el director) oyó la bofetada y vio a Meryl irrumpir en el pasillo. “Estamos acabados (...). Nos va a denunciar al Sindicato de Actores”, pensó». Hoffman, que ahora enfrenta una serie de acusaciones por acoso sexual, intentaba provocar en ella la reacción que creía que Joanna, su personaje, debía mostrar en ese momento. Por eso, acto seguido, continuó hiriéndola, esta vez al recordarle la reciente muerte de John Cazale, el amor de su vida. Pero Streep nunca creyó en utilizar su propio dolor para triunfar ante las cámaras y le disgustó la técnica de Hoffman, del que recientemente dijo a «The New York Times» que, en aquel entonces, «se sobrepasó». En la misma entrevista Streep afirma que «creo que este tipo de cosas se están corrigiendo en este momento (...). Se remediarán, porque la gente ya no lo aceptará. Y eso es algo bueno».
Y es que la bofetada fue solo una muestra de la actitud tiránica de Hoffman. A juzgar por lo que relata Schulman en su libro el actor era el rey del rodaje, se le daba sin rechistar cuanto exigía –se tratara de cambios en el guión, en la escenografía o en las actuaciones de sus compañeros– y, antes de terminar el filme, todos estaban hartos de él. Aquella frase que le espetó a Streep sobre el feminismo iba por el mismo camino: Hoffman, que participó en la adaptación de la novela de Avery Corman en la que se basa «Kramer contra Kramer», veía al personaje de Joanna como la mala de la historia. Sin embargo, Streep insistió en dotar de humanidad a una madre que decide abandonar a su esposo y a su hijo de seis años para volver más tarde a reclamar la custodia del niño. Ella quería que Joanna fuera un reflejo de las mujeres de la época, por entonces enfocadas en la segunda ola del feminismo.
Streep se identificó siempre como feminista. Cuando «Kramer contra Kramer» ganó el Oscar a mejor película en 1980, muchas mujeres se sintieron ofendidas. Sin embargo, ella, en la rueda de prensa posterior a la ceremonia, afirmó, galardón en mano: «Aquí llega una feminista (...). Creo que la base del feminismo tiene que ver con liberar a los hombres y a las mujeres de los roles asignados». Diría algo similar en 2011, cuando se llamó a sí misma una «humanista» en vez de feminista. Y ahora, en medio del debate que esta semana despertaron Catherine Deneuve y otras francesas en la tribuna que firmaron en «Le Monde», volvió a demostrar su actitud moderada frente a la ola de acusaciones que ha despertado el #MeToo. «Amo a los hombres», afirmó el martes al recoger el premio a mejor actriz que el National Board of Review le otorgó por su actuación en «Los papeles del Pentágono». «Sí, ya sé, este es el año de la mujer y todo eso, pero todos mis mentores han sido hombres», continuó.
Esa actitud o, más exactamente, su silencio inicial respecto a los abusos cometidos por Harvey Weinstein, a quien conocía bien, le valió una buena cantidad de críticas a la actriz. La más visual fue una serie de pósters que un artista de ultra derecha y fanático de Donald Trump, llamado Soba, instaló en Los Ángeles. En ellos se ve a Streep junto a Weinstein y ella tiene una franja roja sobre los ojos en la que se lee «She knew» (ella lo sabía). En conversación con «The New York Times», la intérprete abordó el tema: «Realmente no lo sabía (...). Cuando escuchaba rumores sobre actrices, pensaba que era una manera de denigrarlas a ellas y su capacidad para obtener un papel (...). No sabía que (Weinstein) estaba abusando de las personas de ninguna manera. A mí nunca me invitó a una habitación de hotel». Sobre las críticas por mantenerse callada al respecto, zanjó: «No quiero escuchar sobre mi silencio. Quiero escuchar sobre el silencio de Melania Trump. Quiero escucharla a ella. Ella tiene tantas cosas valiosas que decir. Lo mismo que Ivanka. Quiero que hable ya».
A pesar de eso, Streep sí comentó, aunque de forma general, sus primeros años en la industria: «En aquél entonces, cuando todo el mundo consumía cocaína, había muchos comportamientos inexcusables. Pero ahora que las personas están más mayores, y más sobrias, debe haber perdón (...). Me sentí muy golpeada, pero no quiero arruinar la vida madura de nadie. Simplemente no quiero hacerlo», afirmó.
La confrontación, quizá, no sea lo suyo. Según el retrato de Schulman, Meryl Streep prefiere la mano izquiera, la sutileza con que logró convertir a Joanna en una mujer con razones legítimas para abandonar y luego recuperar a su hijo «Kramer contra Kramer». La misma técnica que ha seguido utilizando durante años, a pesar de que los Hoffman del mundo se exaspereren y la tilden de feminista, como si fuera un insulto.
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